Zapata para rato

Estatua ecuestre de Zapata. Jojutla

Estatua ecuestre de Zapata. Jojutla

Por Máximo Cerdio

El 10 de abril de 1919, el coronel Jesús Guajardo y sus soldados mataron a unos de los hombres más cabales y valientes que ha parido la patria: el general Emiliano Zapata Salazar (nacido el 8 de agosto de 1879 en San Miguel Anenecuilco del Distrito de Villa de Ayala); y lo hicieron por la espalda, de la manera más vil, a traición y en bola, como matan los cobardes. A partir de ese día, Zapata se convierte en una leyenda y su legado se expande por Morelos, México y por todos los rincones del planeta.

 

Contrario a lo que sucede con los mártires de la independencia, con el tiempo, la imagen de Emiliano Zapata ha ido tomando más y más fuerza, con todo y que el gobierno, utilizando a historiadores (mexicanos, para qué traerlos de otros lados si acá abundan), ha querido restarle importancia, aseverando que no fue más que un violador y asaltante que utilizó la coyuntura revolucionaria para sacar provecho personal.

 

Uno de los más recientes ataques fue del poblano Pedro Ángel Palou García (el mismo que siendo rector de la Universidad de las Américas Puebla, censuró -en enero de 2007- al periódico estudiantil La Catarina, entre otras razones porque en ese medio de comunicación se criticaba al ex gober precioso Mario Marín, quien lo nombró secretario de Cultura), en su libro Zapata, en donde pretende demostrar que el jefe del ejército suriano era homosexual. El general resiste eso y más porque es el único que ha surgido verdaderamente del pueblo y hasta el último día de su vida se entregó a él, a sus ideales.

 

Mucha gente conoce a Zapata por su lema: “Tierra y libertad”, pero hay algunos autores que aseveran que esta frase era utilizada por Ricardo Flores Magón (1873-1922) en varios de sus artículos, incluso lo empleó como lema al final de éstos.

 

La cuestión no para ahí, porque según Francisco Pineda Gómez, en su libro La Revolución del Sur 1912-1914, este eslogan es ruso. En la página 26, afirma:

 

«La supresión de la servidumbre en Rusia, en 1861, no trajo aparejada una mejora de las difíciles condiciones en que vivían los campesinos desposeídos. La frustración que esto provocó alentó la rebeldía que, con el lema Zemlya i Volya (Tierra y Libertad), se propagó por todo el imperio, fundándose en 1876, en San Petersburgo, el movimiento popular que llevó ese nombre y que tanta influencia tuvo en las luchas que culminaron en la revolución de 1905.»

 

Don Emiliano no deja de ser Zapata porque “le haya fusilado” la frasecita a Flores Magón o a la revolución rusa, ya que su lucha social ha quedado registrada en la memoria del pueblo, mucho más rica y verdadera que la de los trasquilados libros de historia.

 

La Tierra, más allá del Infonavit

Para don Emiliano Zapata, la Tierra no era sólo un bien que se podía explotar. Para los antiguos pobladores de estas zonas tlahuicas, la Tierra permitía que el pueblo se alimentara ya que de sus entrañas nacían una gran variedad de productos, el más importante era el regalo que los dioses aztecas le dieron al hombre: el maíz.

 

Zapata, pues, luchaba no por “terrenos”, sino por algo más trascendente: la Tierra, de la cual surge y a la cual regresa (en la cosmogonía azteca se daba en sacrificio a los dioses no lo superficial, sino lo más profundo y sagrado: la vida).

 

Los historiadores oficiales no mencionan esto, no sólo porque podría ser “anticientífico”, sino porque ningún gobierno (del color que fuera) podría permitir que se propague una creencia por la que un hombre es reencarnación de otros caudillos: en el caso de Emiliano Zapata, la reencarnación de Quetzalcóatl y Cuauhtémoc.

 

Zapata vivo

Si vamos un poquito más allá, se podría establecer un paralelismo entre Jesucristo y Emiliano Zapata. Jesús de Nazaret fue perseguido por el gobierno y capturado por un grupo de hombres armados pertenecientes a la guardia del Templo, por orden de Caifás y los sumos sacerdotes. Lo acusaban por insurrecto. Poncio Pilatos era el procurador. A pesar de que fue muerto en la cruz, Jesucristo resucitó. El caso de Zapata es también muy conocido: siendo el general Pablo González, jefe de las Operaciones en el Estado de Morelos, comisionó al coronel Jesús M. Guajardo para que matara al caudillo del sur (considerado un insurrecto). Guajardo asesina a Zapata y por órdenes del presidente Venustiano Carranza, recibe $50,000.00 y su ascenso a general brigadier.

 

Zapata no resucita, pero mucha gente no creyó que hubiera muerto. Personas cercanas al caudillo y sus propios familiares señalaron que el cadáver que llevaron a Cuautla para identificarlo y fotografiarlo el 10 de abril de 1919 no era el de Zapata, pues no tenía el lunar en forma de mano en su pecho con el que había nacido; que al verdadero Zapata le faltaba una falange y el cuerpo expuesto estaba completo.

 

También se dice que Emiliano Zapata llegó a la cita en Chinameca y antes de hacer acto de presencia en la hacienda, se vio con su compadre, un ciudadano de Miacatlán, con harto parecido a él, con quien se cambió de ropa, intercambiaron palabras y se despidieron para siempre. Este individuo, junto con la escolta del general, fue hasta la hacienda de San Juan Chinameca y Emiliano esperó pacientemente en una poza, donde el agua le llegó hasta la nariz. Aguardó hasta las seis de la tarde y luego, vestido con la ropa de su compadre, se dirigió hacia diversas comunidades donde tuvo varios contactos con personas conocidas, hasta que finalmente dio con otro de sus compadres, un árabe, que tenía una casa y una botica en la comunidad de Huautla, de donde finalmente partieron hacia Acapulco y ahí hacia Arabia.

 

En Cuautla, corría el rumor de que, a mediados de los años sesenta, un día se izó la bandera a media asta, sin que hubiera motivo pues no era una fecha marcada por el calendario cívico. Nadie supo el motivo, pero se especuló que Zapata había fallecido en Arabia.

 

Otro rumor señala que su hijo recibía cartas de otro país, y en una de ellas su padre, Emiliano, le reclamó diciéndole que “dejara de hacer pendejadas, que ya sabía que había sido diputado y presidente municipal y que vivía del gobierno”.

 

Suponiendo que su cuerpo físico hubiera caído a balazos ese 10 de abril de 1919, el general Zapata tenía conciencia de su sacrificio, porque era un guerrero azteca. Según Bernardino de Sahagún, en Histoire des choses de la Nouvelle Espagne, cuando las parteras cortaban el cordón umbilical a los niños recién nacidos, les decían más o menos estas palabras: “Tú estabas prometido a otros lugares. Tú perteneces a los campos abiertos en donde se libran las batallas; hacia esos campos eres enviado; tu oficio y tu conocimiento es la guerra; tu deber consiste en dar de beber al sol sangre de tus enemigos y en alimentar a la tierra con el cuerpo de tus adversarios para que la tierra los devore. En cuanto a tu patria, tu herencia y tu felicidad las encontrarás en el cielo, en el palacio del sol (…). Para ti será un maravilloso destino parecer digno de terminar tu vida en los campos de combate y en ellos recibir una muerte florida. Lo que corto ahora de tu cuerpo y del centro de tu vientre es propiedad de Tlaltecultli, que es la tierra y el sol…”

 

Don Emiliano muere pero no muere. Muere su cuerpo, pero aquello por lo que luchó continúa vivo. Si Zapata fue la reencarnación de Cuauhtémoc y éste DE Quetzalcóatl ¿la reencarnación de quién será Zapata?

 

Zapata chido

Para el historiador Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia “Zapata se ha convertido en una figura emblemática fundamentalmente urbana”. Dejó, por así decirlo, sus botas de charro, su sombrero y se puso unos tenis y una gorra y anda en las ciudades de todo el mundo, lo cual es bueno porque así más y más personas podemos conocer su historia. Claro, hay que leer lo que sobre el general han escrito Samuel Brunck, Salvador Rueda, Laura Espejel, Gastón García Cantú y Carlos Fuentes, entre otros. Lo que ha publicado el empresario Enrique Krauze queda reducido a monografía de primaria o a estampita, de esas que regala el gobierno federal.

 

Zapata de muy cerquita

La revolución mexicana es un movimiento que parece interminable y que para los que vivimos en este país resulta más cercano comparado con el de independencia: quizá porque las diferentes grupos de poder que han estado en el gobierno borran y ponen personajes según sus intereses. ¿Te has dado cuenta cómo en las administraciones de Fox y Felipe Calderón se ha querido ocultar la figura de Benito Juárez? El general Emiliano Zapata no es la revolución, es cierto, pero ésta no se puede concebir sin la presencia del caudillo del sur, por ello, aquí te presentamos unos testimonios de la gente que estuvo muy cerca de él (De Tres revolucionarios, tres testimonios. Zapata, t. II, Octavio Paz Solórzano, Editorial Offset, SA de CV, México, 1986).

 

“Cuando estábamos en Yautepec vino el general Serratos con tres americanos –porque el general Serratos conocía el idioma de los americanos, y a ellos les presentaron a Zapata en Yautepec. Estábamos comiendo ahí en la mesa, cuando llegaba el general con los americanos; le ofrecían armamento, artillería, nada más que dijera qué era lo que quería; caballada, lo que pidiera. Y Zapata dijo que no quería nada, que ya todo le sobraba. Si Zapata hubiera sido otro, entonces: ‘A ver, vengan tantos dólares o…’, pero no. Zapata murió y no comprometió en nada.” Entrevista con Aurelio Sánchez. Archivo de la palabra, del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.

 

“Hablaba a toda la gente como si fueran sus hijos; de manera que usted se sentía halagado, cuando él hablaba… Decía: ‘Hijos tenemos que llegar a tal parte y vamos a hacerle la lucha, y tienen todo lo que ustedes necesitan, coman antes, si hay’. Y se sacaba él lo de él, pa` regalarlo si no había. De manera que se tenía muy buena opinión de él ¿verdad?, porque le hablaba a usted con el corazón en la mano, y usted se sentía obligado a corresponderle.” Entrevista con Severiano Chávez Herrera. Archivo de la palabra, del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.

 

“Muy amable, muy amable, muy gente, muy respetuoso, le hablaba a usted con una sinceridad, con los que no tenía confianza se ponía más bien renuente, pero así hablando con usted, pues nosotros los muchachos, con los que tenía confianza, se ponía hasta a reírse y a jugar.” Entrevista con Ramón Caballero. Archivo de la palabra, del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.

 

¿Con Dios o con el Diablo?

Si Zapata viviera no militaría en ningún partido. Si se considera que el general se negó a entregar las armas porque no se habían regresado las tierras a los campesinos, cuando Francisco I. Madero le pidió que calmara a la gente porque la paz estaba asegurada, lo más probable es que don Emiliano Zapata Salazar fuera un guerrillero escondido en algún lugar de México.

 

*Publicado originalmente el 17 de abril de 2019 en este poral digital noticioso.