Maximino, la velocidad y los motores

 Montecarlo

Montecarlo

Por Máximo Cerdio

Jojutla; 21 de junio de 2024. Sobre la orilla de la carretera Tehuixtla-Galeana, hay un Valiant Duster modelo 74, 6 cilindros, modificado, rin 15 atrás y 14 adelante, ensanchados, 295-50-15 y adelante 235-60-14, tiene una caja de Dodge Super Bee, de cuatro velocidades, palanca al piso,  es un auto que desarrolla más que cualquier carro normal. Durante más de 20 años ha sido de varios colores, verde, amarillo y actualmente es negro.

Todo esto no se deduce de la pura observación, lo relató José del pilar Maximino Hernández Camacho, o comandante Pilo, como mucha gente lo conocer, quien en entrevista explicó que lo que más le gusta en la vida son los autos.

En la actualidad está restaurando un Mustang, modelo 68.

Explicó que estos autos salieron en 1964, pero la línea era distinta, al año siguiente el modelo cambio y se volvieron más deportivos.

El que está arreglando lo compró en Amauzac, tenía un golpe muy fuerte en la parte de atrás y lo llevó con un hojalatero y mecánico, que le vendió un motor full inyección de un Cougar 3.8. Lo iba a hojalatear y a pintar, pero resulta que el coche estuvo ahí muchísimo tiempo y no le hacía nada, incluso ya se lo iban a llevar al corralón, porque estaba en la calle, así que un día fue por él y con una grúa y lo llevó a Jojutla y ahí lo tiene. Le mandó a ensanchar las salpicaderas y le puso una cola de pato. Lo va a dejar bien, es mi proyecto más ambicioso.

Desde luego que es llamativo, y ya le han preguntado en cuánto lo vende, pero la verdad quiere terminarlo, dejarlo como a él le gustan los coches.

También tiene una Caribe, con un motor de 1.8. Falta arreglar la suspensión, porque ya está la tapicería, los asientos. También falta la pintura.

Su primer coche fue un Ford Falcon, rines de magnesio, 8 cilindros, azul turquesa, máquina 269, luego un Super Bee, 1972 blanco, rines de magnesio, con spoiler adelante y una cola de pato, máquina 318, caja con cuatro velocidades, al piso, 8 cilindros, máquina 318, era muy eficiente, un Mustang no la hacía con él,  tenía una caja más desarrollada.

También recuerda un Ford Fermon Elite II, 1982, automático, 8 cilindros, máquina 302, era como un Continental en mediano.

En aquel tiempo el litro de gasolina costaba un peso con cincuenta centavos y no era mucho gasto, para el que le gustan los coches.

El primer Mustang que tuvo fue un modelo 70, chocado, lo compró el Xoxocotla, lo arregló, lo pintó rojo con negro y en el todo la bandera de Inglaterra, desde que lo sacó a la calle se lo quisieron comprar, pero lo disfrutó un tiempo y luego lo vendió y se compró una Mercedes Bens 2001, que en la actualidad tiene “guardada”.

Después de eso compró el Valiant Duster. Recuerda que siempre pasaba con el Bulevar Lázaro Cárdenas, en Zacatepec, y veía en la cochera el auto, a veces se paraba y se bajaba de su carro, y lo observaba de lejos, le gustaba la línea, sabía que esos autos son cómodos, rápidos, sobre todo seguros, porque si hay algún accidente, de los que había visto muchos, en el auto pequeño no la libra uno.

Una vez se animó y le preguntó al dueño si lo vendía, y le dijo que le diera cinco mil pesos. Se los pagó y fue por el auto. Estaba en muy mal estado, pero con tiempo dinero lo pudo restaurar.

Es el consentido, si alguien le pregunta que auto tiene dice que un Valiant Duster, que fue de varios colores, verde, amarillo, y ahora es negro.

El segundo de sus coches favoritos en el Montecarlo azul. Lo compró y  lo arregló, lo mandó pintar, pero el hojalatero tardó dos años sin hacerle nada, hasta que fue por  él en una grúa y se lo llevó a otro hojalatero, y éste sí lo pintó.

Le gusta ponerle detalles mínimos, con losque se sienta que es de él, porque no restaura los coches por negocio, sino porque los quiere usar, disfrutarlos.

Recordó que tuvo un Renault R8, 1964, máquina de aluminio, cuadrado, bonito, en el parabrisas le puso el logo de una marca de cigarros, “Delicados”.

 

También tiene un Volkswagen Beetle y un Jetta 2003, estos son de uso, no necesitan reparación ni modificaciones.

Cuando tenía como 20 años y vivía ella Ciudad de México, ahorraba para ir al Autódromo Hermanos Rodríguez a ver las carreras de Chevi Nova. Le gustaba la velocidad, la competencia, el olor a gasolina, la gente y ese ruido ensordecedor de los motores de los coches sonando todos juntos. Por alguna razón los hombres son más dados a las máquinas, a la velocidad.

Con los años, él ha podido hacerse de muchos coches y experiencia en la restauración de los mismos. Puede identificar un modelo y marca con ver la parrilla, los faros, el parabrisas, la línea del auto, porque los ha visto y se ha informado en revistas y en otras fuentes.

Para salir con los proyectos de restauración hay que tener dinero, paciencia, conocimientos sobre los autos y tener muy claro lo que uno quieres y lo que se puede hacer.

Además, es importantísimo trabajar con personas que sepan y que sean muy profesionales: mecánicos, eléctricos, pintores, hojalateros, tapiceros.

Ha conocido a muy pocas personas que saben y son responsables, su experiencia con gente que le ha quedado mal es mucha. Varias veces ha tenido que ir prácticamente a quitarle los carros y sacarlos con grúa porque son muy informales.

Recuerda que le dio un Volkswagen Sedán a un mecánico. Pasó el tiempo y siempre le decía que ya mero, que ya mero, y nada. Cuando iba a verlo se escondía. Después e varios años, optó por abandonar el proyecto y ya no moverle, eso sí conservó la factura original.

Después se enteró que ese “maestro”, le había quedado mal a varias personas, y era sus modus operandi para hacerse de autos.

Autos clásicos

Autos clásicos

Aprendió a conducir cuando tenía 14 años. Le ayudaba a una familia que vendía zapatos en las comunidades, y llevaban la mercancía en una camionetita vieja. Cuando agarraban terracería lo ponían al volante y él la conducía.

Para un adolescente, estar al frente una máquina grande era toda una experiencia. La camioneta era muy vieja, pero él sentía que iba en un coche súper veloz.

José del pilar Maximino Hernández Camacho nació en Tlaxcala, donde pasó parte de su niñez, y luego se fue al a Ciudad de México, estudió la secundaria en el Colegio de Ciencias y Humanidades Azcapotzalco y combinaba sus estudios con un trabajó en una armería, en el mostrador, en donde vendía cartuchos y toda clase de artículos deportivos, arcos, flechas, arpones equipos de buceo.

Terminando la secundaria, entró a la policía, y fue agente de La División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, que dependía de la Dirección General de Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal, actualmente Ciudad de México.

Tenía 18 años, cuando lo seleccionaron para formar parte del Grupo de Protección y Escoltas del comandante Arturo Durazo Moreno, jefe de Departamento de Policía y Tránsito del Distrito Federal, ahora Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México, amigo personal del entonces presidente de México José López Portillo.

Eran 14 escoltas, aparte los motociclistas, a la vanguardia, otro en la retaguardia, luego una patrulla, y atrás un taxis tolerado, el jefe, y atrás otro taxis tolerado, después atrás otra patrulla y atrás la moto.

Como escoltas, cubrían su trayecto de las oficinas de la Dirección General, hacia su casa en el Ajusco.

Nunca tuvieron algún percance, la gente sabía quién iba ahí, escoltado.

Jamás trató personalmente al comandante Arturo, pero después que terminó el sexenio, leyó en los periódicos y vio en la televisión que fue uno de los más corruptos en la historia de México.

Arturo El Negro Durazo Moreno mandó construir dos mansiones ubicadas en el Ajusco, al sur de la Ciudad de México, con marcadas influencias suizas.

Sin embargo, la propiedad que causó revuelo entre los medios fue la que se ubicó en la bahía de Zihuatanejo, estado de Guerrero. Con una patente influencia del Partenón original y del arte griego, el acceso y las instalaciones, existentes todavía, revelan el despilfarro enorme y un lujo inconcebible que sorprendieron al pueblo mexicano.

Las fiestas organizadas en privado en la mansión eran ostentosas y custodiadas por miembros de la policía capitalina, a quienes también usaba como empleados, desde jardineros hasta meseros.

La entrada principal, la cual tiene unas rejas impresionantes, extendió el rumor, durante mucho tiempo, de que había mandado retirar las rejas del acceso principal al Castillo de Chapultepec, para colocarlas como portón de su mansión, hasta la discoteca, que era igual a la de Studio 54, de Nueva York.

Sus ingresos como funcionario público no justificaban tan onerosos gastos.

Una vez decomisada, luego de aprehender a Durazo Moreno en 1984, no se pudo vender, por su mal gusto, su elevado costo y su identificación como emblema de lo peor de aquella época.

En agosto del 2011, el gobierno del estado de Guerrero anunció la donación del «Partenón» de Durazo Moreno a la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG). Mientras tanto, la propiedad sigue siendo administrada por la Promotora de Turismo (Protur), instancia que la considera un lastre, por el litigio que sostiene con la familia de Durazo Moreno.

El comandante Pilo, relató que estuvo trabajando tres años en la Ciudad de México y que desde entonces era muy peligrosa, Tepito siempre ha sido escondite para la droga, y la colonia Buenos Aires el robo de vehículos.

Participó en muchos operativos en los tálleles y negocios de la Buenos Aires, unos más peligrosos que otros, pero que nunca salió lesionado o herido.

Duster

Duster

A principios de los ochenta, lo mandaron a Cuernavaca Morelos, a la Policía Judicial, para hacer investigación, y trabajó 30 años. Le tocaron momentos muy fuertes.

Recuerda que la ciudad era más tranquila. Había muchos robos de banco, a veces el mismo día o un día tras otros, pero no había nada de secuestros, que estuvieron de moda mucho tiempo después.

De cinco años a la fecha, trabaja en Zacatepec, como policía vial.