Una artesanía es un objeto de enseñanza, Merari
Por Máximo Cerdio
Tlaquiltenango, Morelos; 10 de octubre de 2023. Una gran cantidad de artesanos aprendieron de sus familiares o de un vecino al que iba a ayudar en sus tiempos libres. El oficio fue pasando de generación en generación. El caso de Merari es distinto, ningún familiar suyo es o fue artesano.
Para ella, una pieza no sólo es un producto para venta, es también un objeto de enseñanza, una herramienta para aprender y enseñar.
Artesana por necesidad
Dulce Merari Santana Santivañez ha vivido desde siempre en Tlaquiltenango, aunque nació en Jojutla, en julio de 1989.
Cuando era pequeña pensaba estudiar diseño, me gusta mucho coser, bordar y quería aprender de manera profesional, ya que mi juego favorito de niña era hacerle ropita a mis muñecas, platicó en entrevista.
Terminé la preparatoria, prepa 4 de la UAEM, y después comencé la carrera de Ingeniería bioquímica en el Instituto Tecnológico de Zacatepec, pero no tenía quien cuidara a mi hijo, era madre soltera y no había ningún familiar o vecino que me ayudara, así que no pude continuar, necesitaba encontrar un trabajo que me permitiera estar en casa.
La crianza de su pequeño hijo le impuso muchos retos y la llevó por caminos difíciles, pero que el día de hoy le permiten ingresos.
Su incursión en las artesanías fue por necesidad:
“Mi hijo Osiris iba a cumplir un año y no tenía dinero para celebrarlo. Le hice un disfraz sencillo y su piñata de Mickey Mouse. Se la hice de periódico, forrada con papel crepé. No recuerdo muy bien cuánto fue lo que gasté, pero no fue una fiesta grande. Su abue le compró un pastel y celebramos con algunos de sus primitos, lo bueno fue que se divirtió”.
A Merari le gustó cómo quedó la piñata y se interesó por este producto. Comenzó a ver tutoriales, a practicar y en la actualidad realiza todo tipo de piñatas, por lo general, personalizadas, es decir, de personajes que no se encuentran en los negocios o que requieren algún detalle en especial.
Hace las típicas de ‘tambor’, desde las más sencillas que se hacen en un par de horas, hasta las más complicadas que le llevan hasta cuatro días. Como base utiliza globos, cartón, unicel; se forran con papel crepé, papel de china o se pintan con acrílico.
De entre las piñatas que he hecho recuerda una que le llevó mucho tiempo y le impuso más trabajo:
Fue una figura Shenlong de la caricatura de Dragón Ball Z, de un metro y medio de altura. Me costó mucho trabajo porque nunca la había hecho de ese personaje, y con las características que me la pidieron.
También las piñatas en tercera dimensión son complicadas, llevan más tiempo, más materiales y son, desde luego, más costosas. Éstas piezas son prácticamente esculturas en cartón, con detalles múltiples como pintura, papel de china, etcétera. Son piezas únicas, el cliente sólo me da la idea o a veces una fotografía o algo parecido, pero cuando las estoy haciendo pienso en que le guste al cliente, más todavía, que supere sus expectativas porque sé que de eso depende que me recomendé con otros clientes,
A parte de esa piñata, no le han pedido nada extraño, aunque algunas clientas le han comentado que no es correcto que haga catrinas, porque piensan que son «la santa muerte» y las asocian con algo maligno.
Trabaja y ha trabajado mucho en piñatas porque son un producto que ella vende con regularidad y eso le permite tener un ingreso constante.
Sus clientas la recomiendan con otras personas, y así se ha hecho de una cartera que cree más y más, porque su trabajo es muy bueno.
Sin embargo, si bien las piñatas le “dan para comer”, ella elabora, sobre pedido, esculturas hechas en cartón y trabaja en proyectos especiales con otros artesanos y colectivos.
La cartonería y más
Las piezas de cartonería de Merari son, por lo general, con mucho movimiento y con detalles, eso las distingue.
Recuerda que cuando iba en la preparatoria conoció a Shua y a Tania Morales, integrantes del taller Almorales, que dirige el maestro cartonero Alfonso Morales Vázquez.
Ellas me contaban que su papá era cartonero y me invitaron varias veces a su casa en Tlatenchi y vi cómo toda la familia trabajaba la cartonería. Llegue a conocer algunas de sus obras que me parecieron espléndidas.
En el año 2010 el maestro Alfonso Morales impartió un taller de alebrijes en el kiosco de Jojutla y desde luego que me inscribí.
Quedé encantada con la cartonería y seguí practicado.
Años después, mientras vendía pulseras en macramé y aretes de alambre de alpaca en el Jardín Borda en Cuernavaca, me enteré que había un taller de elaboración de catrinas y me inscribí.
Con el tiempo y con tutoriales de YouTube fui practicando y mejorando mi técnica. Me considero mayormente autodidacta.
Según Merari, en este oficio es muy importante la perseverancia, pero también la autocrítica. La pieza debe quedar muy bien hecha. Uno se debe poner en el lugar del cliente: ¿ese trabajo vale lo que están pidiendo por él? ¿Vale la pena?
En el caso de las piñatas, tampoco se trata de cualquier manualidad: ¿le alegrará la fiesta al niño a la niña? ¿Se va a sentir triste porque no se parece al personaje escogido ?
“La celebración de un cumpleaños abona mucho a la autoestima de un niño y por ende me siento comprometida a entregar un buen resultado”, explicó la artesana.
Para Merari, una pieza debe enseñar: quien la hace está poniendo algo suyo en la pieza y, por ejemplo, el niño que la recibe debe aprender de ella: textura, proporción, movimiento; el niño va a jugar y lo fa a disfrutar, pero también va a aprender.
Si el niño es quien realiza la escultura, como actividad lúdica también aprender, se desarrolla, controla, distingue; la artesanía no sólo es un producto para venta, es también un objeto de enseñanza, una herramienta para aprender y enseñar.
Sus trabajos son valorados y ha vendido a algunos extranjeros: a unos canadienses que asistieron al festival de día de Muertos en el Jardín Borda y a un norteamericano que le gusto una pieza que llevaba yo en mi mano, durante el recorrido de los alebrijes monumentales en la Ciudad de México.
Los monumentales
Aparte de las catrinas y artesanía de temporadas, Merari ha colaborado con artesanos y colectivos en proyectos diversos.
Ha impartido talleres de elaboración de catrinas con estructura de carrizo en el Ticumán de Tlaltizapán, con la maestra Rosi Villalba cartonera de Tlaquiltenango.
El año pasado trabajó en el arco de bienvenida, que fue elaborado principalmente con detalles de cartonería, en honor a la Virgen de la Candelaria, en el marco de la feria de Tlaquiltenango.
Asimismo, participó en la elaboración del judas que se hizo para la celebración de la conclusión de la Semana Santa.
También dijo que está buscando un taller de elaboración de piezas monumentales porque siempre le ha impresionado ese trabajo; ha colaborado en la realización de algunas, pero quiere aprender más.
“Me encantaría tomar un taller y aprender a hacerlo, es parte de mi meta realizar trabajos monumentales”, platicó.
Relató que es muy inspirador e impresionante el desfile de alebrijes que se realiza cada año en la Ciudad de México porque se poder ver en vivo las diferentes técnicas de los artesanos. En 2010, que se celebró el Bicentenario de la Independencia de México, asistió al desfile y le gustó mucho, me impresionó el tamaño de los alebrijes monumentales y ver que tantas gente y tantos colectivos se dedicaban a la cartonería ya sea como parte de alguna materia universitaria o como profesión.
Para ella, en cualquier manualidad o artesanía se necesita planear, un método para realizarlas, optimizar recursos y tiempos. En el caso de las piezas monumentales es mucha la inversión y riesgo, y se debe planear muy bien porque existe el riesgo de que el cliente no quede satisfecho o que no se entregue a tiempo, esto último es algo que ocurre con frecuencia y a veces son festivales o fechas con días y horas fatales.
Siento que no tengo un estilo porque sigo aprendiendo, veo fotos de mis trabajos anteriores, no se parecen a los de ahora y eso es bueno, quiere decir que voy mejorando, puntualizó.
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