Las sombras de Javier Solís

Natanael Gómez. Foto cortesía

Natanael Gómez. Foto cortesía

Por Máximo Cerdio

Jojutla, Morelos; 13 de marzo de 2023. Natanael Gómez tiene la voz de Javier Solís.

Le han llamado, de manera despectiva, “imitador”, pero él ha contestado que no, que tiene la misma tesitura que Javier Solís.

“Hay muchos y muy buenos imitadores de Pedro Infante, de Juan Gabriel, de José Alfredo Jiménez, pero imitar a Javier Solís es imposible. Yo tengo un don innato y, en todo caso, lo interpreto”, afirmó.

A muchos les ha pasado que, cuando lo escuchan, suponen que está haciendo playbag, pero si se revisan los videos que hay en sus redes sociales, este cantante que radica en Ciudad Juárez, Chihuahua, tiene una voz casi idéntica a la del Rey de bolero ranchero.

En el repertorio que se puede ver y escuchar en sus dos plataformas (https://www.facebook.com/natanaelgomezoficial yhttps://www.youtube.com/@natanaelgomez-lavozdelasso3408) hay interpretaciones de Javier Solís y covers de otros artistas y temas inéditos.

El 5 septiembre de 2017, Natanael subió un video casero a YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=RsNLi3So6oI) con el que hasta la fecha ha logrado 46 mil 246 vistas. Allí se puede observar al cantante con una playera azul y pantalón oscuro, dentro de una habitación descarapelada. Desde la ensombrecida habitación relampaguea su poderosa voz como si se tratara del mismo Javier Solís, interpretando una de las canciones más emblemáticas: “Sombras” (o “Sombras nada más”), originalmente un tango compuesto entre 1933 y 1944 por José María Contursi.

En otro video subido el 25 de enero de 2021, hay 177 mil 458 visitas. Natanael canta “Sombras”: https://www.youtube.com/watch?v=S_yZZgmetxE

Si se busca, hay escasa información sobre este intérprete, esta es la primera vez que da una entrevista telefónica larga, en la que contesta detalles de su vida.

Natanael Gómez Saucedo nació el 23 de junio de 1976, en Culiacán, Sinaloa, pero desde hace años radica en Ciudad Juárez, Chihuahua, en donde realizó sus estudios, desde la primara hasta la preparatoria, y aquí siguió viviendo.

Como su ídolo, el Yaqui Romántico, tuvo muchos oficios desde pequeño; algo que le gustaba mucho y a lo que se dedicó bastante tiempo fue a la electrónica, reparaba todo tipo de aparatos eléctricos, electrónicos y electrodomésticos, pero también fue vendedor, y desempeñó muchos oficios más, el último fue como empleado en una agencia aduanal.

Natanael Gómez S. Foto cortesía

Natanael Gómez S. Foto cortesía

Hace aproximadamente 12 años comenzó a cantar y desde hace 8 años, se dedica de lleno a este oficio: cantante.

El nombre artístico con el que se presenta es Natanael Gómez La voz de las sombras, como un homenaje al Señor de las sombras, como también presentaban a Javier Solís.

“Yo decía nomás que era Natanael Gómez, y en una ocasión iba a cantar en el palenque de la Feria de Aguas Calientes, y un empresario me dijo que necesitaba yo un lema o pseudónimo. Le respondí que no, que Entradaasí nada más. Días después, me propuso que me presentara como ‘La voz de las sombras’, y sí me gusto. Me aclaró que esto era una propuesta de Lorenzo Negrete y yo la acepté con gusto y agradecimiento”.

Va a donde lo llaman, dentro y fuera de Chihuahua. Se ha presentado en escenarios como el Palenque de Aguascalientes, alternando con Lorenzo Negrete, nieto de Jorge Negrete.

Recientemente tuvo una presentación en el Auditorio Autlán, en Autlán, Jalisco ante 400 personas.

También ha cantado en diversos escenarios, en Colombia.

Se sabe todas las canciones de Solís, por eso afirma que ninguna es igual y hay algunas que presenta mayor dificultad:

“Entre las canciones más difíciles de interpretar está ‘Tu mirada’, porque tiene mucha media voz y ‘Que se mueran de envidia’, por el tipo de arreglos”.

Natanael Gómez. Foto cortesía

Natanael Gómez. Foto cortesía

Desde joven descubrió que tenía una voz privilegiada

Natanael platicó que desde que era pequeño le gustaba la música, su padre. Desiderio Gómez, cantaba y tenía buena voz, y su abuelo materno, Antonino Saucedo, tenía una voz parecida a la de Pedro Infante.

A los 8 años estaba jugando en su casa y en el cuarto de su hermano mayor (RIP) escuchó una canción que le gustó. Cuando salió, le preguntó cómo se llamaba y su hermano respondió: ‘Sombras’ y el cantante se llama Javier Solís, y le enseñó la portada negra del disco en donde se podía ver el rostro del intérprete con sombrero negro de charro; así conoció a quien después sería su ídolo.

“Cuando tenía 17 años compré mi primer álbum de Javier Solís. Puse en el tocadiscos “Las mañanitas”, la canté y me salió muy bien, desde ese momento me puse a escuchar y a cantar como él. Cinco años después, cuando tenía 22 años, gané un concurso de aficionados local, con la canción ‘En mi viejo San Juan’”.

Natanael también dijo que nunca ha estudiado canto, su talento es nato:

“Estuve cantando un año con el mariachi Arriba Veracruz, en la Ciudad de México, y eso me ayudó a tener más potencia en mi voz y a cantar con el diafragma. Dure poco, pero me sirvió mucho. Regresé a Ciudad Juárez porque la dinámica de los músicos es muy distinta, viven de otra manera; yo no soy músico, Además, cuando formas parte de la agrupación no eres tú, perteneces a la agrupación, yo quería otra cosa, y me tuve que separar. Intenté aprender a tocar la guitarra, pero al poco tiempo la dejé”.

Natanael también interpreta canciones que Javier nunca pudo grabar, por ejemplo “De qué manera te olvido” (Federico Méndez) y suenan como si Señor de las Sombras las cantara, también está grabando canciones inéditas, como «Mundo Nuevo», de Bilma Márquez.

Reclamó que en el negocio del espectáculo haya pocas personas (la familia de los Aguilar o de los Fernández, entre otros) que deciden quién triunfa y quién no, tengan o no talento, pero que así es la carrera de un artista, de constancia y sacrificio.

Cartel Javier Solís. Redes sociales

Cartel Javier Solís. Redes sociales

La sombra del nombre

¿Tener esta tesitura de Javier Solís, interpretarlo, que te ubiquen con esa voz y ese estilo no te pesa?

“No. Estoy convencido que este es un don, yo no lo pedí, nací con él. Interpretar a Javier Solís me ha permitido dar felicidad a las personas. En una ocasión fui a cantar a un lugar y un señor se me acercó con un cuadro de Javier Solís de cuerpo entero  y me pidió que yo se lo firmara, le dije que no podía poner Javier Solís, porque no era él, y el señor me dijo que lo sabía, pero que pusiera mi nombre en el cuadro porque no era Javier pero sí era su voz. En el aniversario luctuoso, en 2019, en el Panteón Jardín, de la Ciudad de México; conocí a la primera esposa de Javier, Socorro González Álvarez, y sus primeras hijas: Camelia y Fabiola Siria González, quienes posteriormente me invitaron a su casa en Guadalajara, Jalisco, para convivir. Interpretar a Javier Solís me ha permitido ganar dinero para mantenerme y mantener a mi esposa y a mis hijos. Y, además, tengo proyectos personales, para grabar temas nuevos, muchos inéditos”.

Javier Solís. Redes sociales

Javier Solís. Redes sociales

De cómo sacaron el fantasma de Pedro Infante de la garganta de Javier Solís

Como se sabe, Gabriel Siria Levario nació el 1 de septiembre de 1931 y murió el 19 de abril de 1966. Fue el primero de tres hijos de Francisco Siria Mora, panadero y carnicero, y Juana Levario Plata, comerciante.

Su biografía es muy conocida y se puede encontrar con poner su nombre y presionar “Enter”, de toda esta información, vale la pena destacar algunos aspectos:

En sólo 10 años, grabó 320 canciones (un álbum por mes) y participó de 33 películas (en 1960 hizo su primera película, «El Norteño»). Realizó giras por Estados Unidos y otros países del mundo.

Pedro Infante murió el 15 de abril de 1957, y esto tuvo mucho que ver con la fecunda carrera del Señor de las sombras, ya que los empresarios querían aprovechar para poner a Javier en el lugar de Pedro Infante.

Sin embargo, el problema era el propio Javier, que no tenía un estilo, imitaba a Pedro Infante.

En el volumen II, de El Señor de la Sombras. La vida de Javier Solís, José Felipe Coria documenta que si bien en 1958 Javier había conseguido un contrato exclusivo con la empresa Discos Columbia de México S. A., por recomendación de Felipe Valdés Leal; en razón de que no lograba un estilo propio, le dieron un ultimátum: le rescindirían el contrato si no conseguía un disco verdaderamente importante.

Valdés Leal sólo tenía una canción: “Llorarás, llorarás”, y pidió ayuda al arreglista Pedro Rafael Carrión.

En el estudio, Carrión se sentó al piano. Frente a él, la última partitura que tendría Javier. Tarareó la pieza y sin dejar de descansar las manos en el teclado, con la cabeza le señaló la letra Javier, dándole una especie de indicación que él iba anotando sobre los versos: ganchitos para arriba, curvitas, rayas, su forma de entender cómo debía interpretar, cómo tenía que subir o bajar el tono.

-Pásamela otra vez, maestro – le pidió Javier con cierta tensión en la voz. Quizás sabía que entre las corcheas, las fusas y las semifusas del pentagrama, se escondía el enigma de su futuro, aunque él no lo comprendiera.

Carrión tocó la pieza de nuevo, tarareo determinadas partes, apuntó un tono y escuchó la interpretación de Javier, que minutos después le hizo un pedido rutinario: quería grabar la canción “antes de que se me vaya”.

Al estudiar la cinta, Carrión confirmó sus temores: era Pedro cantando con otro color de voz. Necesitaba identificar el tono de Javier, y que no se le fuera el mariachi. Pidió a Valdés Leal que le pagará el doble, mejor el triple al mariachi. -Vamos a estar vuelta y vuelta hasta que agarré su estilo.

Valdés Leal accedió.

Carrión hizo un apunte en la partitura y se la entregó al mariachi.

-Olvídate de Pedro -le ordenó a Javier-. Canta como tú.

Procedieron a grabar la nueva versión; lo mismo, era Pedro.

El ingeniero colocó la cinta en la consola en que se apoyaba Carrión. Fijamente vio pasar la cinta y volvió a escucharla, esta vez con más atención. A través del vidrio del vidrio del estudio llamó a Javier, quien ansiosamente esperaba a frente al micrófono. El mariachi también estaba expectante. Con Javier en la cabina, Carrión escuchó, una vez, más la cinta.

-Mira, ahí está Pedro -le dijo en una estrofa determinada. En la siguiente subrayó-: Y ahí estás tú, ya empezando.

La grabaron otra vez, pero la huella de Pedro seguía estando ahí. Otra toma. Carrión escuchaba con atención. La mitad de la canción tenía un estilo nuevo, de otro cantante. Había novedad en esa voz, la misma novedad que meses atrás Valdés Leal percibió en el Azteca. Sin embargo, la otra mitad del número seguía siendo aún Pedro.

Carrión escuchó esta toma varias veces, Javier no sé despegada en micrófono y miraba extremadamente preocupado hacia la cabina, de donde no salía ni un suspiro. Al Escuchar nuevamente la cinta Carreón determinó:

-Pásensela. Pero un montón de veces este pedazo -indicó de dónde a dónde y llamó a Javier-: A éste es al que debes imitar, a éste; a éste imítalo, ándale. Imítalo.

Javier puso una tensión con lo de colegial burro que busca la aprobación del maestro. Valdez Leal miraba Carrión con incredulidad. Carrión, tranquilo, estaba un paso de solucionar el problema, había identificado el tono de la voz de Javier. Nomás faltaba espantarle el fantasma de Pedro.

Una nueva toma. Le falló a Javier por detallitos, pero ya estaba consciente de dónde había fallado. No pudo ocultar una contagiosa emoción.

-Ya mero, ¿verdad?

Carrión le pidió cambios en compases muy precisos y Javier reconoció:

-Ahí me parezco a Pedro. -Inmediatamente repasó la canción.

Carrión se dispuso a grabar de nuevo.

El ingeniero colocó en stand by una nueva cinta, midió los niveles del volumen hizo el conteo previo a la grabación.

-Tres, dos… uno, preparados…

El mariachi entró con exactitud marcada. Javier cantó ya sin las dudas. Carrión escuchó la nueva toma:

-Perfecto –pensó.

Se la hizo escuchar a Javier. A partir de ese momento Pedro era Pedro y él, por fin, había nacido como cantante. Carrión le confirmó con una frase alegre:

-De hoy en adelante imita este señor en todas sus canciones.

Habían transcurrido más de cuatro horas, pero Javier Solís ya existía. Después de pagarle al mariachi, Valdés Leal tomó la cinta:

-Esto es un hit –declaró.

Javier Solís muy joven. Foto de redes sociales

Javier Solís muy joven. Foto de redes sociales

La deuda con Javier

No sé exactamente desde qué fecha comencé a escuchar a Javier Solís. Me recuerdo de niño en el racho del abuelo Alberto, frente a la radio de pilas (no había electricidad) oyendo “Sombras”, “Payaso”. También escuchaba a Pedro Infante y a Jorge Negrete, pero Javier era otra cosa: su tono de voz, su fuerza, su versatilidad.

Pasaron los años y en la casa, los viernes comenzaba la fiesta con mis tíos, mi madre e invitados del barrio. Se escuchaba música de todo tipo y, desde luego, Javier Solís.

En la radiodifusora se anunciaba un programa especial del Señor de las Sombras, de lunes a viernes a las 4 de la tarde. El locutor ponía un fondo con varios fragmentos de canciones del intérprete, en seguida, hacía la presentación: “Con ustedes, el Rey del Bolero Ranchero; el señor Javier Solís” La voz aterciopelada del cantante se desplazaba en el silencio: “Quisiera abrir lentamente mis venas/ mi sangre toda verterla a tus pies…”

Esta estación de radio se localizaba en la avenida central, al lado de un cine denominado Chiapas 70. Desde el pasillo para entrar al cine y desde la banqueta de a la avenida se podía observar, a través de un cristal muy grande, parte de la cabina del locutor.

No me perdía un solo programa y escuchaba atento la media hora de canciones y comerciales.

En una ocasión, mi tío llevó a la casa un póster de Javier Solís. Estaba solo, de cuerpo completo, vestido de charro negro, con botonadura de plata y sostenía un sombrero de charro, negro también.

Cuando asociaba al cantante con la imagen del cartel se me hacía gigante, como de dos metros o más.

Un día del año 1972, se me ocurrió ir a la radiodifusora para conocer en persona al Señor de las Sombras. Imaginé que de lunes a viernes llegaba y cantaba cinco o seis canciones de rigor y se iba.

Estuve desde las cuatro hasta las seis de la tarde, sentado en la banqueta del cine, esperando verlo cantar. Jamás llegó. Regresé a casa muy decepcionado. Cuando conté mi anécdota a mi tío; él, con, con una sonrisa burlona me dijo:

-No seas pendejo, son programas grabados. Además, Javier Solís murió hace más de seis años.

Conforme fui creciendo, mi gusto e interés por el bolerista creció. Lo escuchaba en las calles, en las cantinas. Compraba sus discos LP. Me gustó uno en especial, Españolerías, con letras de Agustín Lara, en donde interpreta una de las canciones más poéticas del Flaco de oro: Silverio Pérez.

En esta canción Lara le dice a Silverio (y Javier lo canta) “diamante del redondel”. “Silverio, torero estrella, el príncipe milagro de la fiesta más bella”. “Monarca de trincherazo, torero, torerazo, azteca y español”.

Javier Solís

Javier Solís

En aquella época desde luego no existía las conciencias de cristas y la fiesta brava se consideraba un arte, y al torero un artista.

Mi acercamiento a la poesía fue por medio de las canciones del Señor de la sombras. En Las rejas no matan, de Tomás Méndez, una imagen como un relámpago: “Auroras que son puñaladas…” No entendía qué estaba contenido en esa frase, pero me atraía sobremanera; el misterio se develaría más de 25 años después, caminando en la Ciudad de México, a eso de las cinco de la mañana por la avenida División del Norte.