El pitero de tecuanes
Por Máximo Cerdio
Jojutla, Morelo; 5 de septiembre de 2022. Pablo Paredes Ocampo, coordinador del grupo de tecuanes de Tetelpa y pitero desde hace más de 37 años, dijo que es necesario que los niños y jóvenes se integren a la danza en los diferentes grupos de las distintas comunidades, para que la tradición continúe porque siempre hay riesgo de que se pierda por la falta de un integrante, como ocurrió en Tlatenchi, por la muerte de Mario Ortiz Flores, pitero del grupo de Tecuanes de esa comunidad de Jojutla.
El maestro Mario Ortiz Flore falleció el 14 de marzo de 2021, y el grupo se había quedado sin pitero por varios meses, hasta el 7 de septiembre que tenían un compromiso y pidieron a Pablo Paredes que los acompañara y éste aceptó.
Desde ese día a la fecha, Paredes Ocampo y su hijo Diahngo Paredes, han apoyado a sus compañeros de Tlatenchi y desde luego, a los de Tetelpa, en donde están sus orígenes.
Continuando la tradición
En entrevista y en víspera de la fiesta de la Concepción que se realizará el 7 y 8 de septiembre en esa comunidad, explicó que junto con su hijo han estado trabajando en la tarea de rescatar los sones y los diálogos de los tecuanes.
“Como todos los tecuanes, nuestra responsabilidad es pasarle a nuestros hijos, nuestros hermanos, a nuestro pueblo nuestros conocimientos para que la tradición continúe. Mi hijo Diahngo Aurelio Paredes y yo estamos apoyando a los tecuanes de esa comunidad; él sabe, se formó en la tradición, aprendió viendo y escuchando, como todos nosotros, trae en la sangre la tradición y la danza”.
Básicamente la danza del Tecuán es la representación de la cacería del tigre o del jaguar o del chamán, cada comunidad incorpora sus variantes, por eso no es lo mismo la danza de tecuanes en Tetelpa que en Tlatenchi.
Los personajes tienen temáticas similares, aunque cada actor o danzante le da su estilo. Por ejemplo, el Varañado, que es un ermitaño, es un personaje místico, travieso, curioso.
En esto está de acuerdo Fernando Mendoza Alemán, coordinador de un grupo de tecuanes de Alpuyeca, quien aseveró que en el caso de los tecuanes de su grupo, se distinguen por usar trajes coloridos, máscaras vistosas, simulando a personas con problemas de la piel, con puntitos, por estar expuestos al trabajo.
“Nuestros tigres llevan colas gruesas y largas y con eso se defienden y atacan. Nuestro Gervasio tiene una máscara con una cabellera hecha con crin de caballo y actúa como un ermitaño, como un loquito”.
Los sones
Pablo Paredes relató que en Tetelpa se tocan siete sones de avance de baile más otros seis o siete también para el desarrollo de la danza, incluyendo al Venado, al Varañado, al Tirador, al Rastrero, avances de este Mayeso con Salvadorchi; luego el baile de los Vasallos, el enfrentamiento con el tigre. Son aproximadamente catorce sones entre los de baile y los del desarrollo de la danza.
En Tlatenchi puede ser más o menos lo mismo, con sus variantes, y en eso se está trabajando. Hasta hace unos meses habían rescatado cinco sones y habían afinado los díalogos en náhuatl.
El pitero
Dentro de la danza de los Tecuanes en Morelos, el pitero, es decir, el músico que acompaña con un tamborcillo y una flauta (pito) a los danzantes en sus coreografías o sus formas, es una pieza fundamental.
Fernando Mendoza Alemán explicó que ellos tienen dos piteros: Nicolás Mendoza y Alexis Castañeda, y ya hay niños de 12 años que ya le están dando al tambor y a la flauta para asegurar que la tradición, que se remonta a 1890, no se pierda.
El maestro pitero representa 99 por ciento de la danza, se puede sustituir cualquier personaje de los 16, que son los que integran la daza, pero al pitero no, afirmó Mendoza Alemán.
Pablo Paredes Ocampo lleva más de tres décadas participando en la danza de los tecuanes.
En entrevista platicó que tocar la flauta y el tambor, cuando era joven, no le llamaba la atención. Veía y escuchaba al pitero mayor de Tetelpa, pero como un observador nada más y a veces, cuando representaba algún personaje, lo seguía como todos los integrantes del grupo.
“Hace más de 37 años, en mi pueblo hubo riesgo de que la tradición y la danza se perdieran para siempre, entonces no tuve opción y me dieron las responsabilidad de pitero sin saber nada, sin saber tocar ni la flauta ni el tambor. Lamenté no haber aprendido, lamenté no haberme interesado cuando pude hacerlo, pero tuve que entrarle. Me prestaron una flauta de plástico, de esas que llevan los niños a la escuela y con un balde de peltre y un palo que estaba por ahí tirado comencé a tocar para los tecuanes”.
La música es la vida para la humanidad y eso es lo que hace el pitero. No se trata de escuchar algo bonito para el público que asiste, se trata de un ritual en donde los danzantes y la música se integran, de tal suerte que forman un solo elemento.
Según Pablo Paredes, cada pitero tiene su propia afinación, su propio sonido, sus propias formar de tocar los sones; están dentro de él en armonía con los movimientos del grupo. En la ejecución de la danza del tecuán el pitero está metido en la daza con su música que forma un elemento más que acompaña los movimientos.
“El tambor y la flauta son personajes del grupo. Yo no puedo tocar tecuanis en Tetelpa con el mismo tambor que toco en Tlatenchi. El tambor que uso para tocar en Tlatenchi es mucho más agudo. Los sones tienen otra intensidad, otra velocidad, la flauta suena distinto”, explicó.
Para el maestro Paredes Ocampo, el pitero es un personaje dentro de los tecuanes, no es más ni menos que un zopilote o una perra, el grupo es el grupo y si falta alguno ya no es un grupo, ya no son tecuanes.
El pitero no es el jefe, acompaña. Hay ocasiones en que los propios tecuanes me dicen que acelere, que me detenga. No soy yo el que manda y el que decide. Si me preguntas quién es el personaje principal al que todos obedecemos y que no puede faltar, te respondería que es la música, la propia danza, la tradición”.
Piteros famosos
La muerte de Mario Ortiz Flore pasó desapercibida, su conocimiento no fue continuado, y es por lo general lo que ocurre con los piteros que no enseñan, por diversas circunstancias y razones, lo que saben a las generaciones posteriores.
Óscar Cortés Palma, en su libro Danza de los Tecuanes, documenta varias biografías de piteros famosos, entre ellas destacan las de Fiacro Sopeña y Eliseo Ocampo Sandoval.
Sobre Fiacro (1930, Xoxocotla -2017). Desde muy chico participó en la danza de los tecuanes bailando de Zopilote, «Risueño», de «Viejo rastrero», y de Tecuani o Jaguar.
Mientras danzaba aprendió a tocar los sones de la danza, que interpretaba su tío don Emiliano Sopeña, quien años antes había aprendido la música al escuchar tocar a don Pablo Carpio, quien a su vez aprendió al escuchar tocar a Ramón Sorela años después de la revolución. Es decir la danza de los Tecuanes de Xoxocotla provino del poblado vecino de Tetelpa, según nos contaron don Fiacro Sopeña y don Santiago Sierra. Por eso las danzas de los dos pueblos se parecen en los parlamentos en náhuatl que aún conservan, en cambio se diferencian en la cantidad de personajes que participan y en el tipo de vestuario.
Don Fiacro Sopeña recuerda que la primera ocasión que tocó tenía como 14 años y estaba bailando de Tecuani (Jaguar) y el pitero, estaba Tlahuanqui, palabra náhuatl que significa borracho, así que lo sustituyó y comenzó a tocar desde la salida del pueblo hasta entrar a la iglesia. Y la gente preguntaba: Quién era el que estaba tocando?, ya que como Fiacro Sopeña aún estaba disfrazado de Jaguar, no se le podía ver el rostro.
Desde entonces don Fiacro Sopeña, lleva más de 60 años interpretando las melodías. Al morir su anciano tío don Emiliano Sopeña, Fiacro, joven de 17 años se haría cargo de continuar la tradición.
Don Fiacro Sopeña comenta que durante la mayor parte de su vida trabajó de obrero para una institución dedicada a tapar baches en la carretera a Cuernavaca. Desafortunadamente se quedó ciego a los 50 años de edad y desilusionado ya no quiso seguir tocando, pero sus amigos los danzantes lo animaron ya que sus conocimientos sobre la música, los diálogos y la coreografía de los personajes eran necesarios para conservar esta tradición comunitaria. Así que, emulando a la mitológica ave fénix que resurgiera de sus cenizas, Fiacro Sopeña decidió continuar, animado por sus compañeros los danzantes, quienes lo llevan a donde se va a danzar para que toque y posteriormente finalizado el acto lo van a dejar de regreso a su casa.
Don Fiacro Sopeña y su danza han ido a bailar a más de dos docenas de poblados de los que destacan Chalma, Villa de Guadalupe, Tepalcingo y Cuernavaca. Don Fiacro menciona que mientras pueda va a seguir tocando y que ensayan durante un mes previo a cada una de las dos fiestas del pueblo.y aunque actualmente don Fiacro Sopeña está pobre y ciego, aun así continua tocando la música con su tambor y su flauta en las festividades de su comunidad, san Felipe del 1 al 3 de mayo y la virgen de la Natividad el 8 de septiembre.
Sobre Eliseo Ocampo Sandoval (1930, Axochiapan -2017), explica que le apodaban «El oso». Quería ser pitero de niño, por eso elaboró un tamborcito de cartón. Al ver esto, su padre sintió compasión y lo ayudó a elaborar su tambor. En esos años la danza de los tecuanes estaba en crisis y casi desaparecía, por lo que fue necesario traer maestros y músicos de otros pueblos para que enseñaran los pasos y los «diálogos» de la danza. El pitero que enseñaba la danza del Tecuan a los pobladores de Atlacahualoya, Calmeca y Axochiapan se llamaba Faustino Benítez, pero en una ocasión dejó de venir y posteriormente murió, pero dejó discípulos. En el poblado de Atlacahualoya aprendió su hijo Luis Benítez pero como ya está muy mayor de edad ya no continua tocando, por eso actualmente los sones de la danza de Tecuan de Atlacahualoya son interpretados por piterosaxochiapenses, que tocan obviamente sones axochiapenses. En el poblado de Calmeca se perdió la danza, pero en el poblado de Axochiapan, Eliseo Ocampo apodado «El oso», aprendió los sones pero como era un niño de tan sólo 10 años de edad, y no hablaba náhuatl, no comprendió los diálogos que decían los personajes, que además, ya estaban muy mayores. Uno de esos danzantes mayores que conocía los diálogos era Víctor Mozo Jacinto, quien antes de la Revolución Mexicana ya bailaba de Tecuan y ensayaban en la casa de Juan Daniel alias Juan Chona, como nos comentó su hijo Arturo Mozo Chino. Eliseo Ocampo relató que su carrera musical empezó cuando faltó el pitero Faustino Benítez de Atlacahualoya, así que sus hermanos mayores fueron a solicitarle a su papá que le diera permiso a su hermano para que tocara la música de la danza. Sin embargo, no a todos los párrocos de la Iglesia les agradaba esa danza, fue con la intercesión de su tío Narciso cuando por fin se aceptó que los tecuanes bailaran en el atrio. Después de esto se dio un relevo generacional, Eliseo Ocampo Sandoval, modificó los sones y la coreografía. En sus propias palabras, la hizo más dinámica, un par de años después surgió otro pitero llamado Pedro Jiménez, posteriormente surgió otro pitero llamado Paulino Tajonar Juárez (alias el Pagüis) y así fueron proliferando más piteros hasta sumar cerca de dos decenas, también fueron proliferando los grupos de tecuanes hasta llegar a ser más o menos quince.