Mi nombre es Josué Zetina, soy escritor y conferencista
Por Máximo Cerdio
Cuernavaca, Morelos; 2 de agosto de 2022. Mi nombre es Josué Zetina, soy escritor, conferencista y me dedico a vender mis libros para subsistir. Se me han agotado y necesito apoyo para imprimir más.
Eso es lo que dije a un reportero el viernes pasado, a las afueras de un banco ubicado en el centro, entre las calles de Morrow y Matamoros del centro de la ciudad, lugar en donde ofrezco mis ejemplares de lunes a viernes; los fines de semana me voy a la Catedral de Cuernavaca; también vendo en las rutas. El precio por cada uno es de 150 pesos.
“Necesito dinero para imprimir más y continuar subsistiendo, con la venta de mis libros pago renta, comidas, servicios. Una impresión de mil ejemplares de mi libro me cuesta 30 mil pesos”, expliqué al reportero.
¿Sobre qué escribo? Sobre lo que más conozco: a mí mismo. Escribo mis vivencias con el propósito que la gente salga adelante, de que se quite el límite “no puedo”. Mi objetivo es seguir adelante, ayudar a la gente a cambiar esa mentalidad.
He tenido varios trabajos
En mi vida, he tenido varios trabajos: jardinero en una casa privada, empacador voluntario en un centro comercial, después labore en una empresa donde me desempeñé en varios puestos, uno de ellos fue administrador de redes. También trabajé dos años en Servicios de Salud Morelos, como promotor de salud mental y dando plásticas motivacionales.
“Me dieron oportunidad de vender mis libros en las plazas donde estaba instalada la tienda Liverpool de Mérida, Yucatán, en la de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y acá en Plaza Galerías, en Cuernavaca; mucha personas me contrataban también para dar platicas motivacionales. Pero como se me acabaron los libros no tengo ya ejemplares para vender ni hay ofrecimientos para dar estas charlas”, eso explique a otro reportero en una entrevista que tuve con él en el departamento que rento cerca de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
Soy escritor y conferencista
Mi nombre de pila es Josué Manuel Zetina Espinosa, nací en Cuernavaca, Morelos, el 8 de agosto 1985, soy escritor y conferencista; autor de seis libros: Cuentos Extraordinarios, Memorias y Anécdotas de Josué Zetina, Ejemplo de autosuficiencia, Entre el amor y el deseo está la manzana de la discordia, Las aventuras de Josué: Vivencias Propias y Quién dice que no se puede.
En uno de mis libros expongo:
“He pasado ya por varios trabajos; sin embargo en el mes de enero del año 2007 me di cuenta que realmente no había obtenido un capital económico suficiente para garantizar mi subsistencia; por ello en febrero de ese mismo año, decidí renunciar a la empresa donde trabajaba… para decidirme a formalizar la única vocación que he sentido como la más cercana a mi persona, y que es la de escribir; pero no fue fortuito, desde noviembre del 2006 se me había dado la inquietud por hacerlo y comencé con un pequeño texto llamado Cuentos Extraordinarios, el cual publiqué en esas mismas fechas con un tiraje de 100 ejemplares. Ante este antecedente, ante el hecho de no tener ya trabajo y, ante mi decisión por escribir, en abril del 2007 publiqué un segundo texto, llamado Memorias y Anécdotas Josué Zetina, el cual fue todo un éxito por su tiraje de 1,000 ejemplares, de lo cual me sentía muy orgulloso”.
La tercera persona
Quien me ve caminar por las calles o cuando hablo para ofrecer un libro o dictando una conferencia, puede observar dificultades en mis movimientos y en mi modo de comunicarme verbalmente:
En Ejemplo de autosuficiencia, me pregunto: ¿En realidad tengo parálisis cerebral o es una ficción creada socialmente?
Y me respondo: “Yo creo que no la tengo, que es una invención social –por haber nacido sin las condiciones o habilidades que la sociedad demanda de sus individuos para poderlos integrar o aceptar en su modelo económico, y por ende para poderlos considerar como valiosos o como sujetos válidos para ésta misma-; es por eso que escribí este texto en tercera persona, porque yo no me considero una persona con discapacidad, prefiero hablar de mi amigo Josué refiriéndome a mí mismo como una manera de narrarme desde una posición externa a lo que ha sido mi vida como efecto de una dinámica social que ahí está y sigue estando”.
Lo más difícil es escribir y hablar
El reportero que me entrevistó en mi habitación, frente a su mesa de trabajo, me preguntó qué es lo que en la vida diaria se me dificulta más.
Escribir y leer. En mi laptop puedo tardarme hasta un día escribiendo una cuartilla. Me cuesta hablar, no pensar, pero hablar sí –fue mi respuesta.
-O sea que ¿te estás dedicando a dos profesiones u oficios que de ordinario le cuestan mucho a las personas, pero que a ti te cuesta mucho más por la parálisis cerebral?
-Sí –dije, y sonreí.
¿Además de eso, estás comenzando al revés: muchos escritores se dedican a un oficio a veces contrario al de la escritura, para obtener recursos, y tú te dedicas a escribir y piensas no sólo que vas a sobrevivir de esto, sino que vas a hacer un emporio?
-Sí –respondí, y volví a sonreír, pero en esta ocasión casi me ahogo de la risa (yo a mi enfermedad la hago broma, me burlo).
(“con este proyecto pretendo crear el emporio que tanto he soñado desde mis 5 años de edad: una solvencia económica global para engancharme a mis sueños; tan importantes para mi realización personal, uno de ellos y el más prioritario, tener mi propia editorial para poder difundir mis obras en los mercados más importantes a nivel nacional e internacional”, aseguro en la presentación de unos de mi libros.)
También comenté que tengo un tutor que me asesora en mi carrera de escritor, y que cuando le conté que había dejado mis trabajos con sueldos seguros para dedicarme a escribir para fundar una editorial, difundir y vender los libros de mi autoría en todo el mundo, me dijo: “te vas a morir de hambre”.
Lagunas de las más difíciles barreras
Mi vida ha sido, desde luego, muy difícil, pero nada ni nadie me ha podido detener en mi afán de vivir de la escritura:
Según me contó mi mamá (Doña Áurea), cuando tenía tres años de edad un médico le dijo que yo no podría caminar nunca, que dependería de ella toda la vida. Luego, en una entrevista para entrar a la escuela primaria, el director le respondió a su madre que no podría admitirme porque no aprendería, y además yo sería un estorbo para los alumnos y los maestros.
“A mis 23 años publiqué Ejemplo de autosuficiencia, una autobiografía, donde se puede leer cómo me he enfrentado a la vida, cargando la etiqueta de un paralítico cerebral, discapacitado o como usted le quiera llamar”, afirmé al reportero.
He salido adelante en los términos y las condiciones que ésta (la dinámica social) me ha impuesto, gracias al apoyo de mi madre, del entorno familiar donde crecí, de algunos maestros y de las decisiones que he asumido. Para mí, el único límite es el cielo, porque aquí en la tierra los límites, más que mis propósitos como individuo, son siempre los límites que la propia formación social nos impone, ya sea para ser parte de ella o bien para la realización de las motivaciones personales, expliqué.
En 2013 yo trabajaba en Servicios de Salud Morelos, era yo promotor allí. Llegué temprano a trabajar y estuve platicando con una doctora, en una oficina, ella tomaba su cafecito, y me entretuvo con una plática muy buena. Después me dijo:
-Oye Josué, una pregunta. ¿Tienes seguro, tienes prestaciones?
-Sí.
-Obviamente con otro nombre.
-¿Cómo?
Sí, porque si yo fuera tu jefa no te contrataría, porque tú eres un estorbo, tú estorbas aquí.
La misma doctora, que nunca supe cómo se llamaba, una vez me vio vendiendo mis libros en Liverpool de Plazas Galerías, entonces llegó y se me acercó y me compró un libro y me felicito muy eufórica delante de las personas.
A la semana estuve en una junta estatal, en las oficinas de Servicios de Salud, di una conferencia. Acabando, delante de todo el público, azotó el libro que me había comprado, y me dijo:
-Tu libro es una porquería. No sé quién te dijo que eras escritor. Voy a ir a la plaza donde vendes, para te quiten el lugar porque tú no mereces ese lugar.
Tuve una fuerte depresión y me canalizaron a lo que era el psiquiátrico de la Ciudad de México llamado Fray Bernardino, después que intenté regresar a trabajar a los Servicios de Salud me despidieron. Yo quería demandar, pero mi mamá no quiso.
Esto es algo de lo más difícil que he tenido que superar. A casi una década de aquel suceso, en vez de verlo con dolor o resentimiento lo percibo como una de las tantas motivaciones que han impulsado: “voy por mi séptimo libro, una antología de los mejores capítulos de los seis que he escrito”, le dije al reportero.
Dos momentos de mucha felicidad
Recuerdo dos momentos, entre los más agradables, que he tenido en mi carrera:
Un sábado de 2010 del mes de julio estaba en Plaza Galerías. Un hombre me compró un libro y me preguntó si podía ir a su tienda a las 9 de la mañana, en la Ciudad de México, al día siguiente y cuánto le cobraría. Yo le contesté que sí y le pregunté a qué tienda y el me respondió que al Palacio de Hierro; también le respondí que le cobraría mil quinientos pesos más viáticos.
Llegué al Palacio de Hierro con mis libros para vender y para dictar mi conferencia. El hombre me pasó a su oficina y me dijo que cuánto le iba a cobrar y yo le respondí que lo que habíamos quedado, entonces él me pagó dos mil pesos, quinientos de viáticos, y de broma me dijo: “¡Cabrón, te quieres hacer rico de la noche a la mañana!”.
Después que dicte mi conferencia ante unas diez personas de “tacuche”, los asistentes me llamaron para comprarme libros y dar conferencias en la ciudad de México. Fui hasta Santa Fe.
Y cuando aprendí a conducir un coche. Tengo movimientos involuntarios, por eso no me querían dar una licencia, pero me enseñaron y aprendí a manejar. Ese fue un triunfo enorme.
Los apoyos
También relaté al reportero que he acudió a las instancias del gobierno estatal y en la Secretaría Turismo y Cultura me dijeron que sí me podrían publicar un libro, pero que como se trata de presupuesto federal no era posible que, una vez publicado, me entregaran el tiraje completo para que, por mí mismo, lo pudieran vender y ocupar ese dinero para sobrevivir.
“Voy a estar pidiendo ayuda para editar mi libro. Me pueden depositar o entregar a mí el dinero o al impresor. Me cobra treinta mil pesos por mil ejemplares. Puedo darles los datos del impresor y le pueden depositar a él directamente”, le platiqué al reportero.
Como ya se me van a acabar los libros, mañana comenzaré a subirme a las rutas. No voy a pedir limosna, dictaré una plática motivacional. Cuando terminé daré las gracias y caminaré de frente hasta la parte de atrás, las personas que me quieran ayudar lo van a hacer.
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