La historia del migrante Mario Nicolás Toledo Zaragoza
Por Máximo Cerdio
Nexpa, Tlaquiltenango, Morelos, México; 11 de julio de 2022. En la casa ubicada en la calle Morelos, sin número, yace el cuerpo de Mario Nicolás Toledo Zaragoza, lo trajeron ayer sábado, a las 11:30 de la noche. Fue bajado de la carroza y depositado en el patio de su casa, en donde se había dispuesto una gran lona blanca para guarecer a los visitantes del sol y la lluvia.
Se encuentra en un féretro gris, rodeado por arreglos florales blancos; más allá se distinguen coronas con nombre de funcionarios estatales; sobre una silla de plástico hay un retrato en color del finado.
Alejo Toledo Díaz viajó con el cadáver de su padre desde Highland Park hasta el Aeropuerto Internacional O’Hare de Chicago, voló hasta el Aeropuerto internacional Benito Juárez de la Ciudad de México, luego lo transportaron por vía terrestre hasta su comunidad.
Mario Nicolás y seis personas más fueron asesinados por Robert E. Crimo, el lunes 4 de julio de este año, en el centro de Highland Park de Illinois, mientras observaba con su familia el desfile por el Día de la Independencia.
De la Ciudad de los Vientos también vienen Ricardo Toledo y la esposa del finado, Petra Díaz.
Vecinos, amigos y familiares pasan a despedirse, dejan flores, sus condolencias a las familias, sus lágrimas. Algunos se retiran, otros se quedan a desayunar y a beber refrescos. Debajo de un árbol grande y frondoso, hay dos policías vestidos de azul portando armas largas.
El último recuerdo
El último recuerdo que tengo de mi padre Mario Nicolás Toledo Zaragoza vivo fue de aproximadamente dos meses. Vino a verme a mi casa y se despidió porque iba a ver a mi familia a Chicago, tenía más de dos años sin visitarlos, por la prohibición de viajes por el coronavirus, iba tranquilo, como siempre, nadie imaginaba la desgracia que le iba a ocurrir meses después, relató Francisco Toledo Díaz, entrevistado el 8 de julio en su casa ubicada en Tlatenchi.
Allí también contó que el 4 de julio, como a las 10:16 o 10:20 horas, estaba trabajando, y su hermano le llamó por teléfono desde Chicago: “¡Acaba de ocurrir una desgracia con papá!” le dijo asustado.
Francisco pensó que su progenitor había tenido un accidente: se había caído tal vez. No se enteró hasta después de la verdadera tragedia.
Hace aproximadamente 10 años su padre fue atropellado, su situación de salud fue muy delicada y quedó mal desde ese momento, estuvo en silla de ruedas y después tenía que usar andadera para trasladarse.
Minutos más tarde, le llamaron sus familiares, le dieron pormenores, le enviaron videos y le dijeron que su hermano le había hablado por teléfono herido, sosteniendo el cuerpo de su papá, que había recibido tres impactos de bala y había muerto.
Los pormenores de lo ocurrido
El lunes 4 de julio de este año, 15 integrantes de su familia, incluyendo a su papá y a su mamá Petra Díaz Maldonado, decidieron ir al desfile por el Día de la Independencia en el centro de Highland Park. Llegaron temprano y buscaron un lugar desde donde pudieran observar todo el espectáculo.
Su padre estaba sentado, en medio de la familia, cuando dio comienzo el desfile, observaba los carros alegóricos y se veían contento.
Como a las 10:15 horas, se escucharon disparos y su padre cayó herido de muerte Uno de sus hermanos trató de protegerlo y recibió un balazo que no fue letal.
La demás familia corrió para protegerse; iban dos de ellos con heridas leves. Luego vino el caos, los gritos.
Hubo ayuda solidaria de los paisanos
Desde el momento en le dieron la noticia de la muerte de su padre hasta el día de hoy, Francisco ha estado en constante comunicación con su familia que radica, desde hace varias décadas en Chicago, Illinois.
“Allá en Estados Unidos, mi familia, ayudada por organizaciones solidarias de paisanos, realizó los trámites para repatriar el cuerpo a Morelos. Aquí en Morelos, por la noche vino el licenciado Alfonso de Jesús Sotelo Martínez, secretario de Desarrollo Social, me dio sus condolencias y me entregó un apoyo económico; también me dijo que el gobierno del estado se encargaría de repatriar el cuerpo”, relató.
En Chicago, la Coalición de Migrantes Mexicanos brindó a la familia apoyo, acompañamiento y asistencia legal y se coordinó con las autoridades nacionales, entre otras con la cónsul de Comunidades, Sandra Mendoza, para tramitar la repatriación.
Alfonso Seiva y Manuel Castro, presidente y vicepresidente de esta organización, respectivamente, explicaron en entrevista, que nadie está preparado para estas desgracias y que la familia necesitó la ayuda porque estaba atendiendo la situación del hombre finado y los heridos:
“Éstas son cuestiones legales y de trámites y llamadas, nosotros lo sabemos hacer y los hemos hecho en otras ocasiones, son nuestros paisanos y nosotros le bridamos esa ayuda”, dijeron.
Fue el primero que viajó a Estados Unidos
Francisco Toledo Díaz tiene 55 años, es comerciante y viajó a Estados Unidos con la idea de trabajar y hacer dinero para mandar a su familia y que mejoraran las condiciones de vida:
En mi casa, mi mamá se dedicó a las labores del hogar. Somos ocho: Ricardo, yo, Rufina, Alejo, Fabiola, Gerardo, Josefina y Ángel, pero hubo otros que murieron recién nacidos.
Nos dedicábamos al trabajo del campo, teníamos que alquilar un tractor para preparar la tierra, y mi papá tenía algunas cabezas de ganado y animales de corral.
Conforme fui creciendo comencé a tener necesidades, recuerdo que le decía a mi papá que me diera dinero, si quiera para invitarle un refresco a alguna muchacha, pero no me daba nada: éramos muy pobres y apenas alcanzaba para comer.
Un día un tío mío me dijo que iba a ir a Estados Unidos y yo le pedí que me llevaba y me contestó que sí.
Hablé con mi papá y él no respondió, pero el día que mi tío iba a salir del pueblo mi papá me puso en la mano un fajo de dinero: era mucho, no sabía ni cuánto; había vendido un toro para que yo pudiera viajar. Tenía yo 16 años.
Fui el primero que llegué a Chicago, después mi familia me siguió, incluyendo a mi papá.
Pasamos allá muchos años y después comenzamos a regresar. Aquí en Morelos, vivo yo y mi hermana Rufina, en nuestros respectivos domicilios.
Mi papá y mi mamá se la pasaban acá, con nosotros y viajaban seguido a Estados Unidos con mis hermanos.
Cuando mi padre venía, antes de que lo atropellaran, pasaba por mí y nos íbamos a Nexpa a cazar güilotas (palomas del campo), eso era algo que disfrutábamos mucho, desde que vivíamos en el pueblo.
Cuando nos acompañábamos recordaba que de niño mi papá, un tío mío y un amigo formaron un trío, tocaban música norteña, mi papá tocaba la guitarra y cantaba. Nunca quiso enseñar a cantar o a tocar a ninguno de mi familia.
Perdón
Francisco dijo que está tranquilo, aunque su padre haya muerto.
Toda mi familia es cristiana, fundamos una iglesia en Chicago, mi hermano, el herido, el que me llamó avisándome sobre la muerte de mi papá es pastor. El único que no aceptaba todavía a Cristo era mi padre; pero el viernes 8 de julio, cuando me encontraba orando por él, el Señor me reveló que ya lo había perdonado, que yo no estuviera con pendiente, que estaba con él.
Francisco mandó un mensaje a la mamá del tirador Robert E. Crimo, el joven que asesinó a su padre y a otras seis personas, con quien sus sobrinos compartían colegio y autobús:
Le dijo, por medio de un video, que la familia no le guarda rencor ni a ella ni a su hijo: “yo sé que no fue directamente él, son demonios los que lo motivaron a hacer eso”, afirmó.
El regreso
Mientras esperaba que el cuerpo de su papá llega a Morelos, el día sábado 9 de julio, según le avisaron del gobierno estatal, Francisco platicó que los funerales se realizarían el domingo en Nexpa, y que los restos mortales se enterrarán en el panteón municipal.
Mi padre nunca me dijo que cuando muriera lo enterráramos allá, pero todos en la familia sabemos cuánto quería a su tierra; ese es el lugar donde él nació, donde todo nacimos. Cuando me muera yo también seré enterrado en donde nací, dijo.
El cuerpo de mi padrs estará en nuestra casa, el domingo, ahí recibiremos a las personas que quieran despedirse de él, también tendremos una ceremonia cristiana. Luego, poco antes de las 12 del día, partiremos hacia el panteón municipal donde lo sepultaremos; quiero llevar un aparato de sonido para poner alabanzas mientras avanzamos hacia el camposanto, explicó.
El sepelio
Nexpa Tlaquiltenango, una localidad ubicada a 12.2 kilómetros la cabecera municipal. De acuerdo con Foro México, hasta 2020, tenía un poco más de 500 habitantes, que vivían de la agricultura, la explotación forestal, la ganadería, la minería, la pesca.
Muchas familias, como la de Francisco Toledo, han emigrado hacia diferentes partes de Estados Unidos, algunos regresan, otros pobladores no vuelven más.
En algunas casas se distinguen aves de Corral, chivos, gallinas, vacas y camionetas seminuevas, algunas con placas norteamericanas; también hay construcciones en proceso, tipo norteamericanas.
A las 10:50 Francisco Toledo da comienzo a una ceremonia en donde se leyeron versículos de la Biblia y agradeció a sus «hermanos» su asistencia.
Lo escuchaban más de doscientas personas sentadas en sillas blancas debajo de la lona y en los alrededores de la casita de dos aguas, la mayoría miembros de la Iglesia Cristiana Universal Apostólica de Jesús Pentecostés Asociación Religiosa.
«Estoy triste porque mi padre ya no estará conmigo, pero también estoy alegre porque sé que está con el Señor».
Otro predicador toma la palabra y dice que están ahí para dar fortaleza a la familia y testimonio de la voluntad de Cristo.
A las 13:40 de la tarde los anfitriones sirven mole con pollo y arroz, refrescos, para más de 250 personas.
A las 15:19 horas se realiza una ceremonia de despedida, dirigida por un pastor de la iglesia cristiana.
La gente comenzaba a llegar con más y más flores.
La procesión sale a las 15:40 horas, suben el ataúd en “la troca”. A su paso por las calles, los vecinos desde adentro de sus casas observan en silencio a las más de 300 personas que caminan rumbo al panteón, los transeúntes bajan la cabeza y se quitan el sombrero, con respeto, por la Muerte.
A las 16:11horas llegan al panteón, bajan el ataúd y lo llevan a la tumba donde será sepultado Mario Nicolás, en ese sitio lo esperaba ya la tierra abierta.
Allí, un ministro pronuncia unas palabras bíblicas y un grupo canta alabanzas.
Después, entre varios hombres bajan la caja mortuoria y dos albañiles la reciben para acomodarla en la horma.
Los llantos apagan el sonido raposo de la cuchara del peón bajando una y otra tapa de cemento y pegándolas.
El albañil pone la última de las tres lozas para tapar la caja. La luz entró por la última rendija.
Después, vendrían los lugares comunes de cualquier sepelio: sellarían con cemento y los peones comenzarían a llenar el agujero que, horas antes, habían abierto. No podrían faltar, al último, las flores y coronas.
Allí quedaron los últimos restos de un Mario Nicolás Toledo Zaragoza, de 78 años de edad, hombre quizá poco cariñoso, pero muy trabajador y formal, que estuvo rodeado por sus hijos, que nació y vivió en el campo, que emigró con ellos a Estados Unidos para buscar una vida digna y cuyo cuerpo fue devuelto al lugar donde sus «dos gotita de agua» vieron por primera vez la luz del mundo, donde respiró por vez primera la vida.
“Lo enterramos en esta tumba, donde están sus hijitos, sus hijitas, que murieron recién nacidas, aquí, para que no se sienta solo”, puntualizó Francisco Toledo Díaz.