Logra terminar la carrera primera generación Ciencias de la Comunicación de la UAEM
Por Máximo Cerdio
Cuernavaca, Morelos; 27 de junio de 2022. Buscas a una primera generación verdaderamente “curtida” en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, y vas a encontrar a la de Ciencias de la Comunicación: entraron a la carrera afectados por un devastador terremoto, fueron encerrados más de dos años por un microbio que amenazó con acabar con la humanidad (que aún no se puede decir “huyó”) y, sí, son víctimas y beneficiarios de las políticas de un gobierno que busca transformar de manera profunda a un país enfermo.
Los chayotes de Magú
Con un chayote en lo alto de la mano, ante un auditorio Emiliano Zapata casi lleno y con olor a jabón Roma, Bulmaro Castellanos Loza, advirtió a los egresados sobre los riesgos de caer en las tentaciones del “chayo”, sometidos a las voluntades de los gobiernos y otros intereses, o vivir libres y trabajar el doble o triple para logran una vida digna.
“No hay duda de que este es el sexenio de la transformación, luego entonces, como decimos, si en este gobierno hay claroscuros, por una parte se benéfica y por otra se castiga al periodismo, sea bueno o sea malo, sea bueno cuando apoya al gobierno y sea malo cuando lo critica, he pasado al súper a comprobar cuáles son los métodos que ahora el gobernó aplica para beneficiar a los buenos periodistas, les traje un buen kilo de chayotes, a muy bajo precio, están siendo parte de las facilidades que el gobierno requiere. El chayote tiene que estar barato porque lo va a comprar el gobierno y se los va a dar a ustedes los periodistas”.
Entre risas, el monero Magú también dijo que él no había tenido ningún papel por los estudios que había realizado y sacó de entre las bolsas del mandado un pergamino con su nombre en donde la “HUAEM” le otorgó el título de doctor “Horroris Causa Perdidis” a su persona.
Era de esperarse: las risas se volvieron carcajadas atravesadas por el olor a Roma.
Magú bajó del pódium y se dirigió a la primera fila, donde lo esperaban, sentados, por edades, en sillas con codera roma, Gonzalo Rocha, “Rocha” y Chavo del Toro, los tres, padrinos moneros de la primera generación de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, que, oh, peregrinos, también había pronunciado sus respectivos discursos.
También se designó a un alumno egresado, para hablar en nombre de sus compañeros. En el documento, de puntas superiores romas, que leyó, Humberto García puso énfasis en las vicisitudes que tuvo que pasar con sus acompañaros para poner de acuerdo con los trabajos que tenían que presentar: casi medio año con clases a distancia le complicó la vida. En ocasiones se las ingeniaban para reunirse físicamente en algún lugar, cuya identidad no quiso revelar, cerca de la misma zona.
Después vendrían palabras oficiales de los integrantes del presídium: Marco Antonio Nájera Nájera, secretario del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Estudios Regionales, en representación de Carlos Agustín Barreto Zamudio, presidente del Instituto y director del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Estudios Regionales, Beatriz Alcubierre Moya, directora del Centro Interdisciplinario de Investigación en Humanidades, Akaschenka Parada Morán, secretaria ejecutiva del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Estudios Regionales, Roberto Carlos Monroy Álvarez, secretario del Centro Interdisciplinario de Investigación en Humanidades.
Hélène Blocquaux Laurent, coordinadora de la licenciatura Ciencias de la Comunicación, comparó la carrera de grupo de 64 alumnos con una película con muchos altibajos, dramática al inicio y de terror a la mitad.
En su discurso, firme, la guionista, académica escritora y autora del libro Cuentos de Arena, expuso:
“Para esta historia universitaria ¿qué final le podemos poner? Uno inconcluso quedaría bien para seguir fomentando su mente crítica. Un final inconcluso, me temo que no sea del agrado de nadie. Además, ya entramos en el proceso de acreditación de la licenciatura y se van a molestar la Psic. Parada y el Mtro. Monroy si no salen titulados.
“Por una vez, pongamos un final de corte hollywoodense. No es mi favorito, pero en este caso, un final clásico queda bastante bien.
“Imaginemos la última escena: todos y todas salen felices con su título en mano, orgullosos y agradecidos por su Alma Mater. ¿Porqué no? Después de tantas desaventuras por el camino, va por el happy ending, aunque creo que acabo de encontrar un final aún mejor…
“Qué tal si algunos estudiantes se quedan aquí para hacer una maestría y luego un doctorado y entonces convertimos esta historia en una serie en tres temporadas.
“Lo que vayan a escoger está bien. Siempre sean ustedes mismos y sobre todo sean muy felices en lo que vayan a emprender.
“Por lo pronto, nos seguiremos viendo porque lo del título va en serio.
“Hay todavía varias páginas de flash forward que escribir de esta historia que aún no acaba. Pueden usar pluma o computadora pero tienen que terminarla lo antes posible”.
A las 14: 03 horas del jueves 16 de junio de 2022, las alumnas y alumnos celebraron arrojando el birrete en el auditorio, el cadáver de un periodo quedó en su última bocanada de tiempo, y enseguida salieron a tomarse fotografía con sus familiares y amigos a la explanada de rectoría que ostentó allende sus murallas al nuevo licenciadaje.
Después de las felicitaciones, abrazos y fotografías, continuaría la comida o fiesta familiar en honor del nuevo “Lic.” o “Licda.” en Ciencias de la Comunicación.
La generación curtida
Los chicos y chicas avanzaban aún trémulos por la chinga que les arrimó el terremoto del 19 de septiembre de 2017 hoy en la tumba del ayer y tal vez flanqueado por montes como el Aventino; allí, tuvieron una participación estacada dando ayuda a los damnificados con comida, agua, asistencia médica en diferentes ciudades afectadas en Morelos.
Fueron conmovedoras las imágenes de los muchachos y muchachas en los parques, plazas públicas, centros de acopio participando activamente.
Yace donde reinaba el Palatino y limadas del tiempo las medallas la pérdida material y humana del temblor, de su destrozo, del que aún cicatrices quedan.
El 19 de marzo de 2020, un hombre de 37 años en el municipio de Cuernavaca y de una mujer de 54 años en el municipio de Cuautla de Morelos, importaron el coronavirus de Estados Unidos.
En el Periódico Oficial «Tierra y Libertad» 5835 del día 12 de junio de 2020 se decretaron las actividades esenciales que se podrían realizar en la entidad, mientras durara el semáforo epidemiológico; iniciaron las batallas, la asistencia física a la Universidad no era una de ellas.
El microbio se instaló en la puerta de la casa de los estudiantes de Ciencias de la Comunicación, encerrándolos, y mató a más de cinco mil 300 morelenses, según cifras de la Secretaría de Salud del Estado.
Las chavas y chavos regresaron a clases presenciales a Ciudad Universitaria y a otras sedes el 1 de febrero de este año, una vez iniciado el nuevo semestre del periodo de primavera.
Además del eco de la muerte por el terremoto y el coronavirus, a estos jóvenes les tocó ser víctimas y/o beneficiarios de un presidente de México que desea una transformación profunda de un país que ha resistido más de setenta años de raterías, sumamente grave, podrido y próximo a la sepultura.
También fueron testigos del desenmascaramiento de algunos seudoperiodistas que sirvieron a los regímenes del Partido Revolucionario Institucional y del Partido Acción Nacional, principalmente: Carlos Loret de Mola, Joaquín López Dóriga, Adela Micha, Brozo, blasón de fantasía, entre otros.
También fueron testigos del rompimiento de la española Belinda con el latino Cristian Nodal (bien para los tatuadores, mal para el rostro del muchacho); el salto a la fama de Natanael, la erección de Bad Bunny (o Benito Antonio Martínez Ocasio, como seguramente no le gusta que lo llamen) como el compositor y cantante más escuchado del mundo, entre otras bestialidades.
Sustos, madrazos, enfermedades, sorpresas, amenazas, imbecilidades, todo esto convierte a estos muchachos en una generación “curtida”, que según la Real Academia Española es un adjetivo de uso coloquial que se emplea para designar a quien “tiene experiencia en la cosa que se trata”; por ejemplo: «el boxeador fue vapuleado por un rival más curtido».
¿Qué historias no contaron estos muchachos?
Estos jóvenes trabajarán, si bien les va, como dijo el monero Magú, en lo que estudiaron. Algunos serán periodistas, documentalistas, guionistas; seguramente las complicaciones físicas, emocionales, espirituales, académicas que tuvieron que pasar van a influir en su trabajo.
Una de las egresadas es María Fernanda Cerdio Hernández, quien no quería entrar a la UAEM y terminó el examen de admisión en poco más de una hora: “muy fácil papá. Llévame a desayunar porque tengo hambre”, me dijo en esa ocasión que casi reviento de la muina.
Fernanda terminó la carrera sin el abuelo Germán (aún, doliente, se le llora) que mucho le hubiera gustado tomarse la foto junto a su nieta graduada y junto a la abuela Rosa María. El abuelo y yo llevamos a esta mujercita 21 años a la escuela, desde la guardería hasta la universidad.
A Fernanda le dio coronavirus. Ella me contagió o yo la contagié, no sabemos, el chiste es que nos aventamos casi un mes funesto, recluidos, platicando nuestros efectos, que a la fecha no se muestran, lamentándonos y pensando en que al final no nos fuera a pasar lo Kafka que a Gregorio Samsa.
Como parte de un ritual chiapaneco de familia a Fernanda (que es chiapaneca por derecho de sangre), motu proprio, le leí la cartilla:
“Debes encontrar algo que solamente tú hagas, debes aprender y cultivar algo que te llene más que el dinero o las cosas materiales, debes ayudar a quienes son menos favorecidos que tú, debes honrar la memoria de tu mamá.
“Un título, una vez que lo hallas, es un documento solo, la formación comenzó en la universidad pero continúa, y de una manera más cruda, en la realidad, en la vida: aprende lo que sea, aprende bien, porque todo lo que aprendas te va a servir. Da siempre las gracias cuando te den algo. Cuando te alejes, deja siempre algo construido, algo bueno que sirva a las personas, no para que te recuerden, sino para que eso que construiste siga latiendo”.
En unas horas, Fernanda se va de vacaciones a Italia, y le pedí que si, por causalidad, pasa por el Coliseo de Roma o ya de menos por el “Tibre” o su corriente y sienta su grandeza, su hermosura, se detenga un momento y diga en voz alta este soneto de Quevedo, que yo hubiera querido enunciar apersonado, que está entramado en este texto y que termina levantando los polvos de Heráclito con el alejandrino: lo fugitivo permanece y dura.