La mojiganga para Michelle

Jairo Alarcón Tovar

Jairo Alarcón Tovar

Por Máximo Cerdio

Cuernavaca, Moelos; 6 de junio de 2022. Jairo Alarcón Tovar está construyendo una mojiganga en honor a su hermana Aniel Michelle Blechen Tovar, asesinada el 14 de septiembre de 2020. En esta estructura de carrizo va su voluntad, la ausencia de un ser querido, su memoria, el dolor que le causaron cuando mataron a su hermana de 16 años.

Aun cuando por diez años consecutivos había participado construyendo mojigangas en la fiesta del pueblo, esta vez no tenía ganas de hacer nada, aunque hubieran pasado dos años de que el gobierno prohibió concentraciones para evitar contagios por coronavirus y, por esta vez, el semáforo en verde permitía las celebraciones populares en la calle.

Pero un día se levantó con la mojiganga en la cabeza, fue sin pensarlo dos veces por las cañas a la barranca, las cortó en tiras y las fue uniendo con hilo con chapopote.

Desde la nada, Jairo fue levantando la estructura de bambú, en silencio. En otros años le ayudaron sus amigos del barrio; ahora prefirió trabajar solo, habitado por recuerdos, empujado por una promesa que le hizo a Michelle.

Mientras trabajaba en soledad, la presencia de su hermana fue constante. Dos imágenes sobre sobresalía en esta película que duró 16 años: la imagen del cuerpo, tirado frente a su casa y la de su hermanita, en sus brazos, recién nacida.

“Extraño muchas cosas de ella, como las bromas que nos hacíamos año con año en Halloween y días de Muertos. Mi mamá nos terminaba regañando. El convivir y ver cómo nos tocaba la repartición de los dulces, pelearnos por el sabor del helado. Yo creo uno de los recuerdos más presentes fue la primera vez que la vi recién nacida y la cargué: pensé que se me iba a romper por lo pequeñita que se veía”.

La escultura inició el 22 de mayo, con un manojo de varas, y poco a poco ha ido tomando forma; medirá más de cuatro metros.

Cada quien tiene su modo de hacer mojigangas, Jairo, que aprendió a construirlas viendo y trabajando con sus amigos nativos de San Antón, y que las elabora desde hace más de una década, explicó el suyo:

Se requieren carrizos, que se van a cortar a la barranca de San Antón. Una vez preparados, se cortan en cuatro tiras, para ir construyendo los hombros, las piernas. Con las varas más flexible se elaboran los aros para las diferentes partes del cuerpo.

Jairo Alarcón y Daniel Lara 2017

Jairo Alarcón y Daniel Lara 2017

“La estructura inicia  abajo, las tiras del caña van dentro de los aros; y los aros se van armando desde los más grandes a los más chicos, desde las piernas hasta los brazos. Al principio queda como una choza india y después se va abriendo y amarrando. A cierta altura se pone una parrilla para los hombros, que será el soporte para la cabeza. Una vez armado procedemos a empapelarlo con cartón de las bolsas de maíz o de cemento y después a poner la base, al último se definen los detalles, éstos llevan más tiempo”.

En todo este tiempo en que ha trabajado en las estructura, Jairo se ha sentido mejor, con más ánimo. No tenía nada en la cabeza y poco a poco, conforme fueron pasando los días le agregaba algo más a su obra.

Definitivamente, ver que algo comienza a tomar forma en sus manos lo ha ayudado a sanar, a ponerse bien, muchas veces se ha sorprendido sonriendo con algunos recuerdos de su hermana, cuando por estas fechas comenzaba levantar los carrizos:

“¡Ya quita tus chingaderas, no me dejan pasar”! –le reclamaba cuando lo sorprendía frente a la entrada de su casa, con las varas regadas o con el esqueleto tapando la entrada.

Pero al final, cuando la terminaba, a ella le gustaba como había quedado y la iba a ver por la calle Jesús H. Preciado, de San Antón, bailando, con los chamacos metidos adentro y echando desmadre.

“Mi hermanita era noble cuando quería y a veces de un carácter enojón. Cuando ella veía la posibilidad de ayudar lo hacía. Ella era muy bromista”, recordó.

Jairo Alarcón Tovar tiene 28 años, estudió Criminalística y está por terminar Criminología, nació en la Ciudad de México pero desde que estaba niño vino a vivir al Salto de San Antón, en donde ha crecido y ha hecho su vida; aquí está su familia y sus amigos, en Cuernavaca trabaja en un despacho de abogados.

En un futuro quiere tener su propio estudio fotográfico y ser dueño de juegos mecánicos.

Jairo es autodidacta en muchas activadas de su interés, por ejemplo, elabora maquetas: tiene una colección de juegos mecánicos de feria que no ha mostrado más que a sus amigos, pero que formarán parte de un museo particular que quiere hacer.

Recordó que ha elaborado muchas piezas. La primera fue un marcianito, después un chinelo verde, después chinelos, hice también personajes de videojuegos. He hecho chinelos de calavera, chinelo esqueleto, el guerrero, y de acá a un tiempo me ha dado por hacer esqueletos relacionados con la mitología azteca.

Jairo Alarcón Tovar, Aniel Michelle Blechen Tovar y Carmen Tovar Ortega

Jairo Alarcón Tovar, Aniel Michelle Blechen Tovar y Carmen Tovar Ortega

Las fiestas de San Antón sin las mojigangas no serían tan coloridas y bulliciosas, los muñecos le imprimen alegría, además de que es una diversión para los niños, los muchachos y hasta para los adultos. Cuando tenga hijos les voy a enseñar a hacerlas porque es una tradición muy bonita y muy divertida, explicó.

En Morelos, se da el nombre de mojigangas a muñecos grotescos –o máscaras– que hacen su aparición en algunas fiestas populares y acompañan procesiones.

Tienen su origen en la boxiganga o compañías de bojiganga del teatro ambulante de los siglos XVI y XVII, llegó a México con la conquista española, aunque algunos que saben dicen que en sus notas de viajero por Oriente Marco Polo las menciona y asegura que las vio en China y la India.

En San Antón, las mojigangas son de carrizos, hilo (del que usan los albañiles) con chapopote, engrudo, papel o tela, y pintura; pueden tomar formas de dibujos animados de moda o como en el caso del que realiza Jairo, referirse a la mitología azteca.

El pueblo fue fundado el 23 de mayo de 1427, época en que era conocido como Analco, que significa “al otro lado del río o barranca”; sin embargo, fue hasta 1525 cuando su nombre cambió a San Antón, debido a la llegada de los franciscanos que trajeron consigo a San Antonio de Padua, santo que se convertiría en el patrón del poblado, a quien se le celebra con una gran fiesta el 13 de junio. San Antón forma parte de los 11 pueblos del Señorío de Cuauhnáhuac.

Este año la fiesta, que iniciará el 10 de junio por la tarde, es muy particular porque durante dos años no se hizo ninguna celebración masiva, y también porque han muerto muchas personas queridas en el barrio, por Covid-19 y por asesinatos, entre ellas Michelle, a quien su hermano Jairo le dedicará una mojiganga monumental. El 4 de enero de este año Michelle habría cumplido 18 años.