Ticitl. La partera

 

Yesenia Daniel Ménez

 

Municipio indígena de Xoxocotla, Morelos, México; 8 de diciembre de 2020. En las oficinas del Consejo Municipal Indígena de Xoxocotla, doña Aniceta Estudillo Rojas, es la protagonista de decenas de historias de vida. Menudita y de carácter amable, usa sus manos para acentuar sus palabras pues la voz está desgastada por el tiempo. “A ella yo le corté el cordón umbilical, es mi nieta”, dice esta señora de 81 años  de edad reconocida recientemente como un Tesoro Humano Vivo por la Secretaría de Turismo y Cultura del Estado. Doña Aniceta es partera, practicante de la medicina herbolaria tradicional y de su lengua materna indígena.

El propio presidente del Consejo Municipal Indígena, Leonel Zeferino, fue traído al mundo ayudado por las manos y cuidados de doña Aniceta, así como él, otros 3 mil bebés de Xoxocotla vieron la primera luz con la partera, en uno de los acompañamientos más importantes en la vida de madres e hijos con técnicas que fueron desplazadas y desvalorizadas por la medicina moderna y que hoy están regresando bajo un concepto de “partos humanizados” en donde se permite que la futura madre tenga su espacio y ritmo para iniciar el ciclo de vida.

 

Antes de ir con el doctor hay que ir con una partera

 

Si a un doctor se le tiene respeto en el pueblo, a una partera se le tiene el doble. Los valores tradicionales de los pueblos originarios como el honrar la palabra y el tener respeto a las figuras de autoridad, prevalecen en estos casos en los que la encomienda de las parteras sigue siendo la de ayudar a traer la luz al mundo. Si algo se ha ganado esta señora a sus 81 años de edad en Xoxocotla es el respeto de la gente, y eso es un valor que no muchos logran, sean viejos o medianos de edad, doña Aniceta y otras parteras son honradas con la confianza de las familias para que sus mujeres encintas sean revisadas, palpadas y valoradas por ellas en un ejercicio de amor al prójimo y de fe.

Las curaciones de Doña Aniceta se basan en mucho en la herbolaria tradicional, los males, ella los remedia con tés, de manzanilla, de epazote, de bugambilia, de gordolobo; igual que los cuidados de las mujeres que pronto darán a luz, les recomienda que coman bien y bueno, alimentos frescos, naturales, de temporada.

“Para la picadura de alacrán se muele el ajo y se toma para que no haga el veneno y los tapo con una cobija bien para que suden y rápido se les quita, para el vómito hay que hacer un tecito de gordolobo con bugambilia morada, ojo de gallo, carbón y ajo; para el empacho se les da también el aceite de olivo de mañana antes de que se vayan a trabajar. Yo lavo mis hierbas, las desinfecto, las pongo a secar y cuando las voy necesitando las voy sacando”.

Y de pago a veces recibe un sincero gracias, una aportación económica simbólica, o en especie; a los partos no se le puede programar ni esperar y la partera acude a la casa de las parturientas en la mañana, tarde o noche, haga frío o calor o lluvia y a veces no nace un niño por día o por noche, a veces son dos o tres; los pagos que reciben difícilmente pasarán de 50 pesos.

Dice el profesor de náhuatl Felipe Navarro, de doña Aniceta, que cuando alguien tiene una misión en la vida, hace lo que le toca hacer con gusto y disposición, y así lo hace doña Aniceta porque ella sabe que cuando va a algún parto antes del interés económico está el interés en cuidar de las vidas de la madre y su hijo.

 

Mujeres, dadoras de vida

 

Aniceta niña aprendió de sus ancestras, de su madre y abuelas, cuando ella de chiquita se quedaba en las labores de la casa y tenía que cuidar a sus hermanos. Los partos le daban miedo, era joven, tenía 26 años cuando asistió a la primera mujer, recuerda su nombre y las circunstancias, se llamaba Guadalupe Díaz, y cuando llegó a inyectarla ella estaba sentada en dos sillas porque estaba en trabajo de parto, no hubo tiempo para arrepentirse.

“Me lavé las manos, no tenía material, me encomendé a Dios y ahí se me quitó el miedo y ella fue la que se encargó de decirles a todos que yo le había ayudado y que podía hacer la labor de partera, en aquel tiempo a las señoras les daba miedo ir con el médico, no estaba el (Hospital general) Meana, y sus maridos no querían que las vieran los doctores hombres, antes en Xoxocotla había muchas parteras pero ahorita ya fallecieron muchas. No tenía yo la intención de ser enfermera o médica pero veía que había necesidad de ayudar y ni modo que yo los dejara morir. Siempre tenía que estar lista. Ahora llegan las hijas de esas mamás que yo asistí, incluso sus nietas y otros familiares”.

La Secretaría de Turismo  Cultura del Estado de Morelos entregó un premio económico y el Consejo Municipal Indígena ha apoyado en difundir los saberes de doña Aniceta de la medicina herbolaria en diferentes talleres en donde gran parte se habla en su lengua materna.