Chocolates para Fátima

Mayra Aracely Téllez Padilla

Mayra Aracely Téllez Padilla

Por Yesenia Daniel

Foto Máximo Cerdio

Jojutla, Morelos, México; 21 de agosto de 2020. Fátima de 12 años descansa en el sofá de la sala de una casita que su familia renta en una unidad habitacional casi escondida en el campo; su cuerpecito, manos, brazos y tórax está cubierto de un traje especial; blanco, pegado a su cuerpo, como una segunda piel que le protege de cualquier virus o bacteria.

El relato que su mamá cuenta es una especie de película que se reproduce en la mente de la niña y las lágrimas se sueltan, movidas al escuchar la angustia y tristeza, “no te preocupes, voy a estar bien, ya no llores mami, ya no me duele mucho, no me vayas a regañar”, le decía Fátima a Mayra, cuando la recostaron en la cama del hospital Meana en Jojutla en donde sólo le alcanzaron a poner compresas de agua y le aplicaron medicamento para el dolor; la familia sabría después que las quemaduras que sufrió eran de segundo y tercer grado y que debido a la gravedad del caso no podía ser atendida en el Hospital Meana de Jojutla, su traslado era urgente.

El accidente ocurrió el 5 de julio, unos primos de la Ciudad de México llegaron a Jojutla, se reunirían en la casa paterna de Fátima, en Panchimalco; Mayra Aracely Téllez Padilla, su mamá, estaba de servicio, ella es policía auxiliar adscrita en el municipio de Jojutla, con 1 año y 6 meses de servicio público.

Mayra acomoda sus palabras en una especie de rompecabezas tratando de entender lo que le pasó a su hija, aunque el asombro no sale de ella, “¿en qué momento, cómo pasó esto, por qué a ella, por qué se quemó tanto?”; su trabajo de policía la obliga a dejar a sus 3 hijas organizadas y al cuidado de vecinos, algunos familiares y su pareja sentimental, los turnos son de 24 horas; cuando pasó el accidente de Fátima, Mayra estaba de servicio.

Los primos de México, más pequeños que Fátima, habían llegado, era verano, vacaciones y el encierro de la pandemia le animaron a ir a buscarlos a la casa de su papá, Fátima por ser la más grandecita, organizó una fogata en el patio, compró una bolsa de bombones para asar; nadie entiende la facilidad con qué encontró alcohol en una botella en la casa de al lado, misma que usó para iniciar la fogata; ese día, relata Mayra, era un día con vientos y la niña traía el cabello suelto, el fuego le atrapó la cara, el cabello, las manos, los brazos y el pecho que había sido salpicado de alcohol, y en instantes se vio inmersa en un ardor indescriptible.

“La vi tan quemada pero tan quemada, desesperada; una desesperación que ella tenía, que ella quería que le soplara, que le soplara y que le soplara; yo le decía que no le podía soplar porque la podía infectar; en el Hospital no les estaban haciendo nada, la encontré en Urgencias sentada, me dijeron que no le podía hacer nada porque no tenían el equipo necesario para atender esto”.

El accidente ocurrió un domingo, Fátima fue atendida por el médico de guardia, la familia y el personal del hospital buscó un centro hospitalario que la pudiera recibir, ninguno en Morelos tuvo la capacidad de atenderla, para Mayra era desesperante e hiriente que le dijeran que tenía que esperar al otro día que fuera lunes, mientras veía con impotencia a su hija llena de llagas y llorando.

A pesar de que los policías son trabajadores al servicio del Estado, no tienen seguridad social, cualquier situación de salud que padezcan ellos o su familia tendrá que ser atendida por el programa público de salubridad o buscar un hospital o servicios médicos particulares que raramente son absorbidos por el Estado.

Fátima

Fátima

‘Ayúdenme a buscar un Hospital’

El accidente de Fátima ocurrió aproximadamente a las 20:30 horas y no pasó mucho tiempo para que Mayra fuera avisada por la familia de su ex marido y papá de Fátima, de lo que había ocurrido, cuando ella llegó al Hospital y encontró en Urgencias a su niña fue una imagen desgarradora, tanto por el daño que el fuego ocasionó a la niña como por ver que médicos y enfermeras hacían poco para calmar su dolor.

“‘Ella se empezó a hinchar y a llenarse de vejigas, la niña me decía ‘ya no aguanto, ya no, ya no’, y mi miedo era que dejara de respirar. Llamamos al Hospital del Niño y no, y así a otros en Cuernavaca, los médicos en el Meana me dijeron que teníamos que esperar hasta el otro día porque era fin de semana y era noche y en esos momentos nadie nos iba a responder. La que nos ayudó a conseguir el Hospital para Quemados en la Ciudad de México, fue la trabajadora social que llegó al otro día como a las 7:20 de la mañana, ella vio las fotografías y habló con el Instituto Nacional de Rehabilitación, a las 10 y media salimos del hospital de Jojutla y a las 12 ya estábamos llegando a la Ciudad de México y luego luego la pasaron, antes le tuvieron que hacer la prueba del covid a mi niña”.

Lo primero que los médicos le hicieron a Fátima fue una limpieza de sus heridas, el médico confirmó a Mayra, que Fátima estaba en estado grave y tendría que ser ingresada a Terapia Intensiva, sus quemaduras habían sido de segundo y tercer grado en cara, tórax y extremidades que requerirían más de una cirugía, afortunadamente los daños por el fuego no llegaron a sus vías respiratorias.

Por supuesto que la atención médica en el Hospital en la Ciudad de México no fue gratuita, Mayra gastó sus ahorros que había juntado para pagar un curso en la Academia de Policía buscando ascender a un mejor salario y plaza; además algunos familiares le cooperaron para pagar la cuenta del Hospital que ascendió a más de 23 mil pesos aproximadamente, Fátima estuvo internada por un mes aproximadamente.

A esos gastos habría que sumarle el costo de pasajes del autobús y los alimentos, aunque Mayra relata que debido a su situación económica trataba de gastar lo menos posible, apenas una botella de agua si había necesidad, o un tamal o torta afuera del Hospital; el presidente municipal de Jojutla, Juan Ángel Flores, se comprometió a absorber parte de esos gastos.

La situación se complica por la pandemia del covid

Cuando llegó al Instituto Nacional de Rehabilitación, a Fátima le hicieron la prueba de covid19 para poder ingresar, esta prueba tenía que habérsele hecho en Jojutla, le dijeron a su mamá. Por la pandemia, los albergues que pueden usar los familiares de pacientes estaban cerrados, Mayra iba y venía cada dos días aproximadamente de Jojutla a la Ciudad de México, pero la angustia no la dejaba en paz, sentía que cuando la dejara le hablarían en cualquier momento para notificarle lo peor, “ya no me la van a entregar, ya no”, pensaba.

Mayra imagina el sentimiento de culpabilidad de su niña; Fátima, menudita, de cabellos oscuros y ojos almendrados, lloraba por el dolor de sus heridas, por estar lejos de su familia y por el accidente; psicólogos en el Hospital trabajaron en ese sentido, explicándole a la niña que los accidentes no son culpa de nadie, los accidentes ocurren y nos dejan lecciones que debemos aprender, que su familia no estaba enojada con ella y que estaban ocupados en que estuviera bien.

Para una mamá soltera, mujer policía con turnos de 24 horas, partiéndose en diez para cubrir las necesidades de su familia, esta situación no está siendo fácil, por estos tiempos se estaría publicando la convocatoria para el ingreso a la Academia de Policía, esa a la que ella tenía planeado ingresar para buscar un crecimiento profesional de una labor que le gusta hacer, para tener mejores ingresos y oportunidades para su familia, su esperanza es mover el corazón de las autoridades de la Comisión Estatal de Seguridad (CES) para que le den una beca o una oportunidad de ingresar, aún con todo el peso de la responsabilidad que ahora tiene.

Este año Fátima salió de la primaria, no hubo ceremonia de graduación virtual o simbólica, en estos días se prepara para entrar a la secundaria Benito Juárez, le queda todavía un camino largo por recorrer que lamentablemente no será fácil por el esfuerzo físico, económico y familiar que tendrán que pasar, en el camino se asoman cirugías, rehabilitación y muchas visitas al Hospital en la Ciudad de México.

A Fátima le recomiendan comer chocolates

Uno de los placeres de muchos niños, comer chocolates, fue una recomendación médica para su rehabilitación; su mamá explica que el médico le dijo que sería bueno que la niña comiera chocolates para ayudar en el proceso de sanación de sus heridas. Una lesión por quemadura aumenta las necesidades nutricionales del paciente, cuánto más grande sea la quemadura, más nutrientes necesitará para recuperarse, el chocolate aporta calorías que le ayudan a producir grasa para sus músculos y reduce al mínimo el adelgazamiento para apoyar la rehabilitación, pero es importante acompañarla de una dieta saludable y rica en proteínas, además se debe cuidar que el chocolate sea de buena calidad, es decir, que no sea a base de azúcares artificiales.

Mayra Aracely Téllez Padilla, policía auxiliar adscrita al municipio de Jojutla, con 1 año y 6 meses de servicio, ha aprendido mucho en estos casi dos meses del accidente, y comparte algunas reflexiones como el no escatimar en los cuidados de los niños en el hogar, el ser solidaria cuando alguien solicite ayuda cuando tengan a algún familiar en el hospital, a ser más humanos como vecinos, compañeros de trabajo o familia.