Escritoras elaboran y reparten comida a personas vulnerables en la calle

Invita a poetas, escritores y artistas a donar víveres y a trabajar en la elaboración y entrega de alimentos 

Texto y fotografía: Máximo Cerdio 

Cuernavaca, Morelos, México; 17 de mayo de 2020. En la etapa tres de la contingencia por covid-19, en donde según las autoridades estatales y nacionales de Salud, habrá gran cantidad de contagio y muertes por el virus, dos escritoras participan en la elaboración de alimentos y los reparten en la calle a las personas vulnerables que no tienen ni dinero ni trabajo.

De acuerdo con la Secretaría de Salud estatal, hasta el domingo 17 de mayo de 2020, en Morelos se habían confirmado mil 105 casos de coronavirus, 989 descartados y había 260 sospechosos; 153 personas habían fallecido por covid-19.

La suspensión de actividades comerciales y sociales en Morelos ha dejado a miles de personas sin fuentes de empleo, incluyendo a quienes forman parte de la economía informal. La pandemia ha golpeado también a los que viven de la caridad pública.

Las despensas de algunos actores políticos y de los gobiernos son esporádicas e insuficientes.

En el departamento número 13 de la calle Mariano Abasolo del centro de la ciudad se recibe víveres donados por la comunidad. Este espacio ha sido habilitado como centro de acopio de las organizaciones Iglesia del Río de la Plata, Colectivos Diversa, Juntos y abrazados y Colectiva Hermanas en la Sombra.

De lunes a viernes, con estos artículos donados las escritoras Marisol Hernández del Águila y Valentina Castro Cruz preparan la comida que entregan de mano en mano a los que no tienen trabajo ni una forma de conseguir alimento. A veces sólo ajusta para una tora, pero es mejor eso que tener el estómago lleno de hambre.

A las 14:00 horas, Marisol, Valentina y Alfonso Leijas Salas se dirigen, con las bandejas de comida, a la Plazuela del Zacate, en el centro de Cuernavaca. 

Caminan una ciudad con pocos vehículos y pocas personas a estas horas en que cruzar las calles es bastante complicado por el tránsito apretado en el centro de Cuernavaca: la escena es igual o peor que la de las películas de fin del mundo, aunque sin zombis.

Muy cerca del centro de acopio está el parque o plazuela, en donde treinta o cuarenta personas ya los están esperando debajo de los árboles de laurel de La India: son indigentes, hombres y algunas mujeres que, antes que comenzara la contingencia, se veían en el primer cuadro de centro vendiendo dulces o chicles u ofreciendo servicios sexuales. Ahora andan dispersos en las primeras manzanas del corazón enfermo de la capital y sólo se juntan para comer y beber.

El delgado hilo del que pendían muchas relaciones comerciales y afectivas se rompió cuando las autoridades de Protección Civil cerraron el acceso al Jardín Juárez: una veintena de personas de la tercera edad se reunían en ese sitio a platicar o a pasar el tiempo, comerciantes ambulantes y trabajadoras sexuales obtenían de la venta en ese sitio algo de dinero para no irse a dormir con el estómago vacío.

En la plazuela, los beneficiarios saben que se deben formar, guardan la sana distancia de metro y medio y se asean las manos con gel, que allí también se le obsequia; la mayoría lleva cubreboca, cuyo uso es obligatorio en Cuernavaca. Algunos oyen sus nombres, reciben el alimento y se lo van a comer en las jardineras en donde platican con los demás, o se lo llevan para almorzar solos.

Marisol, Valentina y Alfonso reservan algunas raciones de comida para entregarlos a otras personas que se guarecen del sol bajo los pasillos de algún edifico público, algunos son indigentes que no hablan con nadie, entre ellos está un extranjero de nombre Juan, que lee revistas en inglés y la sección financiera de los periódicos.

Caminan dos cuadras y llegan al Jardín Juárez; ahí echan maíz quebrado a las palomas: “son seres vivos y si no hay gente no hay quien les dé”, dice Alfonso mientras arroja el cereal a las aves.

En menos de una hora, los tres regresan al centro de acopio en Abasolo 13.

Águila del Mar

Marisol Hernández del Águila o Águila del Mar, como firma, es morelense, tiene 40 años, es madre de familia, empleada, poeta y escritora e integrante del grupo Colectiva Hermanas en la Sombra.

Relata que hace algunos años estuvo como interna siete años en el Centro de Readaptación Social de Atlacholoaya y ahí se registró al programa Mujer escribir cambia tu vida, coordinado por Elena de Hoyos, en donde se concretaron varios proyectos, entre otros el libro colectivo Bajo la sombra del guamúchil, en el cual participa ella y diez mujeres más, un libro de narrativa con un CD ROM.

El programa Mujer escribir cambia tu vida lo instituyó el gobierno con la finalidad  de promover y difundir el derecho a la lectura y escritura, que son herramientas básicas para el autoconocimiento, autoestima y empoderamiento en la toma de decisiones en el entorno familiar y comunitario.

También dijo que colaboró en dos cortometrajes dirigidos por la antropóloga visual Carolina Soto (o Carolina Corral): Amor, nuestra prisión, que es una reflexión sobre el amor romántico desde la cárcel y que fue nominado a un Ariel en 2017; ganó un concurso de género y justicia de la Suprema Corte de la Nación, y el otro cortometraje fue Semillas de Guamúchil, que aborda el tema sobre las mujeres que saliendo de prisión se enfrentan a muchas dificultades.

Está escribiendo dos libros: A la izquierda de Dios y otro libro que trata sobre “cómo ama una mujer”.

Marisol recibe, administra víveres y prepara y reparte la comida que se da las personas en situación de vulnerabilidad por una invitación de varias organizaciones, entre otras de la Colectiva Hermanas en la Sombra, Iglesia del Río de la Plata, Colectivos Diversa y Juntos y abrazados.

“Aquí no importa que uno sea escritora o empleada, todos necesitamos de todos y podemos ayudar. Yo en prisión, estuve varios años, necesité ayuda y mucha gente se sumó para darle ayuda: dinero, víveres, oraciones. Yo también sé lo que se siente no tener ni para comer porque salí de la cárcel y no había nada, sé lo que es tener hambre, cuando me dijeron de esto me sumé a la causa”.

Dijo que poetas y escritores y escritoras podrían encontrar muchísimas historias entre la gente que está en situación de calle o que presenta vulnerabilidad constante o pasajera por contingencias como la pandemia.

También confesó que si no tuviera que trabajar para subsistir saldría a la calle a ayudar a la gente: de todos modos saldría es la vida misma la que inspira a escribir

Marisol invitó a poetas, escritores y artistas a donar víveres y a trabajar en la elaboración y entrega de alimentos para la gente que se encuentra en situación vulnerable por la contingencia del coronavirus: todos necesitamos de todos y siempre podemos ayudar a los demás si tenemos voluntad. Juntos podemos rescatar algo que todos tenemos que se llama caridad y solidaridad, y podemos hacer la diferencia que nos cambia la vida y la de nuestros semejantes, dijo.

Valentina Castro Cruz

Valentina Castro Cruz también participa en la recepción de víveres y en la elaboración y reparto de las raciones de comida.

Es oriunda de Veracruz, comerciante; ex interna del penal de Atlacholoaya, miembro del grupo Colectiva Hermanas en la Sombra.

Ha publicado el libro de poesía: La esperanza es un epicentro, que de acuerdo con el portal SDP, es un fundamental para conoces las historias de las mujeres en prisión y cómo gracias al arte pueden preparar emocional y económicamente para una vida diferente al salir.

Valentina invitó a las escritoras y poetas a que se unan a esta noble causa:

“Es importante recordar que el gran espíritu del ser humano ha trascendido por su valor y caridad con el sufrimiento de los semejantes desarrollando su empatía a un nivel indescriptible”, afirmó.

El padre Leijas

Alfonso Leijas Salas, activista y obispo de la Iglesia del Río de la Plata, relató que el albergue y la preparación de alimentos así como asesoría en varias disciplinas y otros tipo de ayuda, siempre ha existido en la organización que preside, pero ahora con la contingencia sanitaria del covid-19 se visibilizó más. 

En entrevista el padre Leijas, como se le conoce también, dio a conocer que por el cierre de espacio públicos como el jardín Juárez y el zócalo de la ciudad, por la contingencia covid-19, las personas en situación de calle que pernoctaban en esos sitios se han refugiado en los alrededores del centro; y que como no hay transeúntes que les dé algunas monedas o no pueden venderé algo, se han quedado sin comer.

“A principio eran seis o siete, pero conforme han aumentado las restricciones por la continencia también ha subido el número de personas que llegan a la plazuela por algo de comer; en la actualidad hay treintaicinco o cuarenta”, dijo Alfonso Leijas.

Explicó que con el apoyo de los ciudadanos, todos los días preparan comida y la reparten alrededor de las dos de la tarde en la Plazuela del Zacate para apoyar a los indigentes, artesanos y sexoservidoras que se quedaron sin empleo con la emergencia sanitaria.

El centro de acopio está ubicado en la calle Abasolo número 13 del centro de Cuernavaca. Cualquiera puede donar víveres para las personas en situación de vulnerabilidad y también ayudar a preparar alimentos y repartirlos.