El pueblo que no duerme
Yesenia Daniel
Tlaltizapán, 26 de febrero de 2020. A las 5 de la mañana del miércoles de ceniza se termina el Carnaval en Tlaltizapán, algunas personas suelen decir que terminando el bacanal lo correcto sería irse derechito a misa de 6 a ponerse la cruz en la frente para redimir 8 días de desenfreno y los pecados que se hayan acumulado en el año, pero para muchos esto está olvidado, lo urgente es cerrar hasta el amanecer el carnaval para empezar a organizar el del año siguiente con un poco más de todo, más lentejuela, más brillo, más gente, más diversión.
A las 5 de la mañana del miércoles de ceniza de todos los años, el “gran baile de cierre” ya habrá terminado y a estas horas de la madrugada las comparsas están preparadas para dar el último brinco, el último recorrido, el último aliento; no es el brincode los borrachos como muchos creen, precisa Jonathan Rodríguez, quien forma parte de la comparsa San Juanito, una de las siete comparsas tradicionales que organizan esta gran fiesta. El último brinco es lo último de lo último, hay gente que se despierta temprano para despedir la fiesta de su pueblo, es gente que no fue al baile o que del baile se pasaron al último brinco.
“Está divertido porque ves a las chavas con los tacones en la mano, ya todos bien cansados pero todavía en el relajo. Se pone bueno”, dice Maleni Martínez, habitante.
De los festivales más tradicionales por los años que se han llevado a cabo y por el trabajo de las comparsas, el de Tlaltizapán es el más visitado en la zona sur de Morelos, el traje de chinelo que se usa es de terciopelo con diseños alusivos a la identidad morelense hechos de chaquira o de lentejuela, por eso muchos se consideran una obra de arte pues ninguno es igual a otro, en cada uno, su creador plasmó algún gusto por la cultura, las tradiciones o los lugares emblemáticos de Morelos. Los trajes de concurso, dice Jonathan Rodríguez cuestan entre 60 y 70 mil pesos pero hay otros más elaborados que pueden llegar a costar entre 120 y 140 mil pesos, y llegar a pesar entre 15 y 20 kilogramos por todo el adorno además del sombrero.