Extravío

I

I

-«¡Hoy será un día genial!»

Me dije con fuerza y garbo como lo hacemos las mujeres de pie

-¡¡¡p…»#%*_\< Daniel!

-¡Mamá ¿qué haces en el suelo?

-Contando las hormigas-, le dije a mi primor de seis añitos aún

-¿En serio?-, preguntó incrédulo.

-¡Aaaagghh..!, me dije a mi interior al tratar de mover mi brazo derecho y realizar un contumaz esfuerzo para ponerme de pie.

-¡Pinche barandal!-, de nada sirvió pelearme con Gustavo, el carpintero cuando le dije que había quedado chueco y además liso.

-No se enoje licenciada, mire, si quedó “retebonito”-

-¡Bonito…bonito el mad#%>*£ que me acomodé!-

-Mamaaá…¡no hay agua!-

-¡Ya escuché Rodrigo!, anda vamos a la tienda a comprar uno-

Subimos el garrafón vacío al coche y salimos a la tienda que está a dos calles.

-Toño, quiero un garrafón de agua, aquí en el coche por favor-

-Treinta y cinco pesos licenciada-

-Gracias-

-Oiga Lic ¿y como lo va a bajar del carro?

– No te preocupes le voy a decir al guardia de la entrada que me ayude a ponerlo en el columpio-

-¡Buenos días! ¿podría ayudarme a bajar un garrafón de agua y ponerlo en la casa?

-No-

– ¿Perdón?-

-No es mi obligación, yo solo soy el guardia no su ayudante-

-¡Ayyy grandísimo #%^*+!

-Toc, toc toc…¿está Don Juan?

-Acaba de salir, fue a levantar una queja de la doctora del 308-

-Pues dígale que anote la del 604, porque el guardia no solo no me quiso ayudar sino que es un majadero-

-Yo creo que será un mal día para mi esposo porque también se quemó la bomba del conjunto 7-

-¡Diablos, las 10!-, grité cuando vi el reloj de la cocina terminado de subir el pinche garrafón, rápidamente le prendí a la estufa y en 25 minutos estábamos desayunando los tres: Daniel, el pequeño; Rodrigo, de 12 años de edad, y yo,  una adolorida madre que además trabaja de licenciada en un despacho de cobranza bancario.

II

No te puedes quedar Rodrigo…

-¡Ándale mamá! te prometo que no le abro a nadie-

Con el madrugador trancazo en ciernes dejé por un instante de pensar en lo que sucedería sí dejaba a Rodrigo en casa, de pronto me acorde del guardia grosero y de que el administrador andaba muy apurado en el conjunto habitacional resolviendo los menesteres propios de un fin de semana.

-Está bien te puedes quedar pero le diré a Marcia, la vecina, que te venga a dar tus vueltas.Voy rápido a recoger un encargo y en lapso de media hora estoy aquí-

-¡Buenos días Licenciada!- dijo Marcia, mi vecina, una profesora jubilada y viuda que vive a un lado de nosotros, y que la visitan sus nietos cada fin de semana en su casa.

-¿Le puedo encargar un rato a Rodrigo?, voy a recoger un paquete aquí cerca, no tardaré más de media hora.

-¡Claro! Ya no tardan en llegar mis nietos, aquí los esperaré en el jardín y de aquí le veo a Rodrigo, ¡oiga! Cuándo lleguen ¿le da permiso de que se venga a jugar a la casa?

-¿Y las llaves? ¡seguro se me cayeron cuando me di el madrazo!

-Mamá ¿por qué yo no me puedo quedar con Rodrigo?-, dijo el pequeño abrochándose el cinturón trasero en el auto.

-Vamos a traer un obsequio que es para los dos, pero ya sabes cómo es Rodrigo y va a querer abrir la caja antes de llegar, ¡Rayos! ya me pasé del retorno para ir al domicilio a recoger mi paquete-

-Y ¿qué es, mamá?-

-Algo muy bonito, ya lo verás-

De pronto observé que el camino se volvió sinuoso y de no ser por la llamada de Ricardo,  quién sabe donde hubiera terminado.

-No licenciada, ya se pasó, escuche, va a seguir por ese camino y cuando vea un letrero de forraje dele la vuelta, si dice forrajeria La Esperanza…-

-(Un letrero, un letrero…)-

-¡Mamá, ahí hay una vaca-

-(No solo es la vaca es el letrero)-

-Pues aquí está su pedido-

-¡Muy bien!, gracias, lo dejo Ricardo me tengo que regresar volando-

-No olvide licenciada, aquí a dos calles está el cajero, luego a tres más dobla a la izquierda y toma la avenida 5, esa al final se divide en dos y toma a la izquierda ahí exactamente doblará a la derecha y llegará a su condominio-

-A ver si no me pierdo…

-¡Hay mucha gente Mamá!-

-Si Daniel pero de una vez voy a sacar dinero para el fin de semana, tengo que cargar gasolina y comprarle el regalo al doctor Roberto por su cumpleaños y los voy a llevar al cine-

-¿Al doctor también?-

-No Daniel, solo a tí y a tu hermano-

-(Dijo vuelta a la derecha y que aquí estaba el condominio…)

-Mamá yo creo que te perdiste-

-¡Ay Daniel no digas eso!-

De pronto el reloj del auto comenzó a recordarme que el celular se quedó sin pila y que los minutos corrían como conejos huyendo del zorro.

-Daniel, creo que si nos perdimos-

-Ya vez mamá, es que tú siempre estás despistada-

-¡Caray licenciada, yo dije, ‘ya se olvido de Rodrigo’!-

-¡Ay Marcia, sucede que me perdí!, aún no me acostumbro a estos caminos, terminé del otro lado de la ciudad ¡57 minutos!

III

Rodrigo volteó a verme y su rostro alegre pasa a la tristeza y sus ojos muestran un intento de llorar

-¡Pensé que me habías abandonado!-

Lo abrace y comencé a explicarle lo sucedido de pronto se soltó y me dijo:

-¿Qué fuiste a traer?-

-¡Ah!-

Y de pronto estaba ahí la conciencia en forma de cargo.

-Un obsequio ¿para quién?-

-¿Cómo que para quién? ¡Para ustedes, son unas mochilas!

Sentada en el sofá frente a la caja observaba yo su contenido, recordaba todo su árbol

genealógico de la progenitora de Ricardo, es un vendedor de mil y un cosas a través de una página de Facebook y entrega sus pedidos que le llegan a su domicilio

-¡Pinche Ricardo!

-¡Mamá, anda, ¿abrimos ya la caja?-, gritaron los pequeños al entrar a la casa

– Es un regalo para ustedes dos-

-Mamá, no se te olvide comprar el regalo del doctor-, dijo el pequeño

-¿Cuál doctor mamá?, dijo Rodrigo, y para evitar la larga explicación de cómo conocí al doctor y de cómo hemos labrado una gran amistad procedí a entregarles el obsequio.

Como pensé, Rodrigo se adelantó y rompió los sellos y cinta que envolvía la caja cuyo nombre no alcance a mirar dado que terminó hecho trizas, el pequeño trataba de participar pero Rodrigo es el campeón de rompeduras

-¿¡Y las mochilas?!-, gritaron Rodrigo y Daniel

-¡Son puros maquillajes!-

-¡Rodrigooo, Daniel!-, gritaron los nietos de Marcia

-¡Vamos a nadar!-

Jamás había esperado un grito salvador de aquellos pequeños tan oportuno

-¿Podemos ir mamá?-, dijo Daniel

Rodrigo se había ya subido a la recámara y bajaba con su short listo para salir

-Si Daniel, por supuesto-, le dije, sólo tengan cuidado.

– Licenciada-, se escuchaba al otro lado del teléfono-

-Hubo un pequeño error, su pedido está en otro domicilio y le voy a pedir que por favor no abra la caja para hacerle el cambio de paquete-

-¡Pinche Rodrigo!-, volví a pensar

-Es que lo de las ventas son muy quisquillosos cuando uno devuelve los paquetes que por error envían-

Tomé un pedazo de etiqueta y ahí estaba «Gumercinda» o «Grimalcelda», se alcanzaba a leer en el pedazo de lo que fue la etiqueta.

-No se moleste en venir licenciada yo estoy por llegar a su domicilio-

«No te molestes en venir», quise gritarle a Rodrigo pero de pronto recordé lo sucedido toda la mañana

-Ya estoy afuera del condominio licenciada pero están discutiendo dos personas y no me hacen caso-

-«¿Cuánto tiempo te tardaste en llegar Rodrigo?», surgió de pronto en mi mente la pregunta-

-¡Licenciada!-

Me levanté del sofá y en la puerta estaba Rodrigo con una caja cuya etiqueta se leía: Nayeli Itzayana.

-Cuando me llamaron de Cuernavaca fui de volada por su paquete y estoy aquí-

Rodrigo se llevó la caja y con cinta canela volvió a armar el rompecabezas que se convirtió la etiqueta.

Los pequeños seguían nadando y Marcia me acaba de servir el segundo cóctel y me platica como es que su hijo le lleva cada sábado a sus nietos

-Solo me basta mirarlos y escucharlos sonreír y gritar-

-¿Y usted licenciada?-

-Nayeli, dígame Nayeli, y asentí con la mirada a su pregunta: yo también me basta verlos mirar.

Don Juan me dijo más tarde que el guardia estaba enojado, porque no ha podido pagar en el banco una tarjeta y le han estado llamando a cada rato, le dijo que estaba arrepentido de lo que dijo y que si gusta puedo hacerlo venir para que se disculpe.

Al atardecer despedimos a los nietos de Marcia y levante la mano para decirles adiós aún con dolor en el brazo.

Regresé al sofá y en la mesa estaba la caja hecha girones con las mochilas en el sofá.

                            –             o            – Roberto De la Paz, profesor de Educación Básica de formación y vocación; sureño e *incipiente escribano*, como él mismo se describe; promotor de lectura infantil, interesado en transformar su entorno e incidir en la niñez y juventud morelense a través de la lectura #YaLeyó?