El robo
Salí corriendo con el alma en un hilo y de tres zancadas alcancé la puerta del auto
-¡Lucía!-
El grito de mi nombre irrumpió con fuerza desmedida en mi corazón
-“¡Me han descubierto!”-
-¡Lucía, Lucía! ¿No son tus llaves?-, preguntó Martina, mi prima
-Sí, sí, gracias-, dije.
Tomé las llaves abrí el coche y de pronto me di cuenta que mis manos temblaban, al agarrar el volante arranqué el motor y sin voltear a ver a Martina salí del lugar, y no era para menos, en mi bolso bien resguardado traía yo la preciada joya que esa tarde había sustraído.
Pocas veces he confesado mis pecados y de pronto me vi en la necesidad de hacerlo
-Lucía ¿por qué escribiste eso en grupo de WhatsApp?-, preguntó Mariana mi hermana menor al leer lo que había yo escrito: “Debo confesar que está tarde he pecado”
-Lucía ¿en qué consiste tu pecado?-, inquirió Mariana que había leído el mensaje que dejé en el grupo esa noche y que había escrito por equivocación ante el deseo de confesarme con alguien, sin embargo la vista ya comienza a fallarme y de pronto recordé que Martina estuvo siempre cerca de mi cuando se llevaba a cabo la reunión de apoyo a las causas perdidas.
-¿Cuáles son esas causas y en qué consiste el apoyo?-, me preguntó Adrián, mi marido, cuando le dije que acudiría yo los jueves en la tarde a tomar el café con Doña Licha quien es la que dirige el grupo
-¿Es un grupo religioso?-
-No Adrián, es un grupo de mujeres que después de una semana de trabajo nos reunimos a platicar, a veces rezamos pero no porque debamos sino porque queremos-
Esa tarde de jueves habíamos acordado ir a visitar a la mamá de Martina quien ya por la edad se encontraba enfermita, y dijo Doña Licha que la fuéramos a visitar, que el apoyo que brindamos es en el alma y que además Martina había prometido unos tamales y atole si la íbamos a visitar.
-La mamá de Martina es fundadora del grupo-, nos dijo Doña Licha para reafirmar el compromiso.
-¡Jamás!- contestaba yo al Padre Daniel cuando me preguntaba si había yo robado o matado.
-Entonces ¿por qué no te vas a confesar conmigo?-
Le daba yo la mano y le entregué esta última vez que lo vi la sotana que mi mamá le había mandado con una canasta de pan.
-Un día de estos padre, un día de estos-
Pero esta tarde fue distinto, de pronto sentí la necesidad de gritarlo: “¡Si, yo lo tengo!”, sería mi grito de confesión, y volví abrir el librito y ahí estaba la joya, la admiré nuevamente y de pronto sin querer se cayó al piso del carro, el auto que estaba detrás tocó el claxón repetidas veces y el carro por los nervios de apagó.
-¿Todo bien señorita?-
Se acercó el policía que estaba en la patrulla a un lado de mi en esa esquina.
-Si. Esta carcacha que luego se ahoga-
Arranqué el coche y como pude aceleré, el aire caliente de la tarde me recordaba el hecho y entre risa nerviosa y miedo volteé de reojo y ahí seguía el objeto del hurto.
-¿Trajiste tamales?-, preguntó Adrián y le dije que no con la cabeza, se fue adentro de la casa y yo aproveché para recoger el tesoro del piso y colocarlo nuevamente en mi librito de oraciones y ahí estaba la inscripción al reverso que remarcaba su originalidad, antigüedad y valía para mí.
-Confi…eso…, corrijo; más bien a ninguno de ustedes les he confesado alguno de mis pecados, sin embargo hoy debo hacerlo…-
-¿Qué hiciste?-, preguntó Mariana.
-Hoy en la tarde en la casa de la mamá de Martina cuando la fuimos a visitar Doña Licha dijo muy presta: “ya que estamos aquí hagamos una oración”, todas las del grupo nos miramos, “no trajimos libros Doña Licha”, Martina salió corriendo de la sala y regresó con alegría en el rostro: “tengan”, y cada quien tomó uno de los libros para hacer oración y de pronto al abrir la página que señaló Doña Licha estaba ahí: una joya que no pude resistir robarme.
-Es una joya que no me pertenece-.
Me repetía al interior y contestaba la oración que nos indicaba Doña Licha.
-¡Ay Lucy! la noto como preocupada, ¿todo bien?-
-Si Doña Licha, es que hoy no me puedo quedar mucho tiempo, Daniel me dijo que llegaría temprano-
-¡Ay! pues le llevas unos tamalitos y con eso lo compensas, anda hagamos otro rezo-
Asentí y trate de sonreír para disimular mi nerviosismo.
-¿Pensabas que te descubrirían?-, me cuestionó Mariana cuando le escribí que había tomado algo que no era mío.
-Lo que voy a confesar los convertirá en cómplices…-
-¿Qué hiciste Lucía?-, escribió Genaro quien además de mi hermano es el dueño de la ferretería donde trabajo, y le tomé una foto a la joya con mi celular y la envié al grupo donde estamos los hermanos que al estar lejos nos saludamos de vez en cuando, y esta vez me sirvió para expiar mi culpa.
-Veintidós de agosto de mil novecientos sesenta y nueve-, dijo en un mensaje de voz Jesús, mi otro hermano quien vive en la ciudad pero que esta semana está en el pueblo -según él de vacaciones y terminó trabajando en la caja del negocio-.
-Me declaro culpable y lo peor de todo, no me arrepiento-, escribí en un nuevo mensaje y el doctor Rodrigo, mi hermano que también se dedica a la abogacía (Doctor pero no de los que curan) salió con su chistorete político escribiendo: “ya lo dijo Manuel el nuevo Preciso: vamos a devolverle al pueblo lo robado” cuando vio la foto de la joya en mi poder.
-No la tomaste, volvió al origen-, escribió Mariana una eminente podóloga que vive en Tampico: ¡esa joya es nuestra!, dijo al responder el mensaje de la foto que envié.
-Mi madre ¡súper guapa!-, remató Mariana
-Hiciste bien-
Doña Teo, la mamá de Martina, no sabía que tenía esa foto de mi mamá y si supiera ya no la va a recuperar
-Es su madrina-, me dijo una vez Doña Licha “de tu mamá, Lucía”.
Así al caer la noche me sentí satisfecha, no fue un robo, fue una devolución de cariño 50 años después.
-¡Lucía!-, se escuchó el grito de Adrián al interior de la casa, “te hablan por teléfono”.
-Bueno, sí Martina no te preocupes, muchas gracias-, que olvide los tamales, le dije a Adrián.
-¿Sabías Lucía que mi mamá es madrina de tu mamá?-, me dijo en la tarde Martina mientras me servía un vaso con agua
-Alguna vez me lo contó. Hice tamales verdes y rojos al ratito te doy unos para que te los lleves a casa-
-o-
Puente de Ixtla, Morelos; 20 de agosto de 2019.
Roberto De la Paz, profesor de Educación Básica de formación y vocación; sureño e *incipiente escribano*, como él mismo se describe; promotor de lectura infantil, interesado en transformar su entorno e incidir en la niñez y juventud morelense a través de la lectura #YaLeyó?