“Me ponían la pistola en la cintura, buscaban a Rubén Jaramillo”, crónica del día que mataron al último luchador zapatista.
Yesenia Daniel
Tlaquiltenango, Morelos; 23 de mayo de 2015. “El día que vinieron a buscar a Don Rubén era como las 2 de la tarde cuando fueron a decirle a mi suegro, ´Reyes ya se llevaron a Rubén´, eso fueron a decirle, ´ya se lo llevaron, escóndete tú que yo voy a ver por dónde está´, y andaba con los compañeros que eran de confianza, se iban a verlo pero don Reyes no decía nada, y luego me decía –como era yo su nuera-, ´tu Petra, oigas lo que oigas, chitón´.
Petra Vázquez Sánchez, esposa de Enrique Jaramillo, sobrino de Rubén Jaramillo Ménez, fue con el peso de sus años de edad a las actividades sociales y cívicas por el 53 aniversario luctuoso de la muerte del luchador campesino y revolucionario; del zócalo de Jojutla al panteón de Tlaquiltenango y de ahí al zócalo de este último municipio donde vivió Rubén Jaramillo.
Al menos una hora y media tardó en llegar el pequeño contingente de hombres y mujeres que aún conservan el legado jaramillista que en sus tiempos buscó la mejora de las condiciones de vida para la gente del campo y los obreros.
Petra es apenas un hilo de voz que alcanza a llegar a los oídos contaminados por un equipo de sonido mal calibrado, ella no hizo uso de la palabra en el acto cívico, escuchaba a las demás personas hablar de la lucha social que encabezó su tío, de los ideales políticos que lo llevaron a levantarse en armas más de una vez, y también escuchó cómo se critica hoy la voracidad de los gobiernos para tener más poder, más dinero y despojar a los pobres de lo más mínimo a través de la manipulación y la confrontación.
“Fueron tiempos difíciles para nosotros, nosotros todavía sufrimos con la judicial, ire a mí me ponía la judicial, cuando venía y decía que allá en la casa de mi suegro estaba Don Rubén y jue la judicial mire así el gobierno, me ponían las pistolas aquí, ¡no, estaba yo espantada!”, dice Petra doblando dos dedos de su mano derecha y poniéndosela en la cintura, como una pistola.
Rubén Jaramillo Ménez formó parte del Ejército Libertador del Sur cuando tenía apenas 14 años bajo las órdenes del general Emiliano Zapata Salazar, el legado zapatista dejó en Rubén el compromiso de seguir luchando por los ejidatarios y pequeños productores, fue candidato a gobernador en dos ocasiones y siempre estuvo muy activo en la vida social y política de la zona sur de Morelos, principalmente.
“La lucha jaramillista empieza en 1942, a raíz de una huelga en el ingenio azucarero de Zacatepec donde obreros y campesino se unieron para exigir respeto a sus derechos. Jaramillo, uno de los principales líderes de la huelga, fue perseguido por los pistoleros del gerente. Decidió, junto con decenas de campesinos, que era el momento de retomar las armas enterradas desde la Revolución, dando así inicio al primero de tres levantamientos armados, acciones que revelan la vigencia del legado zapatista”, escribió la doctora en Historia, Tanalís Padilla, para La Jornada en 2007.
Petra Vázquez sabe de muy cerca de esa persecución y hostigamiento de parte del gobierno federal contra su familia, y ahora, a 53 años de su muerte con cierta burla platica que fueron varias las veces que la policía acechó su casa en la colonia Gabriel Tepepa cuando Rubén Jaramillo salía “y la policía ni se daba cuenta”.
“Eso fue como en el 55 porque mire, mi hija estaba chiquita, tenía como 7 años mija y cuando entró la judicial del gobierno decía mija ´pinshis wachos no se lleven a mi mamá ni a mi abuelito Reyes´, así les decía mija. Nosotros llevamos muchos sustos, eso fue cuando se andaba escondiendo, nosotros sabíamos pero chitón, nosotros escondíamos a don Rubén, a mi suegro se lo llevaron también pensando que era Don Rubén pero vieron que no era y lo dejaron ir, no decíamos nada. Él se escondía en muchas casas de confianza, a todos nos decían que no dijéramos nada. No era gente mala Don Rubén, era buena gente, ayudó a muchas personas y luego le decía a su hermano Reyes que no fuera a verlo pero él nunca le dio la espalda”.
El día que mataron a Rubén Jaramillo y su familia, Petra estaba en su casa, “(…) el 23 de mayo se lo llevaron como a las 2 de la tarde, le fueron a decir a mi suegro, tenía yo un niño chiquito y mija la mayor tendría como 7 años y decía mi hija ´ay wachos no se lleven a mi papá Reyes´, porque decían que querían llevárselo para ver si así caiva Don Rubén pero no, no fue como ellos decían”.
En Xochicalco, poblado del municipio de Miacatlán, fueron acribillados Rubén Jaramillo Ménez, su esposa embarazada Epifania Zúñiga, y los hijos de ambos, Ricardo Jaramillo de 14 años, Filemón Jaramillo de 18 años y Enrique de 17. Las cinco cruces de fierro en el panteón constatan la masacre contra la familia entera.
“Dijeron que aquí, en esta tumba viniste a ser enterrado pero los que creemos en tu lucha decimos que no, que aquí viniste a ser sembrado y la conciencia de esa lucha es el fruto, tu fruto”, mencionaron los jaramillistas en el panteón de Tlaquiltenango.
Nota periodística publicada en El Regional del Sur el 24 de mayo de 2015.