Las denuncias fantasmas del #MeToo

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Alberto Rosales
“Como en una cacería de brujas, y como si se tratara de una investigación, cuyo fin es el de perjudicar a alguien a como dé lugar, le llamaron a varias ex parejas mías para pedirles que me denunciaran. Ninguna de ellas lo hizo porque tengo una buena relación con ellas”, declaró uno de los imputados por el movimiento de liberación femenina#MeTooEscritoresMexicanos; “hay un comentario sobre mi persona de una mujer que afirma que la amenacé con palabras que me parecen tan infantiles como falsas, se ve que ni siquiera me conoce, no dudo que #MeTooEscritoresMexicanos sea un movimiento genuino, pero también se les han colado denuncias espurias y apócrifas de mujeres muy enojadas e indignadas -sus razones tendrán- que podrían buscar otro foro para desahogar su situación emocional, porque ahora parece que todo es delito y que todo lo que un hombre hace está mal, se ha desatado una paranoia y un ambiente de linchamiento sin precedentes. Esa mujer (no sabemos si en realidad hay un hombre que se hizo pasar por mujer) seguramente pensó que inventando su testimonio mis ex parejas la (lo) iban a secundar, porque además se escuda en el anonimato de un movimiento genuino y termina por desprestigiarlo, y hasta dudo que exista dicha mujer; debe haber otros mecanismos para que las mujeres canalicen sus denuncias de forma seria y responsable y filtros que garanticen la veracidad de las declaraciones, porque es muy probable que las mafias literarias estén utilizando estas denuncias como una forma de concretar sus venganzas contra quienes no han cedido a sus propósitos”.   
Tras detectarse múltiples casos en los que se señala a diversos personajes de la vida cultural de México, mismos que se han defendido afirmando que no han incurrido en abusos ni en acosos en contra de ninguna fémina, el movimiento#MeTooEscritoresMexicanos ha ido perdiendo credibilidad gradualmente. El caso del ex secretario de cultura de la Ciudad de México es emblemático}, Eduardo Vázquez Martín se deslindó de diversos señalamientos al publicar su defensa en redes sociales:  
“Desde la condición que describo he observado las manifestaciones públicas de un nuevo feminismo que hace de las redes sociales un espacio central de la denuncia del machismo, el acoso, la agresión, el abuso y la violación. Lo miro como un síntoma convulsivo del dolor y la indignación acumulada, pero también como un acto de liberación ciertamente saludable. La naturaleza de este fenómeno nacido en el seno de las comunidades culturales da espacio a múltiples manifestaciones de muy diversa naturaleza, incluidas denuncias anónimas. Una de estas últimas hace referencia a mi paso por la Secretaría de Cultura de San Luis Potosí, donde colaboré entre 2003 y 2006, en ella se asegura que yo solicitaba favores sexuales “abiertamente” a quien aspiraba a una beca, deseaba dar un taller, participar en una lectura o publicar un poemario.
Yo afirmo que se trata de una calumnia que carece de todo asidero en la realidad y les comparto que no soy capaz de imaginar quién ni por qué razones personales o de otra índole dice lo que dice. En veinte años en que he trabajado como promotor del arte y la cultura, en México y España, he programado a cientos y cientos de mujeres en lecturas y talleres, también he participado en muchos proyectos editoriales donde siempre ha estado presente la voz de las mujeres.
Como funcionario he tenido que ver en procesos relacionados con el apoyo a muchas creadoras, mismos que siempre se han resuelto a través de jurados imparciales y colegiados. El infundio del que soy objeto no sólo me ofende a mí, sino que potencialmente agravia a todas las mujeres que han participado en proyectos de creación y promoción de la cultura de los que he formado parte, así como a las muchas compañeras profesionales, dignas y brillantes, que han colaborado en los equipos de trabajo que he conformado durante mi carrera de promotor cultural.

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La mentira no será verdad porque se introduzca de manera subrepticia bajo el manto de legitimidad de un movimiento de liberación. Todo lo contrario, quien utiliza dicha legitimidad para hacer pasar como verdad lo que es mentira desprecia la causa a la que finge adherirse y socaba uno de los principios más generosos que sostiene la solidaridad: “yo te creo”.
Entiendo que el movimiento feminista, como otros movimientos de víctimas de la violencia, reclama verdad y justicia, por ello aquel o aquella que miente sólo abona a la perpetuación de la violencia, multiplica el dolor, y posterga el ejercicio de la justicia. Si quien denuncia desde el anonimato, independientemente del género, se ha sentido agraviado o agraviada por mi persona y ha querido manifestarse de esta manera me gustaría convocarle a que nos reconozcamos –si es que nos conocemos– y despejar juntos cualquier malentendido con la intención sanar ambos. Quizá más adelante esto sea posible. Por lo pronto me comprometo, como creo que todos debemos hacerlo, independientemente de nuestro género, a reflexionar en soledad, familia y comunidad, sobre la presencia de la cultura machista en mi persona y entorno”.
 
Antes del suicidio del cantante y fundador del grupo de Rock mexicano Botellita de Jerez, se habían detectado varios casos sin sustento ni pruebas que respaldaran los dichos de las denunciantes. Las posturas en torno a las denuncias fantasmas de #MeTooEscritoresMexicanos son diversas, hay quienes afirman que:
varios que han sido denunciados que salen a decir sus versiones, a defenderse y demás, la gente les cree, que alguien se suicide por una denuncia, No es responsabilidad del movimiento, ni de quien denuncia, es de quien decidió hacerlo. Un chingo de gente le hubiera creído a él, y prefirió matarse. ¿No es raro?”
 
Otros más abogan por realizar un análisis de la situación más al fondo:
 
 “Que Vega-Gil decidiera escribir una carta bastante razonable sobre su decisión no nos permite ver toda la verdad de su decisión. Y aquí es que se deja ver, que las mujeres han repetido una y otra vez, la importancia de la terapia para los hombres. Tenemos que pensar la situación que viven las mujeres sobre todo como algo que es sostenido por una configuración política y cultural. El #MeToo es precisamente eso. Pero tenemos que reconocer que sin un énfasis en salud mental, el cambio siempre se verá fracturado. Y eso, está de más decirlo, no le corresponde a las mujeres, ni es parte de la misión del #MeToo. Es una responsabilidad de los hombres, los que han violentado y los que no. Si lo que estamos viviendo es una crisis, tenemos que responder a ella como tal. Nosotros somos la crisis.
Conocí a Vega-Gil en varias ocasiones. Era un hombre talentoso y divertido. Eso no deja de lado su violencia. El #MeToo sabe que debe afinar sus procesos, las mujeres mismas lo han repetido. Pero seamos claros: un suicidio no desacredita ninguna parte de su labor”.
 
En el muro del activista y escritor Braulio Peralta pueden leerse sus opiniones:
 
“Denuncia de acoso, abuso o violación sexual sin nombres de las o los denunciantes, es una afrenta al feminismo o movimiento LGBT”. (…)
 
“Ni qué decir. Armando Vega-gil era una persona de honestidad comprobada al menos por sus actos y pensamientos, que no es poco. Acusarlo de abuso y acoso de manera anónima lo aventó al suicidio como acto «radical de mi inocencia»…Repito: ni qué decir…” (…)
 
“Cuando se acusa y se aprovecha un movimiento como el #meetoo , pero no usan sus nombres y apellidos, no es civil. Repito, no es civil. El valor tiene que ver con todo, hasta el fondo, hasta llevar a la cárcel al denunciado. Y para eso se necesita el nombre del acusador. De eso trata la vida en derechos humanos. Es bueno decirles que no están solas, aunque lo crean así”. (…)
 
“Muchas mujeres se han suicidado. Enorme punto. De llaga profunda. O que las mataron después de haber sido violadas, sí. Pero eso no justificaría la denuncia anónima. El punto es el estado de derecho, la civilidad y las leyes que nos rigen”.
 
 
La poeta mexicana Blanca Luz Pulido opina en su muro de Facebook:
 
“Para que una denuncia sea válida, debe tener nombre y apellido del o de la denunciante. Piénsenlo bien: ¿si alguien denunciara a mujeres, ya sea escritoras, músicas, actrices, etc., por algún abuso cometido hace diez, cinco o quince años, les parecería aceptable que el denunciante omitiera su nombre? Ni siquiera debería considerarse válida, de hecho, una denuncia anónima.
Cualquiera puede afirmar sin pruebas cualquier cosa que manche a otra persona. 
No me parece que eso sea válido.
Dicho esto, lamento mucho la muerte de Armando Vega Gil. Y creo que las denuncias anónimas deberían detenerse. Incluso hacerse ilegales. Si alguien denuncia algo, para que sea válido, debe ir con nombre y apellido. Una denuncia formal. NO UN TUIT. 
Estamos cayendo en una sociedad donde la apariencia y el dicho aplastan a la realidad. 
Es duro denunciar. Pero hay que hacerlo inmediatamente. Y con pruebas”.
 
 
Blanche Petrich afirma:
 
“¿Cómo se filtraron y verificaron los mensajes para evitar que los testimonios de buena fe se contaminaran con los linchamientos y los falsos relatos? ¿Qué mecanismos de contención se dispusieron para dar cauce a las revelaciones y evitar dañar a inocentes? ¿Se midieron los riesgos de soltar en las benditas (o malditas) redes sociales todos estos demonios bajo el supuesto de “tirar” el machismo y el abuso contra las mujeres?
Los latigazos de verdad, y los falsos, hirieron a los acusados, convertidos en villanos y violadores a nivel trending topic. Hubo consecuencias: despidos, heridas incurables, desprestigio, carreras truncadas, familias enteras lastimadas. Sólo hubo una rectificación de #MeToo: días después de lastimar el buen nombre de un defensor de derechos humanos, el mecanismo reconoció que la acusación era falsa.(…) Pero #MeToo no supo reconocer el valor del silencio. Sobre el duelo y las lágrimas de la familia y los amigos del botellito de jerez hablaron las juezas ciegas: “Jugar con eso para salvarte de una demanda por pederastia e intentar limpiar tu imagen no solo es cobarde, es ruin”. Para mí, el #MeToo mexicano se hundió con esas palabras”.

 

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También la escritora Mónica Brown fijó su postura para aclarar que no todo mundo debería de estar en la lista de los acusados, como si se tratara de una nómina de delincuentes:
 
“Estoy en shock, encabronada y triste por el suicido de Armando Vega-Gil. Justo ayer comenté varias veces que me parecía pésimo meter en la lista de violadores, golpeadores y acosadores a hombres cuyo único pecado fue decirle a alguien por Whatsapp o en persona o como sea que querían coger contigo. A eso se responde: «No me interesa», y listo. ¿Te convierte en víctima una invitación a tener sexo? Es simplemente ridículo, ¿tenemos 5 años todas o qué pasa? Lo único que logran ese tipo de almas sensibles e indignadas es deslegitimar la violencia real que han sufrido otras mujeres, porque ahora esa lista es completamente dudosa. Y sí, dudo muchísimo, por no decir que dudo completamente, que gente como Eduardo Vázquez Martín, Mario González Suárez, Armando Vega-Gil, Daniel Sada o Julio Trujillo merezcan estar ahí. Daniel me quiso besar un día después de su taller de novela. Le dije que no estuviera chingando. Punto. ¿Por eso va a estar en una lista de violadores? No, rotundamente no. Julio Trujillo, por querer llevarse a alguien a la cama, y disculparse al día siguiente, ¿merece estar en esa lista? ¡No! Una chava que lo acusó dice que se asustó mucho. ¿Por? ¿Qué no somos personas adultas que tenemos derecho a querer sexo y también a no quererlo, y listo? La facilidad de denunciar a cualquiera anónimamente, y el creerle a una mujer nada más porque es mujer, es simplemente absurdo y completamente irracional. Se ha perdido toda proporción. Y a quien le moleste mi postura, bórreme de su lista de «amigos» y ya, ¡por favor! Sí, mi solidaridad total con todas las mujeres que han sido y son verdaderas víctimas de abuso y violencia, y también mi solidaridad total con todos los hombres que están siendo víctimas de denuncias falsas, anónimas o ridículas que son también otra forma de abuso y violencia. No deben pagar justos por pecadores”.
 
El diario nacional Excélsior difundió que el actor mexicano Bruno Bichir protagonizó hace unos días vía twiter un  grave señalamiento y dijo que él siempre da la cara, por lo que negó haber violado a una joven de 19 años, quien lo acusó a través de las redes sociales, pero lo hizo de manera anónima. Bichir abundó: “Me sorprende esta información, porque es un señalamiento muy duro, por lo que primero diría que no me tengo que defender de algo que no he hecho; y lo segundo, es que me gustaría conocer a esta persona. Entiendo la deuda histórica que como género tenemos con el sexo femenino y ofrezco una disculpa en esos términos, por años de vejación que han provocado que alguien que no sé por qué motivos, escriba lo que escribió. Me parece que es difícil escribir en 140 caracteres mucha información, porque hay muy poco espacio. Sin embargo, ese escrito en concreto me parece de entrada que levanta falsedades que niego rotundamente y son difamatorias”.
Señaló que no ve por qué un país tenga que resolver sus problemas por Twitter; «no me tengo que defender de algo que no he hecho», dijo.
 
La escritora Josefina Estrada advierte en su muro: “Si van a delatar supuestos acosos sexuales o laborales, tengan el valor civil de firmar sus denuncias”.
México se encuentra en una encrucijada que vale la pena debatir, pues por una parte los feminicidios son una realidad y es latente y real el peligro que las mujeres mexicanas asumen diariamente al ser víctimas de la delincuencia, el machismo, el acoso, el abuso y la intolerancia, y por otra parte, movimientos como el de #MeToo aparecen en un momento en el que los ánimos se han agitado con el desencadenamiento de verdaderos linchamientos desde las redes sociales, que le permiten a cualquiera externar una opinión que no siempre es responsable, veraz ni respetuosa. Hacen falta muchos filtros para verificar la veracidad de las denuncias. Un trance doloroso para un país que quiere transformarse.
 
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