Chamanismo en la danza del Tecuán de Tetelpa
Por Máximo Cerdio
Zacatepec. Decir que la danza del tecuán gira en torno a la caza de un jaguar o tigre es reducir el pensamiento náhuatl a una simple reseña. En Tetelpa, esta danza se relaciona con los chamanes y los nahuales, afirma Pablo Paredes Ocampo, pitero y coordinador del grupo de danzantes de los Tecuanes de Tetelpa.
Es frecuente que en la visión española se refiera a esta danza del animal que acechaba el ganado de un hacendado, por lo que pide ayuda a su caporal para cazar a la bestia; pero la visión profunda, prehispánica está presente en el desarrollo de toda la danza.
En entrevista, Pablo Paredes expuso que con esa idea simplista se pierden muchos elementos del pensamiento mágico, de la cosmogonía del mundo antiguo. Los participantes deben pronunciar bien las palabras en náhuatl para no decir una cosa por otra. Por ejemplo, hay una parte donde el tirador y el rastrero, que ya fueron contratados para cazar al animal, se encuentran al andar buscando los rastros y el rastrero grita al tirador:
“Tlin ticnequi Juan tirador…”, a lo que le responden: “que axcan mi compañero xitihtati don Gervasio”. En español se traduciría: qué quieres Juan tirador. Respuesta: ando buscando a don Gervasio.
Por falta de conocimiento, las palabras se alteran y dicen:
“Quinquinequi Juan tirador”, a lo que le responden: que axcan mi compañero chiquito de don Gervasio”. Y esto no tiene traducción porque no es náhuatl.
El coordinador del grupo de los tecuanes y pitero reveló que los diálogos, en náhuatl, de la danza del tecuán no están documentados. Hay algunas versiones, pero son imprecisas; en la actualidad pertenecen a la tradición oral y es importante que los muchachos lo aprendan y lo continúen para las generaciones venideras.
El nahual más allá del tigre o jaguar
De acuerdo con Pablo Paredes Ocampo, para algunas regiones la danza del tecuán es la cacería del tigre o jaguar, en Tetelpa, el grupo que coordina respeta los diálogos en náhuatl y los movimientos que se deben realizar:
“Aquí se habla del nahualismo indígena, del poder del nahual, de la persona que tiene el poder de la transmutación de dominar un animal con la mente, pero no habla de matar al jaguar. En la trilogía simbólica del pensamiento náhuatl, el ser humano está constituido por tres entidades: hombre, fiera y espíritu; sobre eso estamos apegados, nosotros no aceptamos la estandarización, no tenemos nada que ver con el jaguar o tigre o felino, pero el felino no es el nahual, existe el que domina a los animales, el que a través del chamanismo tiene el poder de convertirse. Ciertamente el jaguar o tigre es un personaje, pero el verdadero tecuani es un animal en sí dominado por un nahual”.
En este modo de pensamiento antiguo todo tiene una razón de ser. El ixtle era ofrendado también a los dioses. Se creían que el ixtle, como la ruda, la albahaca, entre otras, tenía poderes neutralizadores de los malos aires. Por eso en la daza del tecuán se teje una trampa con la fibra de ixtle y también hacen una riata. El hierbero, que es un personaje dentro de la danza, conoce los poderes de estos elementos y los usa para atrapar al tecuán.
La danza es un ritual. La caracterización de cada personaje, los diálogos, las acciones, los movimientos, los sones, todo tiene un sentido.
Uno de los momentos más significativos ocurre cuando se enfrentan el felino y el viejo. Éste le pide al caporal que lo deje solo con la bestia. El viejo ermitaño vence a la bestia porque la conoce, sabe que ésta no es sólo un animal, sabe que alguien lo está dominando para que vaya a cazar y a robar el ganado, conoce quién es el que está dominando al animal; entonces, por medio de algunos pases, lo vence, es decir, expulsa a la entidad que poesía a la bestia y la bestia ahora sí queda sin protección para que pueda ser atrapada y cazada.
¿Quién era el nahual que se había metido en la bestia? El propio viejo ermitaño. Por eso nadie podía capturar a la bestia porque no era sólo un animal, estaba poseído.
La danza estuvo en peligro de desaparecer
Pablo Paredes relató que Florentino Sorela Severiano dejó de tocar la danza de los tecuanes por diez años o más, pero que no se perdió porque él y otros habitantes de Tetelpa continuaron con el ritual en honor a la Virgen de la Inmaculada Concepción.
Allá por el año 1995 o 1997, don Florentino nos dijo, ya no voy a ser el responsable de la danza, ahí se los dejó, “no creo en eso”, fueron sus palabras.
Nosotros supimos él había cambiado re religión se volvió protestante, por eso dejó la danza.
Nosotros tuvimos que hacernos cargo y la hicimos año con año en honor de la virgen.
“El primer año, cuando don Florentino renunció, tuvimos serios problemas. A mí me preguntaron si sabía tocar la flauta y el tambor, les dije que un poco. Tenía yo una flauta bien chillona, yo no sabía hacer flautas. Y con una cubeta de metal como tambor acompañamos a los tecuanes; sólo me salió un son. Se oía muy feo, pero con eso nos fuimos. Se me iba las manos por un lado cuando tocaba, hay que tener coordinación y yo no podía, pero los demás me animaron y poco a poco con práctica fuimos mejorando y perfeccionando. Después de eso nos pusimos a ensayar, me prestaron un tamborcito de feria, chiquito, de un niño, y con ese comencé a ensayar. Ya cuando llegamos al ocho de diciembre me salían tres sones y la entrada de flores. Los tocaba muy rápido y así me llevaba a los tecuanes, no tenían yo coordinación, ritmo”.
Diez años después o más, uno de los hijos de don Florentino quiso registrar los sones y la danza a nombre de don Florentino y trato de prohibirnos que tocáramos y danzáramos, pero nosotros continuamos con la tradición y hemos continuado con ella porque no lucramos con ella.
La danza y los sones
De acuerdo con Florentino Sorela Severiano, de más de ochenta años, a quien, en 2011 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), le otorgó la distinción de “Tesoro humano vivo”, por considerar que con su actividad como promotor de un bien cultural inmaterial había participado directamente en la preservación del mismo entre su comunidad, explicó que en la danza de los tecuanes participan al menos 14 personajes, que van acompañados con sones que interpreta un “pitero”, que toca una flauta de carrizo y un tambor sencillo.
También comentó que hay 12 sones con los que se acompaña a la danza de los tecuanes, la mitad rápidos o vertiginosos y la otra mitad lentos; y durante la caminata se entremezclan para que no sea monótono, para darle ritmo a la danza y para que las personas que observan y acompañan a la procesión, o que son parte de ella, tampoco se aburran. Esta mezcla también sirve para darle descanso a los danzantes.
Origen de la danza
Tecuani es una palabra náhuatl, viene de “te”: significa alguien o a alguien; “cua”: comer, y “ni”: persona o animal que ejecuta una acción. El significado de la palabra náhuatl “tecuani” es persona o animal que come.
Florentino Sorela afirmó que la danza tiene, en Tetelpa, más de 160 años, y representa la cacería y captura del tecuán, ya que se robaba el ganado de un hacendado, quien contrató a un caporal para que buscara a varias personas para cazarlo.
Sergio Mañón de la Rosa director del Museo Comunitario de Tetelpa, quien ha participado en la danza, dijo que ésta tiene varios personajes: Salvadorchi, que es el terrateniente muy adinerado; Mayeso, que es el capataz o subalterno de Salvadorchi; el Tigre o Jaguar animal de uña que ataca y devora a los animales de Salvadorchi; la Perra (representada como una dálmata), animal que acompaña al rastrero para encontrar y «torear» al tigre; Viejo rastrero (rastreador), especialista en seguir rastros de animales; Juan tirador, cazador de gran habilidad, famoso por su rifle de un tiro; Hierbero, especialista en la fabricación de cebos para carnada, tiene gran conocimiento sobre el uso de las hierbas del campo; Lancero, campesino que utiliza para diversas labores del campo una lanza; Flechero, hombre que se gana la vida cazando animales con arco y flecha; Trampero, especialista en creación de trampas; dos doctores que curan a los heridos; Venado sirve para carnada del Tigre; Zopilote, animal de carroña; el Barañado (enmarañado), risueño o viejo Gervasio o ermitaño, que vive en el campo y hombre clave que puede localizar el escondite del Tigre.
Sorela Severiano dijo que su abuelo Ramón Sorela la comenzó a tocar y a bailar en 1894, pero, desde 1850, ya se tenían registros de ella, aunque jamás quedó antecedente alguno.
Ramón Sorela se la “heredó” a Lidio Sorela y, éste, a su vez, la pasó a Florentino Sorela Severiano.
Según Florentino en 1946, cuando tenía 14 años, comenzó a tocar en el tambor de su padre (y ya muerto éste), para que la tradición de la danza de los tecuanes no se le olvidara.
“Yo escuchaba a mi padre tocar y, desde luego, que yo desde muy niño bailaba los sones y participaba en la representación de la danza. Pero mi padre se me fue y me quedé solo, así viví. Me fui con un tío y ahí fui creciendo, cuando sentía yo que me podía mantener, a los 12 años, me salí solo. Así comencé a ensayar”, relató.
Los tecuanes no invitados
En la víspera de “Tercer encuentro de Tecuanes” que se celebrará en Tetelpa el sábado 6 de abril de este año y en la que participarán danzantes de Veracruz, del Estado de México, de Puebla, Guerrero y Morelos, Pablo Paredes Ocampo dijo que el grupo que coordina no participará, ya que no fueron invitados (ni a éste ni a las ediciones anteriores) por desavenencias personales con un familiar de Florentino Sorela Severiano, que organiza este evento.
“Nosotros tratamos de apegarnos al ritual, los movimientos, los paso, los sones, los diálogos, porque sabemos o que significan, la importancia que tienen; estudiamos náhuatl, nos preparamos para la danza, para poder interpretar la danza del tecuán como se debe. La danza nos exige y nosotros sabemos respetar las tradiciones. Nuestra danza y todo lo que ella conlleva es una ofrenda a la Virgen de la Inmaculada Concepción, para danzarle, para ofrendarle no necesitamos permiso, y también danzamos donde nos inviten porque estamos muy orgullosos de nuestro origen, de nuestra danza y de la manera en que la interpretamos y la vivimos”, concluyó Pablo Paredes Ocampo, que durante la entrevista siempre se refirió a Florentino Sorela Severiano con mucho respeto.