Realiza Tetelpa 75 edición de la Toma de la Alhóndiga de Granaditas
Por Máximo Cerdio
Tetelpa, Zacatepec, Morelos; 17 de septiembre de 2018. El grupo de los indios en la 75 edición de la Toma de la Alhóndiga de Granaditas en estuvo diezmado desde el inicio: un soldado (conocido como el «Zorrillo») se la había pasado bebiendo y ahora estaba sentado, cerca de un costal con proyectiles de ceniza envueltos en periódico y cinta canela.
El comité organizado había tratado de evitar que los actores bebieran demás y que la gesta de independencia resultara un magno pleito de borrachos y los había citado desde las 4 de la tarde en el campo de fútbol: nadie hizo caso, y llegaron después de las cinco.
Hubo varios cambios en esta representación: se incluyeron a mujeres o soldaderas, de distintas edades; se inscribieron más actores y, por primera vez en varios años, la crónica no estaría a cargo del profesor Arturo Noguerón, sino de Sergio Mañón de la Rosa, director del Museo de Tetelpa de integrante del comité organizador.
El comité designó a una grupo más grande de personas que vigilarían que el desarrollo de la representación, iniciada en 1943 en Tetelpa. La original fue una acción bélica en Guanajuato, el 28 de septiembre de 1810 entre los soldados realistas de la provincia y los insurgentes comandados por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende.
Después de las seis de la tarde del 16 de septiembre dio inicio el enfrentamiento.
Dos integrantes del comité, habían estado haciendo trabajo de persuasión con el hombre ebrio que prometió no intervenir /el «Zorrillo, para más señas).
A los dos minutos se unión a la encarnizada batalla: se puso al frente de los indios, tenía una puntería de apeche, su resistencia era “graníticia”, diría algún cronista de box.
Terminó el primer asalto y los españoles e indios regresaron a cargar municiones. Por allá las soldaderas preparaban tacos de cecina y pico de gallo a los combatientes, algunos se quejarían de que el chile estaba muy picoso y se burlarían diciéndoles “mira míralo, tan grandote y tan puñal”.
El erbio fue visitado por dos guardianes del comité que se lo llevaron de aguilita hacía la línea donde el público estaba seguro. Uno de sus compañeros indios lo defendió: “¡Déjenlo, no se lo lleven. Chingao. Quere morir por la Patria!”
En el segundo asalto el ebrio volvió a entrar y casi toma la Alhóndiga él solo. Tuvo que ser retirado, ahora por la policía.
Cuando se lo llevaban, alguien le dijo que con ese valor lo podrían ascender a coronel o capitán…
El Pípila quemó la entrada de la alhóndiga y preparó la entrada a los indios comandada por el cura de la calva y la melena blanca…
Cinco asaltos duró la representación. En el último, cuando el rey y la reina se resguardaban en la parte más alta de la alhóndiga, junto con los españoles, y abajo se preparaban para tomar la fortaleza se suscitó un forcejeo entre dos indios y un habitante de Tetelpa: al parecer eran dos hermanos que querían pegarle a un indio. La mamá de uno de los hermanos regañó al más ebrio. Alguien, en su sano juicio, habría sugerido una respuesta del beodo en tan memorable gesta: “¡Quítese de aquí mi madre que estoy más bravo que un león, no vaya a sacar mi espada y le traspase el corazón!”
El profesor Noguerón no estuvo ahí para regañarlos por el sonido local, no se escuchó su voz, dándole a los pleitistas y a la familia tremenda quemada en la prensa local, nacional e internacional.
¡Cabrones. Se quieren llevar el espectáculo ustedes, no chinguen, ésta es una fiesta del pueblo, pinche briagos egoístas!
“Saldo blanco”, así lo el responsable de Protección Civil de Zacatepec.
La tarde arrojó ceniza sobre el campo de batalla. Todos regresaban a sus casas, algunos, no pudieron arreglar sus diferencias personales en la septuagésima quinta representación, y esperaría a la próxima oportunidad desde el bando de los indios o desde los españoles.