Salomón, la fe y el sismo en premoniciones
Yesenia Daniel
Jojutla, Morelos; 19 de julio de 2018. Salomón se vio de pie en la calle 20 de noviembre, enfrente estaba su casa totalmente desmoronada. Se veía solo y la impresión no lo dejaba hablar o moverse, la sensación de verla tan lejos contrastaba con la cercanía de casi poder palparla; eso fue hace cuatro años en una pesadilla que se hizo realidad, su casa se vino abajo en el sismo del 19 de septiembre, pero la realidad fue más brutal y dio a Salomón una fuerte sacudida, pues además de perder su casa, su esposa murió en esa tragedia. Ojalá hubiera sido solo un sueño.
Con su dedo índice Salomón Hernández Encarnación, señala la escuela 10 de abril en la colonia Zapata, «ahí cursé mi segundo año de primaria, nomás hasta ahí llegué, con 7 hermanos y mi mamá sola no podía con tantos chamacos, por eso nomas fui hasta segundo grado. Llevaba yo un uniforme con las mangas hasta acá –señalando los codos-, y la maestra me regañaba diciéndome ´chamaco mangas de gavilán´ pero no había para más, la vida no nos fue fácil», dice este sobreviviente del sismo.
La peluquería «El Piri’ en la esquina que forman las calles 20 de noviembre y Francisco I. Madero en la colonia Emiliano Zapata, fue construida originalmente con adobe, y con el paso del tiempo los esfuerzos le permitieron echar un segundo piso de tabique y cemento; don Salomón de 68 años de edad reconoce ahora que su casa no estaba bien cimentada.
Cuando no tiene clientes y alguien llega a hacerle plática, Salomón se sienta en su silla de peluquero y ve pasar a la gente que va y viene al mercado municipal “Benito Juárez”, tiene una fe profunda y ahora sabe que si sobrevivió en el sismo es porque su vida tiene un propósito especial.
El martes 19 de septiembre terminaba de cortar el cabello a un cliente cuando éste se paró de sobresalto y salió del local, «está temblando», gritó.
«No me dejes Salomón, no me dejes», su mujer que estaba cerca le suplicó llena de miedo; Salomón apretó la mano de su mujer y le dijo «aquí estoy»; Gloria Arcos Carpio, padecía diabetes y la misma enfermedad le había reducido la vista; siempre se mantenían juntos porque Salomón la ayudaba a moverse por la casa.
Apretó su mano esperando lo peor, con el movimiento sísmico parecía que no solo sus vidas llegaban al final si no que parecía el fin del mundo, sacudidos como dos objetos en una caja de cartón, el techo y paredes se les vinieron encima, a Salomón le cayeron dos o tres tabicones en el pie y pierna, pero a doña Gloria le tocó un mal golpe.
Después de 10 meses nuevamente tiene un techo donde dormir pero le faltan muchas cosas, el gris de su local predomina en toda la habitación porque el apoyo otorgado por el gobierno apenas le alcanzó para levantar un cuarto.
Días antes del sismo, Salomón tenía premoniciones, sentía que algo malo estaba por ocurrir, rezaba los salmos 91, 52 y 23 en la combi, en la calle, en su casa y en cualquier lugar y espacio donde sintiera miedo.
El que habita a la sombra del Altísimo,
Morará bajo la sombra del omnipotente…
Diré yo á Jehová:
Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en él confiaré.
Y él te librará del lazo del cazador:
De la peste destruidora.
Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro:
Escudo y adarga es su verdad.
No tendrás temor de espanto nocturno,
Ni de saeta que vuele de día;
Ni de pestilencia que ande en oscuridad,
Ni de mortandad que en medio del día destruya.
Caerán a tu lado mil,
Y diez mil a tu diestra:
Mas a ti no llegará.
Ciertamente con tus ojos mirarás,
Y verás la recompensa de los impíos.
Porque tú has puesto a Jehová, que es mi esperanza.
Al Altísimo por tu habitación,
No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada
Pues que a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos…
«Uno de esos días me vio un amigo cuando andaba en la bicicleta, me dijo: ´Salomón, te vi pasar ¿estás enfermo? Apenas y si podías pedalear, andabas con lentitud, te veías mal`, le dije que sentía una carga muy pesada atrás, como si trajera el peso de una persona y me costaba trabajo avanzar, lo que traía yo atrás era la muerte».