El diálogo por la reforma cultural en la agenda de los presidenciables
Gustavo Yitzaack Garibay
Ayer tuve la oportunidad de ver el diálogo por la reforma cultural los representantes de cuatro de los cinco candidatos a la presidencia de la república: Alejandra Frausto de la coalición Juntos Haremos Historia, encabezada por Andrés Manuel López Obrador; Raúl Padilla, Por México al Frente, encabezado por Ricardo Anaya; Consuelo Sáizar de Valor Es, abanderado por la candidata independiente Margarita Zavala; Beatriz Paredes de Todos por México, liderado por José Antonio Meade. Jaime Rodríguez, «El Bronco», también candidato independiente, aún no tiene posicionamiento ni representante al respecto, situación que resta formalidad y contenido a su propuesta. De lo ahí conversado destaco lo siguiente:
1.) La seriedad del debate: la libertad, manifiesta en la riqueza e inteligencia de los temas y posicionamientos sobre el quehacer cultural fue un deleite. Algunos con mayor pericia y oficio en su discurso y conocimiento del sector como lo vimos en Sáizar y en Padilla, la visión de Estado en Beatriz Paredes, o el enfoque social en Frausto.
2.) Las ideas: la coincidencia en todos los representantes de los candidatos de que es imprescindible e impostergable transformar la visión del Estado sobre lo cultural, colocarlo en la agenda como proyecto de nación desde su diversidad cultural en medio de la globalización una experiencia histórica innegable, el de la sociedad del conocimiento y las condiciones de oportunidad de desarrollo económico que esto implica para México como potencia cultural. Esto significa cambiar la razón nominal de nuestra máxima institución cultural (Secretaría de las Culturas de México, siguiendo el ejemplo estatal de Oaxaca); la descentralización de los recursos, servicios y las tareas del FONCA, el INAH y el INBA, la revisión de sus ordenamientos jurídicos y su rediseño institucional; la formulación de políticas culturales con perspectiva de género, con enfoque social, “deselitizar” o romper con la idea de “alta” y “baja” cultura, impulsar el desarrollo de las culturas populares, reconocer los derechos laborales del sector (seguridad social); presupuestar recursos suficientes (1%, que se traducen en más de 53 mil millones de pesos, muy significativo si consideramos que en este sexenio el presupuesto pasó del 7 mil a 3 mil millones de pesos para el ejercicio fiscal en 2018, el menor presupuesto de la última década) para que solo el 25% sea destinado en gastos de operación y el 75% restante a los programas y proyectos culturales.
3.) Propuestas concretas en clave: Secretaría de las culturas de México, Presupuesto del 1%; rediseño institucional; política cultural de Estado federalizada con enfoque social que coloque en el centro a la periferia; escuelas taller para la conservación de la infraestructura y el patrimonio cultural en las comunidades; creación de cinetecas estatales para el resguardo de su memoria fílmica y para la distribución del cine mexicano; programa de infraestructura que considere su operación sustentable; reintegrar el FONART a la Secretaría de las Culturas; Seguridad social para los trabajadores del sector; Proyectos productivos acordes con la Secretaría de cultura; crear un fondo nacional de reconstrucción del patrimonio cultural (que esperamos no se roben, como el FONDEN); programa de becas para estudios nacionales y extranjeros; creador del regidor de cultura; educación artística; creación de la escuela de educación para promotores culturales (que deseamos no excluya los saberes culturales comunitarios); integrar el Archivo General de la Nación y la labor editorial del Fondo de cultura Económica al sector; y la creación de un régimen fiscal especial y pago en especie.
4.) La crítica: Cada uno de estos temas constituye un debate en sí mismo. Mi única objeción al ejercicio es que se debió romper el formato de los debates tradicionales que impiden generar interlocución con el público asistente. Era una oportunidad de contrastar opiniones. No es fácil evitar la confrontación directa frente a los rezagos y el enojo por algunos de los atropellos cometidos por algunos de los que ahí estaban sentados en su alguna vez calidad de funcionarios públicos o por las lozas de representar a instituciones políticas sumamente desprestigiadas. Como estrategia de encuentro cordial fue correcta. Todo es perfectible, claro.
5.) Apostilla: Cualquiera de los candidatos que resulte ganador deberá tomar en cuenta los perfiles y las ideas de la gente que participó del debate. A fin de cuentas los que hablaron son la voz de la consciencia cultural en los candidatos. Pienso en la experiencia y claridad de pensamiento de Consuelo Sáizar y de Raúl Padilla. Su experiencia es tácita.
6.) Posdata: La cultura no la hace el Estado. Y en la situación de violencia y transformación que vive México, la comunidad debe ocupar el centro de cualquier proyecto cultural de nación. Después viene cualquier programa o proyecto de cultura de paz, armonía o prevención de la delincuencia. Los diagnósticos no me parecen equívocos, pero la visión se aleja vertical desde las alturas cupulares. Qué extraño que hayan esquivado el principio de realidad por el que atraviesa nuestro país.
Coincido con la opinión generalizada de artistas, promotores y algunos de los especialistas en materia de estudios culturales en celebrar un ejercicio inédito al que asistieron, observaron y escucharon de manera genuina el diálogo que pone de manifiesto el encuentro y buena voluntad de quienes nos dedicamos al quehacer cultural, siempre animado por el trabajo hacia el otro y en ello a la construcción e invención colectiva de lo cotidiano.
El evento se inserta en un proceso largo de reflexión que ha sido impulsado desde hace varios años por el Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (GRECU), nacido en las aulas de la UAM-Xochimilco, en donde participan especialistas como Eduardo Cruz Vázquez, fundador, Antonio Mier Hughes, entre muchos otros, y de Morelos Bárbara Martínez, Alejandra Rangel y María Elena González. A este colectivo, interdisciplinario y plural, junto con el trabajo de otros especialistas como el antropólogo Bolfy Cottom, se les debe los debates que en buena medida impulsaron la transformación y ordenamiento legal del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) en la actual Secretaría de Cultura y de forma consecuente la creación de la Ley General de Cultura de México.
De esa manera, contra toda sospecha de oportunismo político en los tiempos que vivimos, el encuentro no ha sido meramente oportuno en el contexto electoral, pues hasta hace poco tiempo era costumbre que pequeños grupos de intelectuales, con posicionamientos disidentes o alineados, críticos o salameros, sostenían reuniones de manera privada con los candidatos o algunos de sus operadores políticos para prestar servicios al régimen y recibir los favores del poderoso en turno. Pero todo cambia y en la última década las redes sociales y diversas plataformas digitales modificaron la noción de “lo público”, pues a través de ellas podemos vincularnos, acercarnos e informarnos de manera intemporal y “omnisciente” a ejercicios como el de ayer.
En 2017, Eduardo Cruz Vázquez, fundador del GRECU y coordinador de contenidos, junto con Francisco Moreno, coordinador editorial, convocaron a un destacado número de actores del sector cultural para que apuntaran a la reforma cultural de México, a partir de diversos artículos con enfoque multidisciplinario, y a la par de las llamadas reformas estructurales (energética, educativa, telecomunicaciones, competencia económica, laboral, financiera, hacendaria, político-electoral, y de transparencia). Fue así como nació el libro ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024, publicado por Editarte publicaciones, un texto con la voz de casi cuarenta especialistas, que es llave y clave para comprender el estatus cultural que guarda la situación del sector cultural en nuestro país, cuyas perspectivas se orientan al análisis del sector y sus instituciones, así como a las propuestas teóricas, metodológicas, jurídicas, económicas administrativas y laborales para su transformación, “dejar de ser para ser”, atreverse a cambiar “frente a lo que viene”, parafraseando a Cruz Vázquez. Nadie debe perderse la lectura de una obra que se volverá un clásico en los estudios culturales en México y América Latina, imprescindible ya para calibrar el sentido de lo cultural en nuestros días.
Felicito a todos los organizadores, por su pasión, profesionalismo esfuerzo y compromiso. El ejercicio es un ejemplo que debería replicarse en los ámbitos municipal y estatal con los candidatos a presidentes municipales y a gobernadores. Conversar no es poco en medio del ruido equívoco de nuestros días. Todavía estamos a tiempo.
Aquí el diálogo: