El candidato

El candidato

Por Máximo Cerdio

Repasó las últimas líneas del discurso que debía pronunciar antes cientos de fanáticos congregados en el corral de toros de aquel pueblo famélico que visitó, tres años antes, durante su gira, en la contienda rumbo a la presidencia municipal: lo esperaban con ansia, lo habían visto en la televisión muchas veces, como deportista, representando a la Selección Nacional y después como actor, y en algunos periódicos y revistas de chismes, metido en enredos con mujeres hermosas del mundo del espectáculo. Querían ser como él, era un ídolo en todo el país.

Él mismo insistía en redactar sus discursos, y no repetía uno solo. Su estructura era impecable, fluida, contundente. Las multitudes callaban cuando él hablaba: su voz era grave, con énfasis en los fragmentos de suma importancia y pausas muy bien calculadas.

Mientras repasaba algunos fragmentos de lo que iba a decir al público, recordó que hacía menos de tres años no conocía ni el nombre de las comunidades a las que lo llevaban. Sus asesores le repetían en el transcurso de una a otra población:

“Vas a decir que tú no eres político, que eres una persona honrada, trabajadora, que tu patrimonio lo has hecho trabajando, no robando, que eres una persona que viene de un barrio pobre y a base de esfuerzo has logrado crear un patrimonio. No hables de más, no digas palabras que desconoces cómo se dicen o que no sabes lo que quieren decir. Con eso ganamos”.

Él llegaba, entonces, se abría paso entre la muchedumbre que quería tocarlo, llegaba hasta el templete protegido por el personal de seguridad, saludaba, decía lo que tenía que decir: “Yo no les vengo a robar. Soy como ustedes. Yo soy honrado. Yo no soy político”.

Si entrar era difícil, salir era peor, porque a aun cuando tenía un cuerpo de seguridad formado por ocho guardaespaldas que lo protegían en todo momento, éstos eran insuficientes para la gran cantidad de fans que querían tocarlo, saludarlos, tomarse la foto con él o que cargara a los niños vestidos con uniforme deportivo, algunos incluso con una almohadita cocida dentro de la playera, en el lomo, simulando una “jorobita”.

De aquel hombre que sólo tenía doscientas palabras para nombrar su realidad inmediata, para decir sus emociones, poco o nada quedaba. Después que ganó su primer cargo de elección popular, se instruyó en diferentes disciplinas: oratoria, retórica, política, economía, teoría del estado, lingüística, literatura, poesía, filosofía, ingeniería, lingüística contabilidad, albañilería. Estudio idiomas: inglés, francés, italiano, alemán, náhuatl, griego y latín. Sus empleados estaban sorprendidos, tanto o más que él: no sabía dónde le cabía tanto conocimiento e inquietud por saber…

Una vez revisado el organismo verbal, salió al templete donde lo esperaban los habitantes de aquel pueblo pobre y polvoso. Iba con un pantalón de mezclilla, camisa blanca y mocasines, así le gustaba ir a los pueblos, así lo conocía la gente. Lo recibió el pueblo frenético, las autoridades civiles y los líderes comunitarios, además de una banda de viento que tocaba sones morelenses y tres chinelos cuyo disfraz se caía a pedazos de usado y viejo.

Frente al micrófono el candidato cerró los ojos. La banda guardó silencio, el clamor se fue diluyendo entre los corazones de la gente hasta volverse una respiración pausada:

“’Como dice Aristóteles, cosa es verdadera,/ el mundo por dos cosas trabaja: la primera/ por aver mantenencia; la otra era/ por aver juntamiento con fembra placentera’.

”Cité el ‘Libro de Buen Amor’, la obra literaria más importante del siglo XIV, escrito por el arcipreste de Hita, Juan Ruiz, para aludir la idea que tenía el sabio de Estagira, de que lo que movía al ser humano era la comida y el sexo, es decir, comer para poder reproducirse.

Esta afirmación de Aristóteles es, desde luego, cierta, pero limitativa, porque obedece a uno de los ámbitos de la esfera del hombre, es decir a su animalidad”.

Un rebuznido de un asno se escuchó allá, a lo lejos, en los potreros, a varios metros de donde el orador hablaba. Todo voltearon hacia donde el burro había disparado su analfabetismo; luego, volvieron a mirar al candidato, quien continuó:

“Cuando el alumno de Platón se refiere al hombre en sociedad habla del concepto ‘Zoon politikón’, alude a sus dimensiones social y política. Tanto nosotros como el onagro que nos interrumpió, somos sociales, pero nada más nosotros somos políticos, siempre que vivamos en comunidad. Quienes no pueden vivir en sociedad o no la necesitan por su propia naturaleza, es porque son bestias o dioses…”

El candidato siguió iluminando con su sabiduría al pueblo allí reunido. Planteó de una manera sencilla los problemas que el pueblo le había hecho llegar previamente a su equipo de campaña y propuso soluciones viables y de corto plazo; firmó también un compromiso ante todo el pueblo: si era electo gobernador, cumpliría todas y cada una de las promesas. Cerró con una cita del Tractatus Logicophilosophicus, de Ludwig Wittgenstein, en perfecto alemán:

Wohl können wir einen/ Sachverhalt räumlich darstellen, welcher/ den Gesetzen der Physik, aber keinen, der/ den Gesetzen der Geometrie zuwiderliefe.

Lo que tradujo como: “Se ha dicho alguna vez que Dios pudo crear todo salvo lo que fuese contrario a las leyes de la lógica. La verdad es que nosotros no somos capaces de decir qué aspecto tendría un mundo ilógico.”

Al finalizar el acto, los asistentes aplaudieron hasta casi desangrase las manos.

El invitado, haciendo gala de su humildad, bailó con las mujeres del pueblo, jugó una cascarita con los jóvenes y niños, comió pollo con arroz y se subió al jumento que lo había interrumpido. Pasaron los minutos y no lo querían dejar ir porque se sentían extasiados juntos a él; pero los convenció de que lo estaban esperando en otra comunidad y no era de buena crianza llegar tarde y no cumplir con su palabra de hombre.

La caravana de camionetas blindadas, con el candidato adentro, se fue por el camino levantando polvo y tiempo.

“Ya es tiempo de que nos gobierne una persona culta, sabia, humilde, hondara y sensible como él, no que puro pinche ladrón, ignorante, burro y vicioso nos mandan”, salió de entre un grupito de ensombrerados.

La fiesta siguió hasta el último minuto más oscuro de la noche.