Los perros veladores

El Negro y el Muchacho

Por Máximo Cerdio

Cuernavaca, Morelos; 29 de enero de 2017.  Los dos perros se horizontan sobre la banqueta de la calle Lic. Ignacio L. Rayón, cercana al zócalo. Uno es de color rojizo y el otro negro; éste es más viejo, se le nota en el rostro manchado y en los codos morroñosos. Ambos están “gordos”.

No piden comida a los encargados de los restaurantes, aunque algunos les pongan en la calle platos con croquetas y agua.

Los animales forman parte ya de la imagen del centro de la ciudad, tienen más de tres meses que llegan todos los días a eso de las nueve de la mañana y ahí se la pasan; cuando se cansan de un lugar cruzan de una banqueta a otra y se recuestan. A los transeúntes se les hace chistoso que estén ahí.

Algunos chicos se detienen a saludarlos o acariciarlos. Si están acostados, los animales medio levantan la cabeza y abren apenas el ojo como muestra de amistad; cuando andan caminando, los perros responden a los cariños moviendo la cola. Bueno, el rojizo, porque el negro, el viejo, es medio gruñón.

“¡Qué haraganes!” dicen algunos adultos, sonriendo, pero la verdad es que estos cuadrúpedos descansan de una jornada de 11 horas diarias de trabajo y tienen nombre: “Muchacho” y “El Negro”.

Son “empleados” en el mercado ALM

Don Carmelo, comerciante de revistas y periódicos en el mercado Adolfo López Mateos (ALM), dice que Negro es el sonsacador. Hace más de dos años se iba a vagar con un perro canelo, pero a éste lo atropellaron allá por la zona de los caballitos y después anduvo solo, hasta que se encontró con Muchacho y ahora se lo lleva a la calle, aunque antes de las siete de la tarde ya llegan al mercado porque les toca trabajar. A Muchacho le puso “Carrascuás”, pero los comerciantes y el velador le comenzaron a decir Muchacho y así se le quedó.

Ayudan al Popeye

“El Popeye” (pidió que así se le llamara), un joven moreno, bajito, que trabaja como velador en el mercado ALM, relató que los perros lo ayudan en las labores de vigilancia de la central de abastos de Cuernavaca, desde las ocho de la noche hasta las siete de la mañana.

–A Muchacho lo conozco desde hace como dos años, era cachorro, muy sociable, cariñoso y juguetón.

El Negro no hace nada, está gordo porque está castrado, tiene muy buen oído, él nomás escucha algo y ladra. Muchacho es el que hace el trabajo de rondín, y cuando ha descubierto a alguien que se quiere meter se le va encima, se vuelve muy agresivo.

Como a las diez y media u once de la noche ya nadie se puede meter al mercado. Hay algunos comerciantes que quieren abrir sus puestos a eso de las cinco de la madrugada y me tienen que gritar: “¡Velador, velador, queremos entrar”! porque saben que Muchacho está pendiente y se les echa encima; entonces yo agarro y detengo al perro.

Son muy nobles, los dos están vacunados y si los ves bien no están mugrosos: los he llevado a la casa y también les doy de comer. Aquí todo el mundo me conoce y los conoce a ellos, luego llego con los de las fondas y ya saben y me guardan y me dan restos de cabeza, patas, para Muchacho y Negro.

Negro es muy vago, sonsaca a Muchacho, luego lo han visto allá por la Flores Magón y en la Carolina. Mi hijo el pequeño va en un kínder en la Carolina, al lado de la escuela Miguel Hidalgo; entonces un día que yo tenía junta de padres de familia allí, salí de la escuela y los perros ya me estaban esperando a la salida.

A mí me sorprendió, pero mi hijo me contó que los había visto en la calle y les gritó “¡Muchacho, Negro!” y los perros obedecieron. Ese día me los traje al mercado directo de la Carolina.

Los perros

Perros que atrapan “ratas”

Han evitado asaltos. Hemos agarrado como a seis o siete “ratas”, ellos nos han avisado. Son perros que nos avisan, no son perros de ataque, que pueden matar a algún ladrón. Una vez un líder nos regaló unos bull terrier para que vigiláramos, pero es mucho riesgo y los regresamos, porque si alguien sale lastimado a nosotros nos responsabilizarían y con estos perros criollos que tenemos no, ellos avisan, se le van encima al ratero, pero avisan, y eso nos ha permitido que evitemos robos acá adentro. Si a nosotros nos llegan a “picar” o nos llega a pasar algo dicen que es el riesgo de nuestro trabajo, pero si a algún ratero le pasa algo la responsabilidad nos la echan a nosotros.

Varias veces han tirado a los rateros al piso y no los atacan; bueno, sólo así es bravo porque fuera del mercado le gusta que lo acaricien, le agarra uno la oreja y aúlla, eso le gusta; le da la pata a las gentes si se la piden.

Hay más perros vigilantes, son de los compañeros que cuidamos el mercado. Don Lucas, un velador, de los más viejos, tiene una perrita pequeña que se llama “Coyota”; está el “Cuervo”; la Bailarina”, son como diez perros cuidadores que permanecen en el mercado, pero Negro y Muchacho son los únicos que se van a vagar.

Fieles a su amo

Los seres humanos somos muy egoístas, pero ellos no, los perritos te siguen, si los regañas te perdonan, olvidan, y te siguen, son fieles. Yo puedo dormirme un rato y el Muchacho no permite que ni mis compañeros veladores se me acerquen.

Yo he tenido ya varios perros que me ayudan a vigilar, pero aquí no duran mucho porque los delincuentes los matan para evitar que nos avisen y entren a robar.

 

*Publicado en La Unión de Morelos; el 29 de enero de 2017, con el nombre Los perros del Popeye: https://www.launion.com.mx/morelos/sociedad/noticias/119375-los-perros-del-popeye.html