Último Centro de Acopio Ciudadano en Jojutla
Sobrevive último Centro de Acopio Ciudadano en Jojutla
Yesenia Daniel
Jojutla, 22 de diciembre de 2017. El centro de acopio ciudadano bautizado por las fuerzas castrenses como Brigada 55, es el único que sobrevive a tres meses del sismo del 19 de septiembre, en el parque Ricardo Sánchez en el centro de Jojutla. Actualmente, David Gutiérrez Hernández, un panadero de Tula, Hidalgo, está a cargo de este lugar en donde se siguen recibiendo víveres y artículos de primera necesidad para coadyuvar a las familias que resultaron damnificadas en el sismo.
Muy temprano en Jojutla, cuando las lonas que cubren el campamento, el joven panadero relata lo que ha vivido en Jojutla.
“Quienes menos tenían antes del sismo no se acercaban para pedir, por pena, porque siempre les dicen que no. Lo que más presente tengo en mi memoria son los llantos de los niños en la noche porque tenían miedo, no había luz o tenían hambre, también ¿por qué no decirlo? después de ciertos días, Jojutla olía a muerto, a soledad y a humedad.
El primer punto que toqué en la ciudad de Morelos fue Nexpa el 20 de septiembre, de ahí mis amigos me acompañaron hasta la carretera para que yo llegara caminando a Jojutla.
No había estado aquí ni 24 horas. En Nexpa la gente dormía en la cancha del lugar, estaba asustada, no habían comido y muchas casas habían colapsado. Mis amigos se regresaron a Tula, Hidalgo, después de haber cumplido con su misión de entregar víveres, pero yo no me sentía satisfecho, yo quería seguir ayudando, y aquí sigo después de tres meses.
En la Pedro Amaro subimos al Cerro. Se te parte el corazón porque ves que hay gente viviendo en casas de carrizo que también se cayeron; gente viviendo debajo de un árbol, niños de aspecto muy pobre, corriendo descalzos y desaseados con familias que por primera vez recibían una despensa, y ahí te das cuenta de la pobreza en que vivían, y que no les va a tocar ninguna ayuda porque no era su casa, no son dueños de nada.
El 21 de septiembre llegué a Jojutla, antes estuve en la Ciudad de México a donde llegamos el mero día del sismo, los lugares colapsados estaban resguardos por militares quienes con malas palabras nos dijeron que nos fuéramos, alguien me dijo que en Cuernavaca necesitaban ayuda y nos fuimos para allá.
Llegué de noche, me dejaron por la gasolinera de Los Pilares, caminé lo que parecía el fin del mundo, entre el desconcierto y la excitación de quienes vienen a ayudar, de que traes ganas de salvar gente, de dar un abrazo a quien sufre, de decirles que todo va a estar bien pero también a la defensiva porque la gente está asustada, porque les han robado y no me conocen. No había luz y la gente caminaba por las carreteras, cerca a los campos de cultivo del mejor arroz del mundo.
Pasé por el Hospital y empecé a ver el horror de la desgracia, y pensé que el dolor tiene miles de facetas, que la humanidad no debe sufrir esto, menos los niños, que no entendían bien lo que pasaba.
Caminando me acerqué a un grupo de muchachos a quienes les pregunté si sabían dónde podía ir para ayudar, ellos me dijeron que llegara al centro, y que tuviera ciudado de no caerme en alguna coladera abierta.
Llegué al zócalo que en esos momentos era un hormiguero de gente, pregunté dónde podía ayudar y enseguida me dieron guantes, casco y pico para que fuera, para donde voltearas necesitaban ayuda; en esos momentos nadie podía estar seguro de que ya no hubiera gente bajo los escombros, el sismo rebasó al Gobierno y a la sociedad”.
Otros centros de acopio se fueron disolviendo con el paso de los días no sólo en el municipio de Jojutla, sino en todos los demás municipios afectados, porque «ya no había necesidad de apoyo», porque ya había pasado la emergencia, y también porque entre la gente surgieron sentimientos de rivalidad, de egoísmo y de desorganización y decidieron cerrarlos.
Según las cifras de Gobierno, el 19 de septiembre murieron en el sismo 74 personas en Morelos; en Jojutla, el municipio más afectado, 17, y más de 2 mil 600 casas y edificaciones colapsaron en esta ciudad.