Los secuestradores de perros
Los secuestradores de perros
Por Máximo Cerdio
Lo que van a leer, es la historia de un secuestro totalmente verídico, relatada por su propia víctima, a quien llamaremos Francisco:
Hace dos años, mi mujer le compró a mis hijos un perrito de esos pequeños. Dos mil pesos nos costó. Y ya ve cómo son los chamacos y las mujeres, que luego luego le agarran cariño a los animales; y bueno, pues, uno también, ya de grande, se lo ganan a uno los animalitos y se vuelven de la familia.
El chiste es que ese pequeño es la adoración de la casa. Hace dos meses el perrito no aparecía. Lo buscamos todo el día y la noche y no estaba. Mis hijos y mi esposa no paraban de llorar. Al día siguiente hicimos en la computadora un anuncio con la foto del perrito; su nombre y el teléfono de mi casa. También pusimos: “Te daremos una recompensa”.
Desde luego, seguimos buscando al animalito por toda la colonia. A eso de las 8 de la noche, recibí una llamada a mi casa. Hablaban de un celular, porque lo vi en el identificador. Era la voz de un niño o niña:
-¿Oiga, usté perdió el perrito de la foto que está en el poste verde?
-Sí.
-¿Es chiquito y negro?
-Sí, ese es mi perrito.
Y Colgó.
Yo llamé al celular pero nadie me contestó. Después, ni entraba mi llamada al buzón de voz. Pensé que era una broma. Al día siguiente, por la tarde, recibí una llamada de celular preguntando por la recompensa por el perrito. Era una voz joven.
-Tenemos al perro.¿Cuánto están dando?
-Quinientos pesos.
-No. Queremos mil pesos.
-No tengo mil pesos; sólo quinientos.
-¡Pues si no me da los mil pesos hay una persona que me los da. Mil pesos o no hay negociación!
-Está bien. Voy a conseguir el dinero. ¿Me lo puedes entregar hoy mismo?
-¡No; mañana. Pero lleve los mil pesos, si no, no hay negociación!
-¿En dónde y a qué hora nos vemos?
-Mañana yo le digo dónde.
Dos horas después tocaron la puerta de mi casa. Fui a abrir. Eran un niño como de ocho años y un muchacho como de catorce: los dos morenitos, pelo negro, corto. El más pequeño se me hacía conocido. El otro era como todos los chavos de esa edad, una cara como cualquier adolescente. Habló el más grande. Distinguí que era una voz parecida a la que me llamó por el celular:
-Mañana a las cuatro en la esquina del parque, por la vulcanizadora, le entregaremos al perrito. Lleve los mil pesos… no lleve menos. No se lo vanos a entregar si lleva menos- eso fue lo que dijo y se alejó, seguido por el pequeño.
A las cuatro en punto estaba yo parado en donde el chamaco me había dicho. Llevaba mil pesos en billetes de cincuenta y cien. Enrollados. Diez minutos después, vi venir una motoneta con cuatro muchachos arriba. En medio iba el pequeño, el de ocho años. Atrás de él iba el adolescente de 14 años y detrás un muchacho, como de dieciséis.
Manejaba la moto un joven que debía tener como 20 años. Llevaba un celular en la mano. Se detuvieron frente a mí. El de ocho años me alargó a mi perrito. Luego luego comenzó a mover la cola y a quererse soltar. Yo saqué el rollito de dinero de la bolsa y se lo di al niño, pero el de dieciséis me lo arrebató. Yo agarré al perrito y lo abracé:
-Esto que están ustedes haciendo no está bien; no es bueno, están muy chicos para que anden en estos pasos- les dije.
El conductor de la moto aceleró y los cuatro se perdieron en la primera esquina… Así, como se lo platico sucedió. Dos días después de que el perrito ya estaba en mi casa, un vecino anduvo diciendo que el día que se perdió el animal vio tres chavos que lo andaban siguiendo, hasta que lo atraparon y se lo llevaron en una moto.
Algunos vecinos me reclamaron. Me dijeron que yo estaba ayudando a que esos muchachos del demonio siguieran haciendo de las suyas, porque ni siquiera fui a hablar con la mamá o el papá del de ocho años, que fue el que me pareció conocido. Y tal vez tengan razón… pero yo no iba a dejar que mis hijos estuvieran llorando todo el día y mi esposa estuviera triste. ¿Qué vale eso, cuánto cuesta eso? No quise denunciarlos porque las autoridades no nos hacen caso. Después de lo que me pasó, he sabido de tres personas que les han secuestrado a sus perros. Aquí, a una vecina la asaltaron y la mataron y hasta ahora no se ha detenido a los culpables. Así se lo cuento- dijo Francisco como punto final de su historia, relatada a este reportero cerca de la zona de Plaza Galerías, un lugar donde pueden verse filas de carritos repartidores de mercancía: refrescos, agua, huevos. Una calle de dos sentidos, angosta pero muy transitada, “por donde aparecieron colgados cuatro personas en el puente, ¿se acuerda? Todo derecho hacia abajo”.
Me quedé sin palabras: capturar perros y cobrar rescate por ellos es una manera cada vez más común, fácil y rápida de hacer dinero.
Publicado en el portal y periódico Conurbados, en 2013.